La escritora María Stepánova (Moscú, 1972) que se considera ante todo poeta, en este caso, se manifiesta a partir de otros géneros literarios. En este volumen la única certeza es que tampoco es una novela. Es un rompecabezas entre la ficción y la no-ficción de altos vuelos. Si hablásemos de música, podríamos indicar que la pensadora rusa practica el postgenero, pues En memoria de la memoria, publicado por la editorial Acantilado, cabalga entre el ensayo y la historia, de manera libérrima. Sin olvidar las dotes investigativas del caso, numerosos pasajes referidos a su linaje familiar, la prosista los cubre de una capa de periodismo. El resultado narrativo explica cómo se percibe el uso de la memoria. 

La memoria observa en cualquier dirección y situación; además, posee una mirada femenina. La reconstrucción de una vida se cierne ante los ojos de Stepánova, que ha declarado que siempre supo que en algún momento escribiría sobre su familia. Ese momento (la memoria) y su resultado (la historia) transitan por este volumen. Sobre estos elementos, la ensayista reflexiona. “La memoria es legado; la historia, escritura. La memoria se ocupa de la justicia, la historia de la exactitud. La memoria moraliza; la historia saca cuentas y corrige el cálculo”. Tal vez por ello, el registro es tan femenino. Se recrea en la penumbra del anonimato, no en la oscuridad de las muchedumbres. 

“Resulta curioso pensar que mis abuelas y abuelos dedicaron buena parte de sus afanes, precisamente, a conseguir pasar desapercibidos. A alcanzar la deseada invisibilidad, perderse en la penumbra de la vida doméstica, mantenerse alejadas de la gran historia y sus relatos de talla extra, lejos de los vicios que se cobraron millones de vidas humanas”. 

La ensayista va más lejos en lo relativo al sentido de pertenencia y a un territorio concreto. “Rusia, donde el ciclo de violencia se ha prolongado sin desmayo creando su propia crujía de traumas por la que la sociedad se mueve de desgracia en desgracia, de la guerra a la revolución, al hambre, a la represión masiva, y a una nueva guerra y a nuevas represiones (…)”. Se podría apuntar que los pueblos en fase de transición o cambio necesitan escritos como En memoria de la memoria para fijar el pasado colectivo y así sortear la desmemoria que empapa la ciudadanía como si fuese una plaga. 

Stepánova reflexiona, a partir de su foco de atención, la tía Galia, escondida y abrazada a un armario, rebosante de recuerdos, en que cartas, fotografías y más fotografías, periódicos amarillentos con notas manuscritas y postales. Todo ello supone un rompecabezas en forma de escalera circular emocionalmente dislocada. La escritora descubre que su tía escribía mucho, a manera de diario, de lo que hacía, pero apenas dejó algún renglón de lo que pensaba o anhelaba. Stepánova se detiene para reflexionar sobre la función y la relación de los objetos que, según concluye, sirven para materializar los recuerdos, y el consecuente impacto en la memoria. 

El árbol genealógico, que desfila ante el lector, es más que generoso. La autora va más allá. En sus citas de pensadores, escritores y más, procura explicar de qué material están hechos los recuerdos. A un libro de estas características le sentaría bien contar con un índice onomástico. Desde otro ángulo, cabe pensar que la memoria es un espejo cóncavo, cuyo reflejo suele revelar una imagen distorsionada de la realidad. La escritora rusa muestra desde la erudición y el corazón una travesía emocional del s. XX, que empieza en el último tercio del siglo anterior y llega a nuestros días, distinta a la que estamos acostumbrados. 

La piel de una familia, la piel del mundo. La piel de una familia judía. La piel de una familia rusa. Cien años después, desde remotos confines de aquel lejano país hasta París, con paradas en Viena y Berlín, entre otros lugares. María Stepánova repasa hombres, mujeres, pensamiento crítico y literario. La narración deviene deconstructiva entre memoria, la custodia de la misma, la historia o el simple significado de las cosas, en especial cuando visita cementerios, museos y casas vacías. 

Para la literata cabe la posibilidad de no poder reconstruir la memoria, que es imperfecta y contradictoria. Estamos, tal vez, a las puertas del abismo, parece colegir la escritora rusa, que, de momento, ha decidido no volver a su país. Al tiempo, utiliza el término posmemoria y recurre a los conocimientos de la investigadora y académica estadounidense de origen rumano, Marianne Hirsch, autora de La generación de la posmemoria. María Stepánova, mediante su palabra limpia, detallada y culta, reconstruye la memoria del linaje familiar, con la convicción de quien desvela la nitidez intrínseca de las cosas recordadas.