Cine protesta
Una película puede arreglarte el día o puede ser como quedar con un viejo amigo que te ilumina con sus ideas, te sorprende con sus salidas, te emociona con sus reflexiones sobre sus problemas. Hay directores que son así, como Woody Allen o Nanni Moretti. En El sol del futuro, el italiano se pone delante de la cámara para hacernos reír -tal vez llorar un poco también- para hablarnos de cine, de cine dentro del cine, y del estado de las cosas.
Moretti interpreta a un director que rueda una película sobre el Partido Comunista, la llegada de un circo, la invasión soviética de Hungría y la decepción que entonces supuso aquella actitud imperialista -obviamente, los tiempos han cambiado poco- para los afiliados italianos. Pero lo importante es lo que le ocurre a ese veterano director, que se pregunta por qué hace tan pocas películas, que ama a su mujer (Margherita Buy), a su hija (Valentina Romani), al cine de antes y a la música como inyección de felicidad en una vida con demasiados problemas.
Un personaje algo incómodo con el mundo actual, decepcionado por el presente -la violencia en el cine, Netflix- que se resiste a aceptar la realidad, pero, también, se niega a modificar la ficción -de su propia película-. Y de forma luminosa e irresistible, Moretti nos demuestra que un personaje puede cambiar en el cine, pero también en la vida real. Que la ficción puede modificar la realidad y viceversa. Que cuando todo parece perdido, no está de más acordarse de Jacques Demy y de Federico Fellini -y de Chaplin, y de Aretha Franklin y de los Blues Brothers-. Si la historia te ha decepcionado, reinvéntala.
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