Tenemos varias, fundamentales, contiendas electorales a la vuelta de la esquina. Y, para calentar motores, en esta sección de lecturas nos ponemos políticos y «abrimos la campaña» por todo lo alto con El mundo tal y como es. Cambiar el mundo desde el Ala Oeste, que nos trae Debate. Las memorias de los ocho años de la presidencia Obama a cargo de un testigo de excepción, Ben Rhodes, uno de sus principales asesores en materia de asuntos exteriores.
Nacido en Nueva York en 1977, Rhodes se graduó en humanidades y obtuvo un máster en escritura creativa —algo que, leeremos en numerosas ocasiones, los Republicanos usarán en su contra—. Con apenas treinta años, se incorporó al equipo de la campaña presidencial de Barack Obama en 2007 en calidad de redactor de discursos y asesor de política exterior, responsabilidades que, junto a la supervisión de las comunicaciones de la Administración estadounidense, mantendría entre 2009 y 2017, ya como miembro del equipo de gobierno, con el cargo de Consejero Adjunto de Seguridad Nacional. En la actualidad, Rhodes ejerce de comentarista político para diversos medios y co-preside la ONG National Security Action.
Esa posición de privilegio y cercanía del autor con Obama ofrece al lector una perspectiva apasionante, permitiéndonos conocer los entresijos, debates, crisis, tensiones —y algún que otro momento de felicidad, también— del gabinete de la presidencia más poderosa del planeta en una etapa de constantes convulsiones, internas y externas. La crisis —corrijo, estafa— económica, Irak y Afganistán, la primavera Árabe, Ucrania, Birmania, Irán, Cuba, Siria, Al Qaeda, el sempiterno conflicto Palestina-Israel, el cambio climático, o la aparición de las guerras mediáticas con las fake news —el drama nuestro de cada día— como la nueva «munición» de una derecha cada vez más extrema, desfilan por los rebosantes capítulos de El mundo tal y como es. Un curso acelerado de diplomacia, geopolítica y las frustraciones que conllevan… impartido desde dentro.
Con más de quinientas páginas y la exuberante abundancia de cuestiones de la mayor enjundia —además de la profusión de nombres y roles más o menos relevantes dentro de la política nacional norteamericana— mencionadas en el anterior párrafo, El mundo tal y como es tenía todos los números para convertirse en una lectura tediosa. Pero no es el caso. En primer lugar, porque la prosa de Ben Rhodes es límpida y sorprendentemente dinámica, logrando que la vorágine de acontecimientos que nos presenta no resulte en ningún momento farragosa. Y, en segundo lugar, en consonancia con alguien versado en la escritura de ficción que ha sido responsable de algunas de las alocuciones más relevantes del presidente más carismático —¿el último?— del siglo XXI, su autor sabe estructurar y contar una historia.

Y es que El mundo tal y como es funciona a múltiples niveles. Por supuesto, es el recuento de una etapa política y un período presidencial tan convulso como excitante. Uno en el que los conflictos mundiales, las complejas negociaciones, las oportunidades para los grandes acuerdos e históricas distensiones, se dan de bruces con un escenario internacional extremadamente volátil y un enconado debate doméstico contra un partido Republicano cada vez más iracundo y obstruccionista —y presto a venderse a un bufón al que los medios adoran—. Rhodes es capaz de reflejar el conflicto entre las pretensiones y metas fijadas —podemos discutir si algunas de ellas eran ingenuas o pura cosmética— y los encontronazos con la dura realidad con honestidad, sin soslayar tampoco las significativas contradicciones internas —esas deliberaciones de alto voltaje sobre los pasos a seguir en Egipto, Libia o Siria, mostrando también el choque generacional frente al vicepresidente Joe Biden o la secretaria de Estado Hillary Clinton—. Y sin ocultar una frustración y agotamiento, ya no sólo de Rhodes, sino del propio Obama y su equipo. «A nadie en Ohio le interesa lo que pasa en Birmania…».
Los ejemplos abundan. El torticero papel del saboteador primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. El más que dudoso papel jugado en Egipto, contribuyendo a la caída del cacique Mubarak pero, superados por la magnitud de los acontecimientos —eufemismo para disfrazar el miedo a la inestabilidad del inaprehensible poder popular—, pasivamente cómplices ante la llegada de la nueva dictadura de los Hermanos Musulmanes. La repetición del error con el derrocamiento de Gadafi en Libia, abriendo la puerta a más caos en la región. Su incapacidad para actuar en Siria ante la oposición del ladino Vladimir Putin, defensor de Al-Asad, protector de Edward Snowden, incluso, según Rhodes, ¿adlatere de Julian Assange? —ahora del espionaje de la NSA a los líderes mundiales no hay mención alguna—. Incluso los triunfos como la captura a Bin Laden —otro día hablamos acerca de cuánto dice de una sociedad la celebración de un asesinato como una victoria, aunque sea el de un monstruo—, el discurso en Hiroshima, o los acuerdos con Irán o Cuba se tiñen de sombras ante las acusaciones de debilidad, buenismo o, directamente, complicidad con «los malos» —¿es Obama americano? ¿musulmán? ¿crooked Hillary? ¿Rhodes el mentiroso?—, con el asunto Bengasi como doloroso corolario —brutales páginas 448-449— y antecedente directo de esta era de demonización del adversario político a cualquier precio, llevándose cualquier atisbo de verdad por delante.
A través de ese contraste y creciente aspereza en el debate nacional, Rhodes consigue engarzar un relato de índole más personal, incluso aroma clásico, a El mundo tal y como es. El del esforzado joven lleno de idealismo —siempre entrecomillado, claro, que hablamos de un Demócrata americano, tan de izquierdas como pueda serlo Pedro Sánchez, ya veréis como despacha a Bernie Sanders en apenas unas líneas— dispuesto a sacrificar su vida personal, que va evolucionando hacia un realismo en el que podemos palpar un regusto amargo y que, sin embargo, no impide su papel fundamental como exitoso negociador con sus homólogos cubanos —fascinantes capítulos—. La pura teoría política de las relaciones internacionales, con todas sus paradojas y limitaciones, expuesta en primera persona. Conjugar el intervencionismo humanitario con el ultracapitalismo, la Fox y acólitos, y un pasado imperialista más que reciente —la «mochila» es pesada, ¿verdad, amigo Ansar?— no es nada sencillo, por mucho que poseas una imagen potentísima —el primer presidente afroamericano—, histórica, un innegable charme y las mejores intenciones —ya se sabe, «de buenas intenciones está lleno el infierno…»—. Pero Rhodes parece decirnos que vale la pena intentarlo. Siempre.
Precisamente, esa superposición de relatos, de la alta política a lo personal, es lo que convierte a El mundo tal y como es en una obra extraordinaria. En el país de los «indios y vaqueros», defensores de la libertad y frente al «demonio rojo», trumpistas acusadores de fake media a cualquiera que ose discutirles, «naciones elegidas» y «destinos manifiestos», Ben Rhodes ha logrado introducir grises, preguntas sin respuestas plenamente satisfactorias, dudas mortificantes e incluso flaquezas. Y si el poso que deja el libro es ligeramente melancólico o afligido, es porque las comparaciones con el momento en el que vivimos resultan odiosas. No hay duda sobre quiénes están ganando la guerra mediática. Ya no tenemos tiempo para escuchar discursos. Preferimos despotricar, desahogarnos o aceptar los rebuznos de los asnos —incluido el del Despacho Oval— por Twitter o el News Feed de Facebook. Así nos va…

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