Podemos entender “Duelo” como combate entre dos personas, o como ese proceso por el que intentamos superar una pérdida irremplazable. Escojamos la acepción que escojamos, lo que está claro es que alguien ha salido malparado.

De lamer las magulladuras en forma de delicada canción sabe un rato Isabel LeónIS-, quien regresa a la primera plana musical con El duelo, diez años después de su celebrado debut en solitario, Istochnikov (2004).

La cosa empieza a flor de piel, con esa narración de una traición por la espalda llamada Tubo de ensayo, delicada e hiriente a partes iguales, y con una IS a la que no parece importarle moverse en una tesitura donde su voz puede quebrarse en cualquier momento. Parece una manera de poner la narración y la canción por encima del lucimiento personal. No pasa nada, queda disco por delante para cantar con mayor comodidad con esos rasgos de inocencia aniñada que en el indie patrio tan bien han funcionado a través de artistas como Christina Rosenvinge o Miren Iza.

No todas las canciones dejan su mensaje tan claro, pero dentro de sus sugerentes imágenes podemos deducir dolor, decepción y también ganas de plantar cara a las adversidades. Incluso, en el apartado más humorístico, tenemos en La mente negra un útil tratado sobre cómo ahuyentar los pensamientos que nos atontan.

Las traiciones de las que habla IS se rubrican con una “navaja albaceteña”, pues conviene recordar que Isabel León fue miembro de Surfin´Bichos y Chucho, y que en este disco su banda de acompañamiento es Burrito Panza, con lo que podemos considerarla parte destacada de esa “familia desestructurada” del pop de Albacete.

El duelo es un disco rebosante de mimo y talento en su creación, con canciones que están ahí por derecho propio y no porque haya necesidad de rellenar espacio (el disco no pasa de los 30 minutos de duración, y muchas de las composiciones se van en un suspiro, algo poco propio de quien lleva casi una década almacenando ideas). Sobre todo, es un trabajo donde, entre tanto drama de bella factura, caben guiños descarados al pop, incluso convertido en pegajosas canciones que, en otro contexto, serían hits multitudinarios, como Ejército Istochnikov o la maravillosa Malinterprétame (no sabemos lo que significa su estribillo “pólvora, colores y nada más”, pero no podemos dejar de cantarlo).