Si a principios de mayo reseñamos el magnífico Los Reyes del Jaco que nos trajo Sajalín, hoy seguimos ahondado en la más que apasionante “literatura negra”. Cortesía de otra editorial a tener muy en cuenta, Hoja de Lata, ahora nos ocupamos de El buitre, al que podríamos calificar como su hermano literario: finales de los 60- principios de los 70, novela de género, drogas, crimen y una parte de la ciudad -en esta ocasión el Bronx, dentro de la cruel, fría pero singularmente romántica y viva Nueva York- donde la población malvive y sobrevive a duras penas. Amigos, volvemos al gueto.

Antes de entrar a fondo en la novela, tenemos que detenernos un segundo en su autor. Fallecido en 2011 por causas aún no aclaradas, Gil Scott-Heron fue un músico, poeta y activista por los derechos de los afroamericanos, aunque también un artista controvertido por sus problemas con las drogas, que le llevaron a prisión en dos ocasiones durante la pasada década. Famoso por su poema-canción The Revolution Will Not Be Televised y The Bottle, de 1974 y 1978 respectivamente, aunque la dimensión de su figura ha trascendido más allá de temas o álbumes concretos, siendo considerado por muchos como el precursor del rap más comprometido. El Buitre fue su primera novela, publicada originalmente en 1970 y traducida por primera vez al castellano.

Aunque la cronología personal de Scott-Heron manda, sería un tremendo error considerar El Buitre como una novela menor por ser simplemente una obra escrita durante la juventud del autor. Al contrario, el primer factor a valorar muy positivamente es precisamente la ambición de Scott-Heron al abordar con éxito un relato complejo, tanto formalmente como, sobre todo, en lo que se refiere a su alcance y profundidad social. El Buitre tiene forma de novela policíaca, pero rápidamente muestra ser mucho más.

En primer lugar, porque Scott-Heron presenta el factor “género negro” con una estructura singular: el planteamiento de la novela es la resolución de un caso, la muerte del joven camello John Lee, pero junto a la trama policial, los cuatro narradores son los principales sospechosos del asesinato. Igual que Lee, Spade, Junior Jones, Afro e I.Q. son muchachos de color, diferentes entre sí aunque vinculados a un barrio y una situación marginal, explosiva. El conflicto siempre al acecho y la falta de esperanzas, de futuro, como características comunes. Gracias a la amalgama de las diferentes voces, Scott-Heron da vueltas sobre unos mismos hechos, los de los meses previos y la noche del crimen mientras crea un tapiz único, una voz coral que habla en boca de una sola comunidad. Una novela de marcado acento social dentro de un envoltorio de género negro.

De hecho, creo que el interés por la resolución del crimen de John Lee pasa a un claro segundo plano a medida que El Buitre avanza. Y, sin embargo, me cuesta considerar ese hecho como algo que menoscaba la calidad del libro. Quizás es que uno no es fan del género criminal, pero encuentro mucho más estimulante y poderoso el fresco que Scott-Heron pinta sobre las calles en las que se curtió. Puertorriqueños y negros hacinados en viviendas sociales, violencia, Martin Luther King, sueños universitarios, la revolución de Malcolm X y el Black Power, primeras relaciones sentimentales que se van a pique, reivindicación cultural y política afroamericana, el papel de la mujer, Vietnam, egos y ambiciones juveniles —sexo, respeto—… que parecen ritos de paso hacia la inminente edad adulta…. ¡boom! Un trasunto del genial Ragtime de Doctorow, América, la América negra, concentrada y confinada a apenas unas calles mientras bulle y regurgita sus miedos, frustraciones y anhelos en una ciudad ajena a su realidad. El tiempo vuela, la vida corre, las decisiones a tomar asustan y, como nadie mejor que el propio autor sabía, la revolución no será televisada. Estos niños forzados a ser adultos no tienen tiempo que perder. Y no van a disponer de una segunda oportunidad. Sobrevive o deja un bonito cadáver para las aves carroñeras, siempre al acecho de nuevas presas.

Que Scott-Heron escribiera una novela tan poderosa con tan sólo veinte años es sencillamente impresionante, y habla a las claras del talento de este célebre artista algo oscurecido y denostado. Hay que celebrar el rescate de El Buitre por parte de Hoja de Lata. Distará mucho de ser la novela negra perfecta, esa donde los resortes dramáticos están al servicio de las enrevesadas pistas y hay acción en cada capítulo, como un cubo de Rubik cuyas piezas sabes que van acabar encajando. En cambio, tenemos algo mejor, imperfecto pero más verosímil y duradero. Una lectura de alta intensidad y profundidad, evocadora y pegada a su tiempo, su gente y sus circunstancias. Bravo.