Esta es una de esas reseñas que duelen, porque uno ha sido fan, de hecho muy fan, de Editors. Ya sé que originales nunca lo han sido, pero The Back Room es fantástico y su continuación, An End Has A Start, sigue estando repleto de enormes canciones. El adiós al post-punk guitarrero para abrazar los fríos sintetizadores de In This Light and In This Evening ya fue un duro trago -otros lo calificaron de valiente cambio estilístico, puede ser-. Pero es que al cuarto disco del remozado grupo de Birmingham, ahora quinteto, y ya sin la presencia de su otrora guitarrista principal, y también compositor Chris Urbanowicz, simplemente no hay por donde cogerlo.

Publicado la semana pasada, The Weight of Your Love -hasta el título es sospechoso- se abre con prácticamente sus mejores bazas. The Weight, sin llegar a ser deslumbrante, suena amenazante y misteriosa, anunciando que la voz de Tom Smith va adquirir, si cabe, todavía mayor presencia en este álbum. Le sigue Sugar, un peldaño o dos por debajo, con una letra bastante flojita –And it breaks my heart to love you, it breaks my heart to love you es más de Rihanna junto a Eminem que de un grupo serio, por favor-, salvada por la presencia vocal de Smith y algún giro interesante dentro del tema.

En tercer lugar se encuentra A Ton Of Love, primer sencillo del disco y visto el panorama, la única canción a celebrar de su nueva entrega. Ciertamente, no va a romper los esquemas de nadie, suena a Echo and The Bunnymen, The Chameleons y Ian Astbury por los cuatro costados, pero tiene pegada y mordiente, y engancha de forma incontestable.

Y es que tras el único tema realmente destacable del disco llega la nada más absoluta. Tres baladones seguidos, soporíferos, recargados e ideales para Crepúsculo: el retorno –película que esperemos nunca se produzca-. El primero de ellos es la infumable What Is this Thing Called Love con gorgoritos incluidos. Honesty, la más salvable de las tres, al menos con algo de intensidad creíble y no impostada, y Nothing, con su tufo a épica barata en forma de instrumentos de viento y cuerdas “entrando a matar”.

Tras tamaño naufragio, Formaldehyde y Hyena aparecen al rescate como un salvavidas en medio del océano. En realidad no son temas espectaculares, pero sí sólidos y destacables, con enjundia y viveza -que bueno es volver a oír a Smith quebrándose la voz-, bebiendo otra vez de los grupos anteriormente mencionados y sus sonidos ochenteros.

Pero rápidamente volvemos a la cruda y decepcionante realidad de The Weight of Your Love. Two Hearted Spider vuelve a las andadas. Otro tema lento, que juega con los teclados para dotarse de una atmósfera oscura y fría, más propia de su anterior disco. Pero si en In This Light and In This Evening habían canciones y cierto equilibrio, aquí solo son una coartada para ir armando el tema hasta su tremebunda carga final, desmesurada e indigesta. Aún es más irritante si comparamos la versión del disco con la que realizan en directo.

The Phone Book es extraña y desangelada. ¿Country filtrado por sintetizadores ochenteros? La voz doliente de Smith le viene como anillo al dedo, pero el tema nunca pasa de ser farragoso o, siendo más benévolos, puramente anecdótico. En cambio, no puede haber piedad con Bird Of Prey y su estribillo empalagoso, un cierre que define a la perfección las sensaciones que deja el nuevo álbum de Editors. Apenas un tercio del disco se salva de la quema. Duele decirlo, pero el resto es un desastre.