Resulta fácil imaginar a Michael Collins enterrado en el delirio acumulativo de una colección de discos de vinilo de los 60 y 70, cogiendo al azar cualquiera de ellos y poniéndose como ejercicio el componer una canción inspirada en él. A eso suena su proyecto Drugdealer: a profundo conocimiento de lo más lustroso y lo más oculto de una época pasada, con la asombrosa capacidad para recrearlo en forma de canciones que son nuevas y originales, pero que parece que han estado con nosotros toda la vida.

Ya hace un par de años que Collins decidió abandonar sus grabaciones individuales Lo-Fi y dar forma a este proyecto que, aunque tiene mucho de personal en la concepción y la ambición, toma forma grupal en la ejecución para así poder garantizar la perfección sonora y la complejidad de arreglos a los que aspira. Raw Honey continúa la senda de su celebrado debut, The End of Comedy (2016) y hasta repite alguna colaboración, como la de Weyes Blood, que ahora aparece revalorizada tras haber firmado uno de los discos del año (el arrebatador Titanic Rising), y que cede su melosa voz para el aptamente titulado Honey.

Las referencias más obvias en gran parte de los sonidos están en los sonidos de la factoría del Brill Building, en artesanos del pop como Randy Newman, Van Dyke Parks, Brian Wilson o Nilsson, y por supuesto en los Beatles. De hecho, If You Don´t Know Now, You Never Will se convierte en una de las mejores piezas del disco partiendo de una progresión armónica que Lennon y Harrison exprimieron en su día con inolvidables resultados; y el siguiente tema, Wild Motion, suena como si ambos ex-Beatles se hubiesen juntado en el universo post-mortem para hacerle una tonada a Roy Orbison (Dougie Poole hace las veces de Orbison en esta ocasión).

La construcción del resto de referentes es más inabarcable, aunque imaginamos que Morricone tuvo que estar en algún rincón de la mente de Collins en la elaboración del instrumental que hace las veces de títulos de crédito en la apertura del disco, y que Steely Dan fueron el modelo a seguir en Fools, a riesgo incluso de salirse un poco del férreo marco estilístico que vertebra esta notable obra. Nostalgia, vale, pero también muchas otras cosas.