La experiencia total
Con el paso del tiempo puedo corroborar que siempre es un hito, una fecha marcada, señalada e ineludible, cuando el francés Dominique A está de gira por España. Porque sus conciertos son una experiencia total. Venga en solitario o con banda. En solitario defiende a la perfección sus canciones. Sin el preciosismo de sus arreglos. Pero mostrando la carcasa, el esqueleto de sus canciones, que son esbeltas, y contienen el poder de lo sublime: la mirada personal de alguien con una sensibilidad extrema y una crudeza pareja, como reflejando las dos caras de la vida. Con banda la cosa gana en matices (teclados, base rítmica más orgánica e intensa…), en amplitud y la experiencia es completa. Cada concepto tiene sus intereses.
Pero esta ocasión lo merecía. Venía en solitario, sí, pero con un espectáculo de iluminación y visuales muy adecuado a su estilo y adaptado a sus canciones. Y es que, además, Dominique A está en forma, pletórico y creativo a sus 50 años. En 2018 publicó dos discos ‘Toutes Latitudes‘ y ‘La Fragilité‘, el primero de corte electrónico, el segundo en clave más acústico. Pero me entero que además descartó dos proyectos más que tenía entre manos, un disco de spoken word y otro de noise rock. Y por si fuera poco la editorial francesa Flammarion publicó el otoño pasado ‘Ma vie en morceaux‘ (mi vida en canciones, en español), un relato sobre cómo surgen las canciones, sobre cómo se enfrenta a ellas.
El concierto del Teatro Lara iniciaba su gira española de cuatro fechas (continúa hoy en Barcelona en la Apolo, mañana jueves 5 de abril en el Teatro Mercado de Zaragoza y el viernes 6 en el Teatro El Musical de Valencia). Empezaba con su acústica (más tarde con su eléctrica, y con algunas bases y melodías pregrabadas) una primera parte del repertorio, con esas luces cenitales y laterales, que muestran también la luz y la oscuridad que habita en sus canciones, arrancando con “La poésie”, una maravilla que abre su último trabajo. Para intercalar en ocasiones visuales de paisajes, como con “Le grand silence des campagnes”, un alegato y homenaje a la vida del campo, ese país vacío que resiste la preponderancia de la ciudad. Ané nació vivió su infancia en Provins, en plena campiña francesa al sudeste de París. Siempre dejando sus reflexiones como “La splendeur”, un alegato a la naturaleza y todo lo que nos regala el universo, con las visuales de un bosque verde que se alarga, que quiere crecer en ese efecto de ojo de pez. Ané exhibía su buena forma en escena, metiéndose en su papel en las canciones, su espíritu cercano, intentando hablar en español. Eligió además un reportorio brillante y vibrante, mostrando todos los ángulos de su carrera (que cuenta ya con doce discos), eligiendo éxitos como “Antonia” y “Pour la peau”, cargados de intensidad y energía rock, como canciones menos transitadas como “Hôtel Congress”, “Ce geste absent” y mostrando la riqueza acústica de esas canciones (quizás menos escuchadas).
Y de pronto surge la oscuridad de “Corps de ferme à l’abandon”, de nuevo el campo, la vida rural. Y la oscuridad del hombre y sus pasiones. Los claroscuros continúan en “Tout sera comme avant” y en “L’Horizon”, dos canciones reveladoras. “Inmortels” suena como un deseo mágico, que quiere prolongarse al infinito, acabando con esos riffs noise tan suyos. Vuelve al pop con “Dans un camion”. Homenajea a “Gisor” un cantante que le marcó, y también a un clásico genial como Étienne Daho en “En surface” que grabó junto a él. Y de ahí pasa por la sedosa y mágica “Éleor”. De nuevo un acierto todo su recorrido por su cancionero. Y el entregado. Se equivoca en la letra de una canción, se disculpa y la retoma. Y no pasa nada. El público lo pasa por alto. Porque él continúa y crece su interpretación. Acaba con su coreografía mágica de su primer gran éxito “Le courage des oiseaux”, de 1992 (incluido en La Fossette, la fosa, el agujero). Y así termina, con todo el público entregado, de pie, aplaudiendo las canciones de un maestro, que se entrega a su público y que queda a merced de sus canciones. Que se debe a esas canciones, jueguen en la fragilidad o en la oscuridad del agujero.
El resultado fue apabullante. Casi 30 canciones. Como arrancaba en esta crónica: aunque sea en solitario, con Dominique A la experiencia es total. Venía en forma, con ganas de entregarse a sus canciones. Sus pequeños grandes reductos, que son su gran legado y que nosotros disfrutamos como si de un regalo universal se tratara. La música se trata de eso, de pasión, de carne y de la matemática, de la inteligencia de las armonías. La canción honesta, la canción que ilumina nuestro pensamiento y agita nuestro cuerpo.
Foto: SON Estrella Galicia.
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