Doble Pletina han vuelto. Su segundo disco, Así es como escapó, ya está aquí. Albricias. Por fin. Es una alegría para los amantes del pop y, como era de esperar, está repleto de canciones maravillosas pero… por favor, no lo escuchéis. Ignoradlo, seguid con vuestras playlists trending de Spotify y la canción del verano que determine el anuncio de cervezas de turno.
Y es que va a sonar muy egoísta, lo sé. O perfecto para que un «Lenore de la vida» me ataque a degüello llamándome hipster recalcitrante. Pero no puedo evitarlo. No quiero que Doble Pletina se hagan famosos. Los quiero solo para mí y, cómo mucho, un «selecto» —venga, más ataques, los merezco— grupo de elegidos, que puedan llenar un recinto tipo Apolo y ya. De esos que no necesitan hablar en los conciertos —existen— y que, con una tímida pero certera mirada, te revelen su secreto compartido, tipo «siempre los escucho a solas, con mis cascos, son mi refugio», o «sí, yo también tengo clavada Terco muy adentro». En este nuevo trabajo, muy diverso y valiente, hay más munición para todos aquellos que sabemos que Doble Pletina son únicos creando esos «himnos para la intimidad», así que mejor dejad de leer, porque ahora mis jefes me obligan a reseñarlo en su totalidad…
Así es como escapó arranca a golpe de incisivo teclado con La progresión exponencial, que entra de lleno en mi panteón pletinero —sí, es una de esas bandas que merece términos propios— gracias a su transformación en una pieza flotante, provocada por la desarmante interpretación de Laura Antolín —habrá más— y el crecimiento, sutil pero imparable, del tema. En cambio, tengo más dudas con Electrobolero, a mi juicio algo encorsetada, rígida, pese al bello piano cortesía de Evripids Sabatis, su fantástico videoclip y el logradísimo ambiente de kitchen sink drama en una canción que, como bien anuncia su título, cruza géneros en principio antitéticos.
Cero titubeos con la siguiente, Tenemos lagos, en la que Francina Ribes lleva las riendas vocales de una composición ensoñadora y frágil, donde los sintetizadores arrullan y cada elemento de su sonido suma para evocar y sugerir al oyente un estado de recogimiento abrumador. Desde ya, una de las joyas de su cancionero. Más animadas —al estilo Doble Pletina, se entiende— se presentan Modos y maneras y Nada, la primera interpretada de nuevo por Laura y la segunda, con un letra de lo más proclive a las segundas y terceras lecturas —escribimos, luego pensamos, luego especulamos— con Marc Ribera al mando. Son dos buenos temas, pero queda la sensación de que se han contenido demasiado,
Rápidamente nos topamos con Vuelve el ruido, que supone nuestro reencuentro con el querido ukelele, los juegos vocales de Marc y Laura cantando al unísono y, tras el sintético solo, un minuto y medio final —«errores humanos, pero felices…», qué grandes— simplemente arrebatador. Ojalá durase toda la vida. Pero, claro, entonces llega Tiquet y «pincha el globo» de forma demoledora, cruel. No porque la canción, primera en catalán del grupo, no sea buena, es absolutamente preciosa —conmovedora la quebradiza interpretación de Francina— sino porque la letra no admite ambigüedades y «hace pupa». Bedroom pop del que no puedes esconderte.
Entramos de pleno en la segunda mitad de Así es como escapó con la redonda Primeras impresiones, en el que volvemos a enamorarnos de la dulce voz de Laura, nos maravillamos con la combinación de serrucho y sintetizador en su cierre, mientras nos quedamos intrigados con su desazonadora letra. Más anodina, por machacona en su ritmo electrónico que no va a ningún sitio, me resulta Mausoleo, aunque su conclusión, entre celestiales coros, provoque sonrisas. Sin embargo, rauda acude Soltera para recuperar el brío, de nuevo con Laura tomando el protagonismo vocal, en una canción saltarina, donde la electrónica pone el ritmo y el minimalismo de sus sonidos sirve a la perfección a los versos en los que la protagonista habla de su situación emocional entre la autoafirmación y los inevitables cuestionamientos existenciales. Doble Pletina, fondo y forma.
El trío final del disco se abre con Reinvención, una especie de vals indiepop excesivamente lánguido y contemplativo. Todo lo contrario que la trotona Llenamos vacíos, de «letra generacional» y sorprendente desenlace, adusto y cada vez más sombrío tecno-pop, ¿quizás anticipando el tono fúnebre del tema encargado de cerrar el álbum? De la casa, del jardín, parece sacado de una banda sonora de película de terror, que podríamos titular Pesadilla Hipster. con serrucho ululante, sintetizador del «más allá» y letra para sumir al oyente «moderno» en el pánico —«Así es como acaba la función: todos a casa a cenar, hay que poner el despertador, que es lunes y hay que madrugar»—.
Aunque no todo el disco brille a la misma altura, medio Así es como escapó es absolutamente maravilloso, mientras que otros temas nos enseñan que Doble Pletina no están dispuestos a casarse con nadie, empeñados en ir creando siempre su propio camino, en el que la paleta estilística es cada vez más amplia. Construyendo un cancionero pop sin parangón en nuestro país. Así que, por favor, repito. No los escuchéis. Pasad a otra reseña. Mirad Pitchfork a fondo. Seguid atentos a Snapchat o la red social en la que pasáis las horas. Dejadme a Doble Pletina sólo para mí.
Entradas recientes
- The Murder Capital anuncian gira española 2023-05-30
- Succession – Temporada 4 2023-05-30
- Los 100 mejores discos del rock español de los 60 y 70, César Campoy y Juan Puchades (Efe Eme, 2023) 2023-05-30
- Arlo Parks, ‘My Soft Machine’ (PIAS, 2023) 2023-05-29
- Extraña forma de vida 2023-05-29