Y el otro libro del 2014 que queríamos rescatar aprovechando el parón vacacional nos sirve además para iniciar un mes de abril literario altamente politizado, casi podríamos decir dedicado al activismo político. Se lo debemos a la casualidad de haber reunido varias obras tan tremendas como diversas entre sí, centradas en analizar la “historia no oficial”, contracultural, underground, la que se esconde debajo de la alfombra, se guarda en un cajón bajo llave o se crea una flamante ley —que llamaremos, por ejemplo, mordaza— para silenciarla. Subversión, radicalismo, violencia, teoría política, música, revolución. Empezamos en Estados Unidos, a ritmo del subterráneo blues nostálgico de Bob Dylan con Días de Fuga, que nos llega gracias al buen hacer de la editorial Hoja de Lata. Vamos allá.

La imagen que tenemos de los 60s en Estados Unidos está indefectiblemente ligada al movimiento hippie, pacifista, bienintencionado, idealista, con una fuerte impronta estética y cultural y, generalizando —habría mucho que discutir en materia de drogas y, sobre todo, en lo que respecta a la liberación de la mujer—, una crítica que el tiempo ha vuelto totalmente asimilable y tolerable para el poder. Pero no toda la juventud se conformaba con el folk, los porros y las pancartas pidiendo el fin de la guerra de Vietnam. Hacia 1969, un pequeño grupo surgido del ámbito universitario —los Estudiantes por una Sociedad Democrática o SDS— decide ir mucho más allá y “traer la guerra a casa”. Son The Weather Underground, y Bill Ayers, autor de estas memorias, uno de sus líderes más conocidos.

Ayers, hoy escritor y profesor emérito de ciencias de la educación en la Universidad de Illinois, Chicago, nos sumerge en su vida, un auténtico submundo de clandestinidad y radicalismo donde el debate intelectual está, sin embargo, permanentemente presente. Su lúcido autor nos habla de una auténtica obsesión con el sangrante conflicto en el sudeste asiático, seguramente una forma más concreta de vehicular y cristalizar el profundo rechazo a las políticas y actitudes en Washington en materia social, económica y de protección de los derechos civiles más básicos.

En el fondo, las bombas, que llegaron al Capitolio y al Pentágono, y los sabotajes varios no buscaban el daño humano —las únicas víctimas mortales causadas por sus atentados fueron tres Weatherman tras un error en la detonación de un explosivo, desgarradoramente relatado en las memorias— sino sacudir los cimientos de un gobierno que se creía intocable, amo y señor de las vidas, no sólo de sus ciudadanos, sino de los habitantes de un país a miles y miles de kilómetros de sus fronteras —la vida sigue igual, si no me creéis id a ver Citizenfour—. En ese sentido, Ayers sentencia que “la verdadera violencia es la indiferencia”, y a uno le recorre un escalofrío por la espalda mientras piensa en desahucios, cero respeto de los derechos humanos más básicos con los emigrantes, represión, corrupción masiva, atrocidades perpetradas a diario en países a los que vendemos armas…

Sin embargo, y por eso Días de fuga es una lectura más que recomendable, Ayers escribe desde la sabiduría que le da el tiempo. No hay arrepentimiento alguno pero tampoco nada de heroísmo o romanticismo mal entendido. Con una prosa limpia y amena, el activista reconoce errores —un “endiosamiento” intelectual, elitista y snob, distanciándose de la realidad y otras organizaciones, una pérdida del sentido colectivo en las acciones de esta singular guerrilla urbana— al tiempo que ilustra la etapa posterior al fin de la guerra de Vietnam —¿victoria?—, más de una década en la clandestinidad seguida de una reinserción extrañamente sencilla, seguramente reflejo de un gobierno demasiado avergonzado por uno de los capítulos más penosos de su historia. Fines, que no medios, absolutamente loables cuarenta años después. Honestidad brutal, claridad de discurso y mensaje apabullante. Enormes memorias. “No necesitas al hombre del tiempo para saber cómo sopla el viento”...