Hoy, historia de enjundia sociopolítica en formato gráfico con Del Trastevere al paraíso de Felipe Hernández Cava —guion— y Antonia Santolaya —ilustraciones— que nos propone Reservoir Books. Un relato sobre la memoria, la pérdida y el peso de los actos de una vida marcada por las consecuencias de la radicalidad y el activismo político en la Italia de principios de los sesenta y setenta, en los turbulentos y confusos «años del plomo».  

Nacido en Madrid en 1953, el veterano Felipe Hernández Cava es una referencia entre los nombres más importantes de la renovación del cómic español. Guionista del diario Pueblo, cofundador del equipo de historietistas de El Cubri, director de la revista Madriz y reputadísimo creador de obras en colaboración con distintos dibujantes, como El artefacto perverso junto a Federico del Barrio —mejor guion y obra en el Salón del Cómic de Barcelona de 1997—, o Las serpientes ciegas con Bartolomé Seguí —Premio de la Crítica y Premio Nacional del Cómic en 2009—. Por su parte, la riojana Antonia Santolaya nació en 1996 y es una polifacética artista —escultura, fotograbado, pintura— que como ilustradora ha realizado múltiples colaboraciones con las editoriales más relevantes del país, y que en el 2000 obtuvo, junto a su hermana Dori Santolaya, el Premio Apel·les Mestre por Las damas de la luz.

Hernández Cava y Santolaya llevaban tiempo interesados en unir sus talentos, y la ocasión surgió cuando a ella se le concedió la beca para una estancia en la Real Academia de España en Roma, que disfrutó en el curso 2016-2017. Eso explica la temática italiana de Del Trastevere al paraíso, aunque el historial antifranquista de Hernández Cava también lo acredita como conocedor de ese particular contexto. El de un país convulso y excepcionalmente violento, sacudido por los atentados, los pistoleros y las conspiraciones —gracias a sospechosos habituales como la CIA, la mafia y las cloacas del Estado—. El escenario que marca la existencia del personaje protagonista del libro, Valeria Stoppa. Y sus múltiples identidades…

Porque Del Trastevere al paraíso son una suerte de memorias ficcionales y deslavazadas de Valeria. Una persona forzada a cambiar de identidad en varias ocasiones —de hecho, en el presente narrativo, febrero de 2017, la conocemos como Paola—, para escapar de su pasado, y que ahora echa la vista atrás para confrontar lo vivido y las secuelas de sus actos. Así, vemos cómo la política siempre estuvo presente en su familia, distanciando fatalmente a su padre de su hermano Giorgio durante su infancia. Su influencia será clave para politizar a la adolescente Valeria, con renuencias primero, pero de forma cuasi inevitable al llegar a la universidad, en la que sus amigos y romances la vincularán a círculos próximos a las Brigadas Rojas. Hasta ser partícipe directa de la violencia. Y, por ello, clandestina desde entonces.  

Extracto de «Del Trastevere al paraíso».

En mi opinión, la inserción de la trama vital de Valeria en la historia es notable, permitiéndonos ver/leer acerca de las colisiones ideológicas de una izquierda atomizada e iracunda —con una extrema derecha siempre presente e implacable— y los episodios cruciales de aquellos años sangrientos, como la muerte del anarquista Giuseppe Pinelli —esa nunca esclarecida y más que sospechosa caída por la ventana de la comisaría—; el posterior asesinato del comisario Luigi Calabresi, verdugo de la muerte de Pinelli según las Brigadas Rojas; o el deceso —nuevamente accidental, nuevamente dudoso— del icónico editor comunista Giangiacomo Feltrinelli, fundador de los revolucionarios Gruppi d’Azione Partigiana. En cambio, tengo muchas más dudas con su evolución y transformación en revolucionaria «activa». 

Y es que encuentro la politización de Valeria un poco naïf, dando la impresión que está supeditada a sus intereses afectivos, con el capital personaje de Dante demandando un mayor desarrollo para resultar creíble. Quizás sea la simple necesidad de no alargar en demasía el cómic, pero creo que su personaje central merecería más confrontación ideológica. Sino, queda la sensación de que, a través de Valeria, Hernández Cava está enjuiciando todo movimiento revolucionario como un pecado de juventud que se puede «salir de madre». Que esas hormonas en ebullición son víctimas predilectas de la manipulación política. Creo que es más acertado darse un garbeo por Twitter, ciertas iglesias, las cabeceras de la prensa facha o los «inofensivos» programas de tertulias para encontrar el verdadero origen del problema.  

En cambio, no se le puede poner un pero al trabajo de Antonia Santolaya con los lápices y, en este caso, acuarelas. De regusto clásico y una estructura sobria de dos viñetas por página, su labor en Del Trastevere al paraíso es excelsa, convirtiendo cada estampa en una especie de pequeño cuadro, con un otoñal colorido —parece que desechó su idea inicial de realizar el cómic en blanco y negro, sabia elección— que dota a la obra de una inmediata personalidad, muy acorde con este doloroso ejercicio de arrepentimiento y memoria.

En definitiva, la valoración final de Del Trastevere al paraíso tiene que ser muy positiva. Hay una exploración sumamente atractiva de la evolución de la psique de una mujer que ha lidiado con el debate y la lucha política —reitero que esta parte podría haberse alargado— hasta el punto de no retorno de coger las armas, pero a quien el tiempo ha proporcionado de la capacidad de asumir la responsabilidad de sus actos pasados. Y el cómic se lee con fruición y genuino interés, motivado por la belleza de la ilustración —amplificada gracias a la cuidada edición de Reservoir Books— y la potencia del relato de huida perpetua de su protagonista.