David Byrne y Annie Clark son de generaciones muy diferentes, pero entienden la música de una manera muy similar. Ellos están encima de un escenario para crear un espectáculo que vas más allá del mero hecho de interpretar unas canciones. A lo largo de casi dos horas de concierto, nos ofrecen coreografías (en las que participan ellos y el resto de la banda) y unos juegos de luces y sombras que le dan al espectáculo un toque teatral. Y aunque la química entre los dos no es muy buena (ella es un tanto sosa y se le ve demasiado pendiente de lo que está haciendo en cada momento), tampoco es que haga mucha falta: Annie Clark brilla musicalmente interpretando los temas de “Love This Giant”, que es donde más interactúan. Y no hace falta decir que, cuando cada uno se va su terreno, lo bordan.
“Love This Giant” es un trabajo en el que predominan los instrumentos de viento (metal) y, para llevarlo al directo como se merece, hay que contar con una banda. La que traen Byrne y Clark tiene nueve miembros que tocan flautas, tubas, trompetas, saxofones y trombones, aparte de la batería y teclados. La únicas guitarras son las de los protagonistas de la noche, y Byrne solo se la cuelga unas pocas veces. Todo el peso del concierto lo llevan los instrumentos de metal, que en la gran mayoría de los casos suenan de miedo (aunque a veces se sature un poco el sonido). Tanto en los temas de su único álbum juntos como en sus temas por separado, nos encontramos con la orquesta en primer plano. Y sí, en la gran mayoría de los casos funciona de maravilla.
Who y Weekend In The Dust fueron las encargadas de abrir el concierto. Son dos de los mejores temas de “Love This Giant” (no hay nada como empezar un concierto con el single), y perfectos para entrar en calor. En ellos ya pudimos comprobar la sincronización de la banda, sus bailes y, lo más importante, un David Byrne dispuesto a darlo todo. Desde el principio del concierto no paró de bailar al más puro estilo Talking Heads (esa extraña mezcla del robot y danza africana), tanto cuando era el protagonista, como cuando se convertía en uno más del grupo. Uno de sus mejores momentos fue cuando hizo Strange Overtones, la deliciosa canción que incluía en su última colaboración con Brian Eno. Sonó espectacular con toda la potencia de la orquesta y los coros de Annie Clark en el estribillo. Marrow fue la primera composición que interpretaron de la de Dallas, pero en ella no pudimos apreciar un cambio muy radical, ya que la versión original casi podría ser una canción de su disco en común.
La primera bomba de los Talking Heads fue This Must Be The Place (Naive Melody). La preciosa balada, del quinto álbum de los neoyorquinos, levantó la primera gran ovación de la noche. Y es que está claro, el legado de las cabezas parlantes es para quitarse el sombrero. Tras este momentazo, tocaba bajar un poco de intensidad el concierto, que hasta ese momento estaba siendo de diez. En este tramo nos obsequiaron con The Forest Awakes (la primera canción que compusieron juntos) o Like Humans Do, aquel tema que compuso David Byrne en 2001 y que acabó siendo conocido por ser el soporte sonoro de una campaña de Windows XP. Sin duda alguna, fueron los momentos menos intensos del concierto, pero de eso nos íbamos a olvidar en cuestión de minutos. Y es que en cuanto Byrne cogió la guitarra y empezó Wild Wild Life, todo lo anterior ya daba igual. Sonó inmensa, y fue todo un acierto que el escocés dejara de cantar a partir del primer estribillo, dejando así el protagonismo al resto de la banda, que fueron girando en círculos y cantando una frase cada uno, al pasar por delante del micro. Pero ojo, que la señorita Clark todavía tenía mucho que decir. Suyos fueron los mejores momentos que vinieron a continuación. Bordó tanto Cheerleader (impresionante cómo entra la orquesta en esta canción) como la muy contundente Northern Lights, en la que compartió una extraña coreografía a modo de lucha con Byrne. Esas dos canciones, la muy electrónica Lazy, y I Should Watch TV, fueron las que llevaron a lo más alto la parte final del concierto.
Tras una hora y media encima del escenario, se fueron al descanso. Y debió de ser que les sentó muy bien, porque el primer bis fue nada más y nada menos que una contundente Burning Down The House, con la que pusieron a todo el Circo Price en pie. Fue realmente espectacular, una de esas comuniones entre banda y público que muy de vez en cuando se dan en un directo. De hecho, tuvieron que salir otra vez, ya que de allí no se iba nadie. Byrne sabe que la gira es un fiftie-fiftie, y ahora le tocaba lucirse a St. Vincent. La tejana eligió un oscuro y sobrecogedor tema llamado The Party, en el que se quedó sola en un primer plano, y dejó a la banda a oscuras al fondo del escenario. Fue una interpretación muy intensa, pero quizá no es lo que estaba esperando el público para el segundo bis. A estas alturas, había ganas de fiesta, y eso fue lo que nos dieron en el último tema. Para cerrar, eligieron nada más y nada menos que Road To Nowhere, uno de los temas más famosos de Talking Heads. La hicieron de lo más festiva, totalmente desmelenados, bailando de un lado al otro del escenario, como en el famoso vídeo de la canción (al final se desmelenaron un poco más y cada uno iba un poco a su bola). Por supuesto, la ovación fue de las que se recuerdan. Y minutos después de que se fueran del escenario a modo de orquesta, tocando sus instrumentos, todavía les seguían lloviendo aplausos. David Byrne, Annie Clark y su banda estuvieron brillantes en el madrileño Circo Price.
FOTOS: ADOLFO AÑINO
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