Casi dos semanas después de la celebración del pasado FIB, han madurado muchas de las impresiones de lo que hemos vivido en Benicàssim; no solamente de los conciertos que nos han ofrecido este año, sino también acerca de consideraciones generales del festival, como el camino que ha tomado, la respuesta del público o lo que podemos esperar en un futuro cercano.
Lo que está fuera de toda duda, es que este año el Festival Internacional de Benicàssim ha tenido una gran respuesta de público, ha recuperado un porcentaje significativo de asistentes nacionales y que la impresión general de lo vivido durante el transcurso del evento ha sido mucho más positiva que en los últimos años. Las causas las podemos ir analizando mientras relatamos las pinceladas generales de lo que hemos visto en el FIB 2016.
Los cabezas de cartel
Una de las piezas clave de la recuperación de público en esta edición ha sido la elección de una serie de cabezas de cartel muy populares y catalogados como “vendedores de tickets”. Es significativo que el jueves, una jornada que (hasta hace poco designado como “fiesta de bienvenida”) suele tener poca afluencia (comparado con el resto de días), este año presentaba un muy buen color gracias a la presencia de unos rompepistas como Major Lazer. Aunque es que aunque lo que hicieron sobre el escenario nos pareció en algún momento un batiburrillo de estilos de moda sin pies ni cabeza, es indudable que son una auténtica fiesta con bocinas, confetis, luces, bailarinas…todo enfocado a un solo objetivo: la diversión. El jueves también tenía un cebo importante para el público inglés, el rapero Skepta. Si bien no es demasiado popular en nuestro país, los asistentes británicos tienen una importancia capital en este festival y programar a artistas que mueven a su público joven se convierte en algo fundamental. La apuesta por el hip hop viene doblándose en los últimos años (recordemos que también se han programado artistas tan importante como Kendrik Lamar o Young Fathers) y en este 2016 parece que el órdago ha sido definitivo (aunque menor que la rebosante apuesta electrónica). Bueno, Skepta solo actuó tres cuartos de hora, dio buena muestra de su hip hop subirbial y mostró su enfado con el mundo, pagando las redes sociales sus últimos puñetazos en forma de palabras.
El viernes el gran protagonismo lo tenían The Chemical Brothers, una banda de una importancia máxima para el festival, un verdadero icono del FIB. Ellos fueron los que en su momento atraparon al público indie rockero en la electrónica, haciéndoles bailar sin complejos ni reparos, ellos son el verdadero enlace entre la generación de los primeros fibers y la actualidad. La actualidad porque dieron un soberano concierto, repleto de hits, de ritmo y de contundencia, con unos visuales atractivos, donde además de no olvidarse ningún clásico encajaron lo mejor de su repertorio más reciente. Fue el mejor concierto visto a estos tipos en mucho tiempo, y son unos cuantos.
Aunque si alguien ha sido el auténtico protagonista del FIB 2016 ha sido Muse. La banda de Matt Bellamy ha sido responsable de un buen número de las entradas vendidas de esta edición –además del sold out del sábado había que ver el ambientazo de su concierto y las carreras de los jóvenes hacia el Escenario Las Palmas para pillar sitio nada más abrir puertas a las 18:30 horas-, y es incuestionable el gran espectáculo que ofrecen a sus fans tanto en sonido como en recursos pirotécnicos. Otra cosa es que a algunos nos parezcan sobrevalorados, excesivos y grandilocuentes o que incluso su música nos chirríe, pero no se me enfaden, al César lo que es del César. El mismo día, actuaron como segundos de abordo Disclosure para rematar la noche con un recinto a reventar bailando esta nueva forma de house y garage house que ha regenerado el dúo británico.
Los grandes nombres del domingo iban por otros derroteros. No eran artistas comerciales –al menos para este tipo de festival-, pero le conferían un caché artístico muy importante y mantenían la otra pata de la mesa – la del prestigio- bien firme. Kendrick Lamar fue el primer confirmado de este año, un joven y enorme artista que ha sacado algunos de los mejores discos de hip hop de las últimas décadas. Triunfador absoluto la pasada temporada con su “Pimp a Butterfly” y con un discurso social de gran calado en Estados Unidos. Pudimos ver que las historias sacadas de su experiencia en el suburbio de Compton no solo impactaban al otro lado del charco, los chavales ingleses se sabían las canciones y vibraban con ellas – lo de “King Kunta” fue apoteósico. Algunos medios han criticado la austeridad de su espectáculo, pero al contrario yo creo que la fuerza del personaje necesitaba todo el foco en él, porque este genio merecía que nada le hiciera sombra. Solamente una pequeña banda dándole la cobertura jazzy y funky a las canciones y el mensaje “HOW MUCH A DOLLAR COST?” proyectado en el telón del fondo, fueron necesarios para adornar el mejor concierto del avasallador Kendrick “King of the FIB” Lamar. Corrió el escenario mil veces, escupió sus rimas como balas o las dejo caer como plumas según era necesario y se metió a la gente en el bolsillo sin necesidad de mucha parafernalia.
Tras Lamar, llegaron Massive Attack, los mitos del trip hop de Bristol, una banda que ha sabido renovarse y continuar su carrera rodeándose de colaboradores brillantes que les han mantenido cerca de las nuevas tendencias sin perder un ápice de su misticismo. Ya sabíamos que su espectáculo visual con mensajes políticos y sociales, además de noticias del día, era impactante, pero combinado con su oscura y sensual música fue abrumador. Esos bajos que resuenan en el esternón, esas melodías culebreando, ese hipnotismo, es lo que idealizamos de Massive Attack y es lo que nos dieron. Les acompañaron para algunos temas Azekel y Young Fathers –que habían tocado en la misma jornada-y cerraron con la colaboración de Deborah Miller para cerrar con “Unfinished Sympathy”.
El grueso del pelotón
Los asiduos a grandes festivales, los que no van por moda o porque les chifla un gran nombre, suelen disfrutar y sacarle jugo en la parte media de la tabla, la de los grupos importantes pero que no figuran con las letras más grandes, y en buena parte es dónde se distingue la calidad y potencia de un festival. Si bien esto ya no es lo que era –tiempos pasados fueron mejores, pero tampoco nosotros somos los de antes-, en el FIB continúan programando un buen puñado de nombres de interés contrastado que nos pueden hacer disfrutar un buen rato, más aún si como es el caso no nos interesan demasiado esos nombres comerciales de relumbrón que actúan de cebo para otros –algo muy legítimo y respetable- .
Dentro los conciertos de este tipo que más disfrutamos estuvieron The Kills y Echo & The Bunnymen la jornada del sábado. The Kills ya han perfeccionado su fórmula de post punk sensual de tal manera que tanto Jamie Hince como Alison Mosshart son tan iconos sexuales como músicos. Se les vio muy en el show y pasándolo bien, lo que sumó el plus necesario para superar el hecho de que su escenario no estaba rebosante de público al coincidir con el megalodón Muse. La banda de Ian McCullogh tiró de la calidad que les confieren los años y sin hacer nada especial dieron una lección de elegancia y fiabilidad. Sus dos últimos trabajos son más que dignos para una banda tan veterana y no olvidaron clásicos como “Lips Like Sugar” o “Killing Moon”, por lo que nos dejaron a los fans más que satisfechos.
Dentro de la programación de viernes destacaron unos soberbios The Soft Moon, con un post punk y una darkwave atronadores, muy modernos y con mucha enjundia, aunque tocaran pronto ante poco público –el grueso de los presentes estaba viendo a Hinds-. También The Coral dieron un concierto muy serio, con un rock clásico muy ácido y con un sonido impecable. Sus nuevas canciones son un auténtico tiro y encajan perfectamente en una discografía exquisita. Interesante pero menos excitante de lo previsto fue el set tras los platos de Jamie XX, aunque la elegancia en la composición e incluso en la selección del maquinista de The XX está fuera de toda duda y ha supuesto una regeneración importante en la última hornada de la electrónica con clase. Mac DeMarco y sus colegas volvieron a dar buena muestra de su freak show, pero también de sus preciosas canciones. Es increíble como este canadiense simpático y excéntrico puede estar tan acertado en esas melodías de garage folk tan tarareables. Se tiraron al público, se quitaron la ropa, bebieron vino y tocaron grandes temas, ¿qué más? En cuanto a la nostalgia sintética tuvimos ración doble con el maestro DJ Shadow, que se mostró oscuro y emocionante como las tinieblas, recordándonos como nos atrapó generaciones atrás, y unos hermanos Dawaele, esta vez como Soulwax, enfrascados en su machacón espectáculo de rock electrónico, el big beat y el house de trazo grueso, pero soberbios como siempre – creo que ellos y nosotros estamos un poquito hartos de su faceta como 2Many Djs -. Entre la serie de media brillante pero de espectro comercial cabe destacar a unos The Vaccines cada vez más cómodos en ese papel, con un show acelerado repleto de hits instantáneos sin necesidad de llegar al hooliganismo de otros como Kaiser Chiefs.
Gratas sorpresas
Aunque ya les conocíamos en disco y teníamos su rastro totalmente fijado en nuestro olfato, todavía no habíamos podido ver en directo a Tijuana Panthers y Fidlar, dos de las bandas que abrían la última jornada. Los primeros muy finos con su garage surfero sixties y los segundos a base de hardcore melódico, punk pop y mucha jeta -empezaron con una versionaza de “Sabotage” de los Beastie Boys- fueron lo más refrescante de unas jornadas previsibles, al menos para los que vamos a muchos festivales cada año.
Los de aquí
Dentro del indie festivalero que congrega a más público, La Habitación Roja se dieron un merecido baño de masas ante su público; Dorian también arrasaron; Neuman estuvieron rockosos y eficientes como siempre; y Zahara mostró su versatilidad con la gran banda que siempre le acompaña. En el terreno más alternativo Chucho demostraron que vuelven a morder; Hidrogenesse nos pusieron a bailar a todos con un ingenio insuperable; Cápsula –ya los considero españoles- dieron una lección universal de rock en su homenaje a Bowie; El Guincho estuvo algo oscuro, pero su proyecto es un oasis de valentía; Hinds demostraron que ya saben tocar; The Zephyr Bones siguen siendo la joya mejor guardada de la lisergia; Cosmen Adelaida domaron el ruido con buenas melodías y actitud envidiable; Perlita nos lo hicieron pasar pipa; Soledad Vélez demostró lo bien que le sienta la metamorfosis sintética; Ramirez Exposure dio una lección de pop sin pretensiones; Baywaves practicaron una psicodelia pop que si fuera de las antípodas sería de escenario grande; Lois crece y crece con un proyecto valiente, rico y muy a tener en cuenta; Juventud Juché arrollaron soltando bilis y Aries sufrió de un sonido injusto para la belleza de sus canciones.
Bandas que quizá mejor no hubiéramos visto
Realmente no vimos sus conciertos al completo, porque consideramos que ya habíamos perdido suficiente tiempo, pero algunos artistas nos robaron inexplicablemente tiempo de ver otras cosas, o incluso preciosos minutos de hidratación en barra, como por ejemplo los diluidos hasta la insipidez Bloc Party, el AOR de Catfish and The Bottlemen, el insulso y casi insultante indie pop británico de Walking on Cars. Incluimos a Band of Skulls en este apartado, porque aunque su stoner nos guste y sea pegadizo, ya son de un repetitivo que resulta un poco cansino.
Artistas que no vimos, pero que queremos seguirles la pista
En este artículo no hemos comentado a muchas bandas que actuaron en esta edición del FIB, la mayoría por coincidencia con otros conciertos y otras, para que negarlo, porque no nos interesaban en absoluto. Sin embargo hay algunos artistas que nos duele bastante habernos dejado en el tintero, pero que esperamos pillarles en pronto y con ganas como es el caso de Gaspard Royant, Dan Deacon o Young Fathers.
Conclusión
El FIB 2016 nos ha sorprendido, nos ha dado bastante más de lo que esperábamos, incluso mirando el cartel no pensábamos que la edición iba a ser tan satisfactoria. Han recuperado brío, han encontrado una nueva forma de hacer las cosas que les ha devuelto público y esperamos que la sigan para que dejen de darnos sustos. Ya no esperamos aquellos carteles majestuosos en los que había que decidir entre tres conciertazos imperdibles a las siete de la tarde, aquellos años en los que se competía y derrotaba al Primavera Sound, pero esperamos que se hayan desterrado para siempre algunas sonrojantes jornadas de ediciones recientes. No nos importa que para recuperar color haya que hacer concesiones de megagrupos comerciales –nacionales o internacionales-, no nos importa que el cartel sea más reducido y que haya un tramo dedicado únicamente a la fiesta y el baile, porque si el equilibrio es aceptable como este año, aquí estaremos para atestiguarlo y aplaudirlo.
Fotos: Fib 2016
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