Apenas dos semanas antes del pistoletazo de salida saltaban todas las alarmas. El Festival Internacional de Benicassim veía peligrar su futuro y en los medios digitales y redes sociales se llegó incluso a especular sobre una inminente suspensión. Pero finalmente, y para consuelo de muchos, la organización emitió un comunicado tranquilizador, explicando que una importante inyección de capital -gracias la venta de una parte significativa del accionariado a dos importantes promotoras inglesas- garantizaba la celebración del evento. Así, la decimonovena edición del FIB pudo comenzar con normalidad.

(Nuestro principal objetivo aquí será relatar lo que aconteció musicalmente, aunque debido a la convulsa situación del FIB, a la deriva en los últimos años, y al vértigo de asomarnos a un futuro incierto, nos reservamos para la conclusión final algunas reflexiones acerca del presente y el futuro de uno de los eventos musicales más importantes de las últimas décadas en nuestro país).

JUEVES

Es inevitable empezar comparando la programación de las jornadas inaugurales de los últimos años, especialmente las de los dos anteriores -con Plan B, Pendulum y The Streets como cabecillas de cartel en 2011 o la caída de una discutible primera espada como Florence & The Machine en 2012-. Este año se encargaron de completar un cartel bastante digno.

La elección de Toundra para inaugurar el Escenario Maravillas era una apuesta segura, un triple en el primer partido. Tienen todo lo que cabe esperar de un grupo encargado de apretar el botón de ignición. Y es que la intensidad del post rock y la vehemencia instrumental de los madrileños de Aloud Music están lejos de poder ser cuestionadas. Por esto mismo, y a pesar de militar fuera de los canales comerciales convencionales, se han ganado a pulso aparecer en los carteles de los festivales más grandes a nivel nacional. Poco importó que pillaran al público todavía entrando o poco metido en ambiente y con el sol aún en lo alto, porque Toundra, en escasa media hora, nos encendieron a todos.

Con nuestra maquinaria engrasada ya gracias a este buen comienzo, cambiamos el escenario principal por el FIBCLUB para ver a Temples, uno de los grupos anglosajones de nueva hornada con mejores críticas en su país. Las canciones contenidas en su debut homónimo se construyen a partir de ligeros pellizcos de la los Byrds más alucinógenos, los primeros Pink Floyd, el glam de T-Rex, acercándose a la psicodelia de Tame Impala, pero tamizadas a través de un sonido mucho más pop, mucho más dulcificado y mucho más accesible. Sin descubrir la pólvora ofrecieron un muy buen concierto y demostraron que el envoltorio vintage de su neo psicodelia pasa con nota la prueba del directo, sobre todo su incuestionable y fantástico single Shelter Son, el cual reservaron para finalizar.

Con los últimos acordes de esta canción desandamos el camino hasta el Escenario Maravillas donde se encontraba La Roux en plena faena. A los ingleses les precedían malas críticas acerca de su caótico directo y la presencia escénica de Elly Jackson, pero por lo que pudimos ver de su concierto no nos parecieron merecer semejantes comentarios. A pesar de sus evidentes limitaciones como artista ella se desenvolvía con energía, y aunque las canciones electropop de su primer disco tienen prácticamente cuatro años, provocaban al público las ganas de bailar. Tocaron algunos de sus singles más reconocibles, como I’m Not Your Toy o Bulletproof, y les sumaron algunos de los temas nuevos que llevan meses presentando en las redes sociales como adelanto de su nuevo trabajo y que, visto lo visto, mantienen una continuidad en sus formas y su estilo.

Ante una complicada elección, decidimos sacrificar el concierto de la banda de rock instrumental And So I Watch You From Afar, a los que ya habíamos visto en 2011 ofrecer una sorpresiva y espectacular actuación, para poder combinar los sets de Little Green Cars y Beach House.

En los últimos años hemos asistido al nacimiento (y correspondiente paso por nuestro país) de un gran número de bandas irlandesas practicantes de un pop folk con tintes épicos muy característicos y, si en ediciones anteriores del FIB contamos con la presencia de Delorentos o The Coronas (que repetían este año), en esta ocasión tuvimos a Little Green Cars. Estos dublineses sólo tienen un disco de reciente edición, Absolute Zero (2013), pero se han hecho con cierta notoriedad acompañando a Jake Bugg en sus extensas giras por Estados Unidos y Reino Unido, llegando a participar en festivales tan importantes como SWSX, Coachella o Lollapalooza. Su sonido coral y épico se amplifica en directo y si se escucha con benevolencia puede recordar a unos Arcade Fire menos ambiciosos. La comparación con los canadienses se hace plausible en canciones como Harper Lee o Withching Hour pero sobre todo en John Wayne, su mejor tema, el cual, como muchos de los grupos noveles o de serie media, dejaron para terminar su concierto.

A nuestra llegada al Escenario Maravillas en busca de Beach House encontramos una sencilla y atractiva puesta en escena, con la silueta de Victoria Legrand, Alex Scally y Daniel Franz -batería que les acompaña habitualmente- rodeados de brumas iluminadas de luces de blanco y rojo intenso. Todo estaba dispuesto para reducir el escenario a un cuadro intimista desde el que poder trasmitir el dream pop aterciopelado que caracteriza a los norteamericanos, pero la esperada conexión no llegó a producirse. Ni el escaso volumen general ni la voz de Legrand, de la que no pudimos percibir sus dulces matices, lograron captar nuestra atención hacia las ensoñadoras composiciones como Myth, Wild, Wishes o Silver Soul. Posiblemente no era el momento, el lugar, ni las condiciones adecuadas para ver a la banda y su concierto de escasa media hora pasó sin pena ni gloria para cualquiera que no fuera fan del grupo de Baltimore.

Al término del concierto de Beach House nos quedamos en el escenario grande esperando la llegada de Queens of the Stone Age: era un peligro intentar atravesar las ordas de ingleses que abarrotaban el concierto de Rudimental y además apetecía aguardar el plato fuerte de la noche con los ojos bien abiertos y los cubiertos ya preparados en las manos.

Hay que decir que la inclusión de una banda de rock americano tan potente como Queens of the Stone Age en un jueves de FIB supone, a parte de una agradable sorpresa, un indudable salto de calidad comparado a los flojos carteles de los dos años anteriores, como se ha comentado al comienzo de esta crónica.  Este concierto había creado mucha expectación y cabe destacar que una parte del público local había elegido asistir sólo a esta jornada, y así poder ver a uno de los grupos más importantes del rock actual que, además, no había aparecido todavía por estas latitudes.

Josh Homme y sus hombres salieron al escenario mientras tras ellos una gran proyección, tan efectista como efectiva, mostraba un cristal rompiéndose en mil pedazos. Un buen presagio del espectáculo cortante e impactante que estábamos a punto de presenciar. Contundentes, rocosos y aplastantes desde el primer minuto, QOTSA demostraron que se merecen el puesto de privilegio que ocupan en el rock&roll.

Es cierto que su último trabajo …Like Clockwork (2013) no ha recibido el aplauso unánime de sus fans más acérrimos, pero es un disco que crece, se fija y se posa tras sucesivas escuchas; un trabajo más adulto que hará subir otro peldaño a los californianos, al más alto de todos. Además este concierto no fue una presentación de disco al uso y para regocijo de todos intercalaron nuevos temas – como I Appear Missing, Smooth Sailing, la sugerente If I Had a Tail o el éxito instantáneo My God Is the Sun- con sus éxitos clásicos, como Little Sister, No One Knows, Make It With Chu o Go with the Flow. Controlaron a su antojo el tempo del espectáculo con una profesionalidad al alcance de muy pocos mientras Josh Homme se mostraba tan comunicativo como desafiante frente al público. Además, jugaron un importante papel las animaciones dirigidas por Liam Blazier a partir de las ilustraciones del artista británico Boneface, las cuales sirvieron en su día de videos de presentación para canciones de su nuevo trabajo. Muy en la línea del Sin City de Frank Miller o Death Proof de Tarantino, resultaron absolutamente llamativas las imágenes de espectros, animales carroñeros y grandes bandadas de cuervos. En definitiva, QOTSA pasaron frente a nuestros ojos como una gran bola de fuego y dejaron para el recuerdo uno de los mejores conciertos de la presente edición e incluso de los últimos años.

Tras un descanso (necesario para recuperarnos de tan impactante actuación) y mientras John Talabot todavía hacía bailar a la gente en el Escenario Trident Senses, en el mismo lugar donde habían actuado Las Reinas de la Edad de Piedra aparecieron Hurts. Consiguieron reunir sobre todo a los ingleses menos bulliciosos y con su synth pop elegante y ochentero fueron aliviando, a base romanticismo edulcorado, toda la adrenalina que aun bullía en nuestros cuerpos, con temas como Better The Love, Somebody Die For, Illuminated o Wonderful Life.

Con el grupo de Manchester se cerró el Escenario Maravillas y también nuestro recorrido por la primera jornada del FIB 2013. El saldo fue positivo: Un concierto de primerísimo nivel y otros tantos con los que pudimos disfrutar de buena música.

VIERNES

Valió la pena retomar la costumbre, antaño incuestionable, de asistir a los conciertos de primera hora. Todos los días había programados grupos interesantes, – muchos de ellos recomendados en la previa de cada jornada desde nuestro twitter– y los de del viernes fueron los escoceses Attic Lights. Su punto fuerte es, básicamente, la producción de power pop fresco y juvenil a medio camino entre Teenage Fanclub y Weezer. De hecho su mejor tema, So You Love Me, con el cual cerraron su media hora reglamentaria, podría estar firmado perfectamente por la banda de Rivers Cuomo.

A continuación en el Escenario Trident Senses actuaban los franceses Alba Lua, grupo al que quisimos prestarle atención por las excelentes críticas que poco a poco van acumulando, además de por sus composiciones pop de melodías ensoñadoras que beben tanto del folk como la psicodelia. Resultaron agradables y muchos agradecieron la sombra que en ese momento daba el escenario para disfrutar cómodamente de su música.

La vuelta al Escenario Maravillas era obligada si queríamos ver una banda que difícilmente pasaría por nuestro país fuera de un festival de estas características. Si a esto le sumamos que el grupo en cuestión no es conocido en España, vienen del otro lado del océano y no hacen un rock comercial, Hanni el Khatib era una opción lógica y más que acertada para los amantes del rock & roll. Este músico de Brooklyn descendiente de palestinos y filipinos es otro de aquellos artistas surgidos a partir del renacimiento del rock&blues vintage, puesto en órbita por White Stripes y actualmente encabezado por The Black Keys. (Resulta esclarecedor saber que su segundo disco Head in the Dirt (2013) está producido por Dan Auerbach cantante de estos últimos). A pesar de que a la mayoría no les suene el nombre, en Estados Unidos ya ha cosechado algunos importantes éxitos gracias a la colocación de sus temas en importantes anuncios o conocidas series, tales como Family, Bulid. Restore. Rebuild o Can’t Win ‘Em All, todos coreados por los anglosajones. Su poderoso directo fue una de los más agradables descubrimientos de un festival en el que es fácil encontrar perlas británicas escogidas para regocijo del cada vez más alto porcentaje de público de las islas, pero al que le cuesta apostar por grupos del otro lado del charco.

Y tras el rock vintage del norteamericano nos dirigimos hacia el blues paleolítico, espartano y rabioso de los jienenses Guadalupe Plata. Básicos, auténticos y tan ásperos como el lodo del Mississippi dejado secar al sol, nos hicieron disfrutar de los bordes afilados de Lorena, Como una SerpienteBaby Me Vuelves Loco o Rata. Mientras bailábamos y disfrutábamos de cada guitarrazo veíamos a nuestras espaldas bandadas de ingleses corriendo para ver a Dizzy Rascal, pero no sentimos ningún tipo de remordimiento por quedarnos donde estábamos.

Mereció la pena ver como sacaban el mejor blues pulsando una cuerda atada a un palo sostenido sobre un barreño de hojalata mientras el batería tuvo que pegarse la baqueta a su mano escayolada con esparadrapo para tocar. Eso es entrega.

Siempre es interesante prestar atención a los escenarios más pequeños, en muchas ocasiones se encuentran joyas que no tienen nada que envidiar a lo programado en tablaos mayores. Por esta razón y porque las referencias eran muy positivas entramos en la Carpa Jack Daniel’s Stage para ver a Fira Fem. Existe la opinión generalizada de que la música indie española es muy conservadora y que parece que todos los grupos están cortados por el mismo patrón. Y tendrá mucho de cierto, pero también es verdad que si nos esforzáramos en mirar más allá de las bandas que nos ponen a diario sobre la mesa descubriríamos propuestas frescas y reconfortantes como la de estos malagueños. Pop electrónico bailable, psicodelia electrónica con influencias como El Guincho, Caribou o Animal Collective, y otras tantas cosas por las que merece la pena escucharles. Palabra.

Una vez terminado el concierto del rapero Dizzee Rascal buscamos hueco en el Maravillas para ver a Beady Eye sabiendo que los Gallagher, en cualquiera de sus formatos, mantienen intacto su tirón entre sus seguidores ingleses. Una vez colocada la banda que le acompaña desde la última etapa de Oasis, Liam Gallagher apareció sobre el escenario con su chulería característica y pose desafiante, la cual no abandonó en ningún momento. Comenzaron con Flick of The Finger, primer single de su segundo álbum Be (2013), el cual centralizó el set list de la noche sonando temas como  Second Bite of The Apple, Soul Love o Shine a Light. De su primer álbum rescataron Four Letter Word, The Roller, Bring the Light y Wigwam, pero, por supuesto, la apoteosis se produjo con las versiones de Oasis; Rock and Roll Star y What’s the Story Morning Glory? Es increíble el efecto que despierta cualquier canción de su anterior banda: los ingleses lanzan por los aires cualquier cosa que lleven en la mano y se gritan unos a otros las letras de las canciones olvidándose por completo del escenario, incluso dándole la espalda si el momento lo requiere. Y es que, aunque su segundo disco haya subido el listón de su debut y contenga canciones que funcionan mucho mejor en directo, las versiones de Oasis son un seguro del que difícilmente se desprenderá cualquiera de los dos hermanos. No podemos pasar por alto el sonido, que dejó bastante que desear, sobre todo cuando el vocalista parecía perder por completo el timbre de voz que algún día tuvo a la tercera canción del repertorio. (Tampoco se entiende que con el calor que hace en Benicassim salgas ataviado con un raincoat y necesites apartarte cada poco de tu banda para secarte el sudor que produce el efecto invernadero, pero eso ya es otro tema). Puestos a comparar, su hermano Noel ofreció un concierto mucho más sólido en la anterior edición, a pesar de presentar un único disco en solitario.

Otro artista de curriculum glorioso es Johnny Marr que actuaba a continuación en el Escenario Trident Senses. El que fuera guitarrista y compositor en The Smiths ha pasado los últimos 30 años participando con mayor o menor acierto en diferentes proyectos donde habitualmente no era el protagonista y después de todo ese tiempo decidió sacar su primer disco en solitario The Messenger (2012), un trabajo de pop notable, actual y vibrante. Con semejantes armas se presentaba en el escenario y balas como Right Thing Right, Upstarts, Generate Generate o New Town Velocity sonaban como auténticos ejercicios de buen gusto. También encontró hueco para rescatar Getting Away With It de Electronic –el grupo que formó junto a  Bernard Sumner a principios de los 90 y con el que han sacado tres discos cuando les ha apetecido- y el clásico I Fought the Law que escribió Sonny Curtis de The Crickets , que haría famosa Bobby Fuller y mundialmente popular The Clash. El aspecto de Marr era inmejorable, sonriente y simpático, implicado y comunicador y se movía y saltaba como si tuviera 20 años menos. Nadie dudaba de su maravillosa forma de tocar la guitarra pero sí de su voz, que pasó la prueba con nota para no ser realmente un vocalista. Si a todo este cúmulo de felices circunstancias le sumas el privilegio de poder escuchar – consiguiendo no echar excesivamente en falta la voz de Morrissey– sus éxitos de The Smiths; Stop Me If You Think You Hear This One Before, Bigmouth Strikes Again, How Soon Is Now? y una There Is A Light That Never Goes Out con la que nos dejó con la lagrima a punto de caer, los del público no tuvimos más remedio que corear en la despedida: “Johnny Fuckin Marr!, Johnny Fuckin Marr!”.

Con el corazón en un puño y la piel de gallina aún nos apresuramos para ver a Primal Scream que ya sonaban en el escenario grande, porque aunque sean uno de los grupos que más veces ha pasado por los escenarios de Benicassim, su presencia siempre está de una u otra manera justificada; si no es por la revisión de un disco imprescindible como Screamadelica  (1991) en su vigésimo aniversario,  es para presentarnos un trasgresor y apabullante último trabajo More Light (2013).

Comenzaron con 2013, primer single y tema de nueve minutos que abre su nuevo álbum pero lejos centrarse en presentar este disco, los de Manchester con buen criterio y sentido del espectáculo se dedicaron a ofrecer un repertorio lleno de grandes éxitos por el que desfilaron canciones como Movin on up, Rocks, Swastika Eyes, Country Girl, Kill Speed o Shoot Light. Bobby Gillespie demostró que es uno de los frontman más solventes y con su figura desgarbada no paró de corretear y bailar de principio a fin. Dedicó Goodbye Johnny a Amy Winehouse puesto que faltaban solamente cuatro días para el segundo aniversario de su muerte y se marcharon del escenario dejando atrás, una vez más, un estupendo show y un trabajo bien hecho.

Haciendo balance, el viernes también nos dejó un buen sabor de boca. Descubrimientos, novedades y sobre todo dos grandes conciertos para cerrar la noche

 Fotos: Laura de Marco