¡Lo prometido es deuda! Una vez regresados de nuestra «expedición» a Cardiff, la capital del reino de los castillos y los dragones rojos, aquí os traemos la crónica de lo vivido y disfrutado en el Wales Goes Pop! Tres días de indiepop —100% libres de trap y otras moderneces para hipsters y «cuñados» musicales de turno— y globos que dieron para mucho, ¡así que empezamos ya!

Viernes 14 abril

¿Un festival que arranca con los conciertos a las dos del mediodía? ¿Y en una iglesia? Mientras apenas habíamos recorrido por primera vez la distancia entre el puerto y el barrio/distrito de Roath donde se ubica The Gate, conseguido algo que comer —hablamos de Reino Unido, alimentarse con un mínimo de dignidad no es tan sencillo— y alucinábamos con la sala principal de esta iglesia transformada en desacralizado recinto donde rendir pleitesía y devoción al pop, HMS Morris abría la quinta edición del Wales Goes Pop! con su extraña combinación de electro-psicodelia, algo así como Hospitality o la Kate Bush más poppie hubieran tenido una sobreexposición a las excursiones sónicas de Syd Barret. Acto seguido, llegaría el turno de los mancunianos False Advertising y su noise-pop/grunge noventero algo destartalado. Pero para entonces el relajado, familiar y festivo —la «guerra» de los globos a punto de desencadenarse— ambiente del Festival, muy en la línea de lo vivido en Indietracks, ya nos había contagiado.

A continuación, llegó el primer paseo a la sala pequeña de The Gate, su acogedora cafetería, que sirvió para descubrir a los locales Neurotic Fiction y su contagioso janglepop con trazos post-punk. Primer nombre muy a tener en cuenta. No fue el caso de Tender Prey, de nuevo dentro del templo propiamente dicho y su confusa mezcolanza de estilos que ellos califican como weird pop. Y es que no todo el mundo puede imitar a Kristin Hersh y salir bien parado.

Tras varios grupos jugando/estirando los límites de eso que llamamos indiepop, con Martha Ffion recuperamos su versión más canónica y, por qué no decirlo, deliciosa. Un cruce soñado entre Tracyanne Campbell y Angel Olsen, «escocesamente» melancólica —aunque ella sea irlandesa— a la vez que poseedora de ese toque vintage, doo-woop a lo Tamla/Motown, una voz desarmante, una banda más que solvente y, sobre todo, joyas del calibre de Wallflower, No applause o So Long, las expectativas depositadas en su actuación se cumplieron con creces. Será grande…

El sold out de la primera jornada se hizo evidente con los siguientes conciertos, a cargo de Girl Ray y Sacred Paws. Los primeros son una pequeña sensación underground en las tierras de Albión gracias a su encantadora apropiación de sonidos lo-fi a lo Moldy Peaches, pero también a su particular, idiosincrática manera de entender el pop, que les emparenta con Cate Le Bon. Además, cuentan con la enorme fortuna de la magnética, flotante voz de Poppy Hankin. El concierto en si fue, siendo generosos, regulero, con notorios problemas de sonido y una cierta sensación de no controlar el escenario en ningún momento. Pero el futuro es suyo. Sino escuchad I’ll make this fun o Trouble y luego me contáis…

Todo lo contrario que el dúo Sacred Paws, que brillaron con su show y pusieron a todo el Festival a bailar con su afroindiebeat de ritmo infeccioso. Aunque uno tiene la impresión que la banda es, al menos por ahora, un one trick pony, con las canciones que conforman Strike the match siendo sospechosamente parecidas entre sí, la verdad es que lo bordan. Además, Rachel Aggs es una frontwoman arrolladora —la batería Eilidh Rodgers asume un discreto papel secundario— y su pegada es incontestable.

Tras la dolorosa baja de última hora de Joanna Gruesome, las encargadas de cerrar el primer día del Festival era otro dúo de postín, Honeyblood, a quienes había muchísimas ganas de ver, por fin, en directo. Y pese a que no puede decirse que su horita en el escenario fuera memorable, con demasiados parones —exceso de globos y, tengo que decirlo, ¡oh blasfemia! niños muy pesados— y una cierta saturación de ruido en detrimento de las melodías, Stina Marie Claire Tweeddale y Cat Myers tienen canciones —en una decidida apuesta por defender su segundo disco Babes never die— para convertir hasta a los menos creyentes al indiepop más aguerrido y adictivo. Ya os dije que el Wales Goes Pop! dio para mucho… ¡y sólo ha sido el primer día!

Honeyblood

Sábado 15 abril

La segunda jornada del Wales Goes Pop! se presentaba como la menos destacable, a priori, del Festival. De nuevo a horas intempestivas, los héroes locales y organizadores del evento, The School fueron los encargados de abrir las actuaciones del día. Jugando en casa, risueños y distendidos, hubo algún que otro patinazo palmario y, a veces, la sensación de estar presenciando un ensayo con público. Pero se les perdona todo. Es imposible no quererlos.

Le tocaba el turno a nuestros queridos Linda Guilala, pero serios problemas técnicos provocaron la rápida respuesta de la organización, adelantando la actuación de Winter Coat en la cafetería de The Gate mientras los gallegos disponían de más tiempo para solucionar el imprevisto. Y la jugada salió redonda. Primero porque el cuarteto local resultó toda una sorpresa, arrebatador indiepop que coquetea con el dreampop más evocador e intenso y promete regalarnos grandes momentos en el futuro más inmediato —de hecho, ya cuentan con una joyita titulada Into the blue—. Y segundo, porque arreglados los problemas de sonido,  Linda Guilala demostraron ser imparables. Aturden, planean sobre el espectador, embisten, se repliegan, acarician y noquean a voluntad. Generosos en el rescate de su estupendo EP Xeristar, intercalándose en el indispensable Psiconáutica, su sesión de hipnosis noise-pop electrificó y enganchó a todos los presentes, muchos de ellos perplejos ante el impactante despliegue del trío. No esperábamos menos de ellos. Vine, vidi, vinci

Tras tomarnos un pequeño respiro, asomaron los escoceses Spinning Coin —primer fichaje de Geographic, el sello de los Pastels— y su pop guitarrero. Es un grupo bipolar, de dos caras bien diferenciadas. Una fiera, con tendencia a la abrasión. La otra melancólica y jangle, donde la voz de Sean Armstrong adquiere notable importancia. A veces son Twerps y —ojo, cuidado— los primeros Teenage Fanclub. Otras, en cambio son, umm… ejem, Weezer. ¿Adivináis con cuál se queda uno?

La tarde entraría entonces en una fase de impasses. En primer lugar porque servidor no «pilla» a The Just Joans. Ya me sucedió en Indietracks, y no soy capaz de encontrar los motivos. En «teoría» deberían gustarme, ya que se sitúan en algún lugar entre The Beautiful South —sin Jacqui Abbott, eso sí— y unos Magnetic Fields más costumbristas. Pero no hay manera. Aunque está claro que el problema es mío, porque el público respondió entusiasmado. Y luego con Slug, el nuevo proyecto del ex Field Music Ian Black. Tan ambicioso como algo amorfo, el grupo toca «todos los palos»: ritmos funkies, arrebatos glam, pasajes de pop sintético y ochentero, riffs de «alto octanaje», ocasionales exploraciones ambientales a lo Brian Eno… En fin, que uno se pierde entre tanto viraje sónico. Menos mal que Black es un excelente frontman, hiperactivo, incansable, fogoso, y donde las canciones no llegan, ahí está él, haciéndonos pasar un rato tan chocante como divertido.

Al menos para nosotros, los encargados de cerrar la jornada serían Hooton Tennis Club y su indiepop de guitarras de trazo tan clásico como intachable en directo. El cuarteto de Wirral tiene una puesta en escena incontestable. Guitarras radiantes, armonías vocales, olfato melódico y un buen puñado de temas que no sorprenden y, sin embargo, enganchan irreversiblemente. De nuevo a uno le vienen a la cabeza Norman Blake y los suyos, pero también un mito del otro lado del océano llamado Big Star, ambos pasados por el filtro del siglo XXI. Una muy grata sorpresa —en disco el impacto no era, ni de lejos, comparable—  para acabar una desigual segunda jornada con muy buen sabor de boca.

Hooton Tennis Club

Domingo 16 abril

Algo más tarde, pero aún a horas intempestivas, de sobremesa, el tercer día de Festival nos citaba en su sala pequeña para calentar motores con la breve actuación de Naomi Rae. Soul-pop añejo, bastante previsible pero apasionado e interpretado con fuerza y convicción vocal. No obstante, el primer triunfo de la jornada estaba a punto de llegar, ya en el eclesiástico escenario principal, de la mano del jovencísimo trío The Orielles y su surf-pop, muy apreciable y adictivo aunque, de nuevo, nada insólito. Y entonces, de la nada, se sacan de la manga esa bestia a lo A Certain Ratio de nombre Sugar Tastes Like Salt, ocho minutos y pico de ¿funk-pop cósmico? ¿post-punk oblicuo, bailable? A seguirles la pista muy de cerca…

De nuevo en la cafetería para la propuesta más intimista de todo el Wales Goes Pop! con Deerful, o lo que es lo mismo, Emma Winston y sus «cachivaches electrónicos» —Game Boy incluida—. Simpatiquísima y dotada de una voz preciosa, su synthpop de baja fidelidad pero muy alta intensidad emocional, como si los Postal Service tocasen en tu habitación, nos ganó a todos. Algo parecido en cuanto alcance a lo que sucedió a continuación, ya de nuevo en el litúrgico recinto, con los veteranos Lorna y sus delicadas canciones, entre el shoegaze más reposado y el indiepop más sofisticado y sereno —espléndido violín—, entre Yo La Tengo y Belle and Sebastian. Estática, apacible belleza desde Nottingham.

Tras tanta quietud e introspección, tocaba animar la tarde. Y de ello se harían cargo The Boy Least Likely To, bastante más guitarreros y contundentes que en disco —donde, para ser sinceros se acercan demasiado a ser la banda sonora de Anatomía de Grey o One Tree Hill, se me entiende, ¿no?—. No han inventado precisamente la pólvora y ese folk-pop es, con frecuencia, bastante «dudoso». Pero tienen muy buen directo, sentido del humor y talento para hacer pasar un buen rato al respetable. Que no es poco…

Sólo nos quedaban «dos balas» en la recámara para concluir nuestro periplo galés. ¡Pero vaya dos! Primero, Fear of Men, una debilidad personal que en su última visita a España nos había dejado cierto regusto amargo —algo no acabó de funcionar en La [2] de Apolo— y que, sin embargo, iban a despejar cualquier atisbo de duda de un plumazo en Cardiff. La poderosa presencia, no solo vocal, de Jessica Weiss, el oleaje creado por la incandescente guitarra de Daniel Falvey, la tensión y el músculo que adquiere su etéreo dreampop en directo combinada con algunas de las piezas de indiepop —pienso en Descent, Waterfall, Green Sea o Luna— más incontestables, inmediatas y fascinantes escritas en los últimos años. Aquí un fervoroso devoto en Fear of Men

Y luego fue la hora de Toy. Como bien dijo el sabio pop Rafa SkamVacaciones, The Yellow Melodies, el programa El Planeta Amarillo, bien presente e hiperactivo durante todo el Festival— antes de que el concierto comenzase, fue un auténtico privilegio poderlos ver tan de cerca y a pleno rendimiento. Porque, más o menos desde la tercera canción, la tremenda Kopter, simplemente nos «volaron la cabeza». Left myself behind, Another dimension, Dream orchestrator, Join the dots… un arsenal psych-rock en el que colisionan los Byrds y Neu! y que sonó implacable, haciendo crujir la madera de los bancos y retumbar el suelo de la iglesia. El perfecto colofón para un Wales Goes Pop! sin desperdicio, mucho más diverso estilísticamente de lo esperado, con más que prometedores descubrimientos, exceso de globos y varios conciertazos que llevarse para el recuerdo.  Muchas gracias Gales. ¡Hasta pronto! «Diolch yn fawr Cymru. Welwn ni chi cyn bo hir!»

Fear of Men

 

Fotos por Raül Jiménez y Carla Rebés