Bajo la premisa de The New Normal afrontamos con muchas ganas la pasada edición del Primavera Sound 2019, que por cierto ha sido la más multitudinaria de toda su historia (más 60.000 asistentes en las jornadas de viernes y sábado) con más de 200 conciertos durante todo el festival. Está claro que la organización está manejando estupendamente el pulso de los tiempos y ha sabido incorporar a su line up artistas más urbanos y sonidos «alejados» al canon de sus inicios. No todos lo han recibido con agrado, pero desde ya podemos decir que ha sido un acierto para incrementar el número de público. Te resumimos casi todos los conciertos en los que estuvimos. Espero que sea te tu agrado.
Big Red Machine
Curiosos fenómenos del pop, el hype y la urbe: mientras los conciertos de años anteriores de The National y de Bon Iver en el Primavera Sound eran platos fuertes capaces de petar de público los escenarios de Mordor, resulta que la unión entre Justin Vernon y uno de los gemelos Dessner pudo ser vista con absoluta comunidad por los que nos acercamos a la jornada gratuita del miércoles en el Parc del Fórum. Big Red Machine nació del afán meramente creativo, sin las ataduras y las presiones que forman parte de los proyectos principales de Justin y de Aaron. En esa línea, aunque todo lo que sonó en la noche tenía una factura impecable, reinaba entre los músicos una atmósfera relajada, casi como si nos invitaran a su sala de ensayo a ver cómo dejan que la mucha música que fluye por sus venas va dando forma a unas canciones cíclicas que no se dirigen a ninguna parte, pero que ofrecen recorridos alucinantes. No en vano, aprovecharon la ocasión para estrenar, y casi se diría que ir puliendo, canciones inéditas. Vernon, que en el disco de Big Red Machine dejaba por primera vez en tiempo su voz al desnudo, sin excesivo tratamiento de efectos, volvió esta vez a aferrarse al Messina (su auto-tune particular), presente incluso en sus pocas presentaciones entre tema y tema. Una velada realmente especial que, por si fuera poco, nos dejó cameos de lujo como el de Bryce «el otro» Dessner y el de la cantautora Julien Baker, que se unió a Bella Blasko en unos coros que -única pega- podrían haberse escuchado más. Sergio Miro
Stephen Malkmus & The Jicks
En una edición tan revolucionaria —por favor, nótese la ironía— hubo espacios para encontrarse con viejos conocidos que, oh sorpresa, siguen en plena forma y con bastante que decir —¿a ver si va ser eso lo New Normal?—. Y es que el señor Malkmus y sus Jicks aterrizaron en el escenario Primavera para defender su estupendo último álbum Sparkle Hard y recordarnos que hay muy pocos que puedan retorcer el indiepop y salir tan airosos como él. De cumpleaños para más inri, el de Portland y su sólido combo jugaron con guitarras, sintetizadores, ritmos cuasi kraut o excursiones pseudo-prog —en el tramo final quizás se les fue la mano— proporcionándonos varias interpretaciones memorables, como la imparable «Shiggy», o esos clásicos del siglo XXI que son «Solid Silk» y «Middle America». En plena forma… ¡y Pavement el año que viene! Raül Jiménez
Terry Riley
Uno de los pioneros del minimalismo en la música clásica, gracias al uso de cintas y delays y técnicas de la música electrónica, e inspirado por el trabajo de John Cage y La Monte Young. El auditorio a la mitad de su capacidad fue testigo de una lección de historia de música contemporánea en directo. Terry ya alcanza los 84 años pero su genio permanece intacto. La presentación junto a su hijo, Gyan Riley, resultó en una sesión intimista pero grandiosa, llena de guiños entre los músicos, bañada de sonoridades y texturas. El jazz como tablero en un juego de experimentación sin límites. Cherry Adam
Big Thief
Al Primavera Sound le suele gustar amenizarnos la tarde con conciertos de plancentero folk-rock americano. Esa agradecida tradición se vio consolidada el jueves con la actuación de unos Big Thief que llegan más engrandecidos que nunca tras haber publicado U.F.O.F., su mejor trabajo hasta la fecha y uno de los discos del año. La partida ya la habían ganado antes de tocar una sola nota gracias a la inteligente disposición en el escenario, con los componentes de la banda rodeados de flores, prescindiendo de tarimas y tocando muy pegaditos entre ellos en la parte frontal, con lo que se/nos regalaban intimidad y reducían el gigantesco espacio que les podría haber ahogado. Esa imagen y la impecable interacción entre los instrumentistas nos traía a la mente a The Band, que es lo mejor que se le puede decir a una banda de este tipo, sobre todo cuando a ese envoltorio le añadimos un repertorio cada vez más inquebrantable y LA VOZ de Adrianne Lenker, sobrecogedora tanto cuando nos acaricia con dulces melodías, como cuando dejaba escapar los gritos desgarradores del final de Contact. Sergio Miro
Apparat
Apparat, AKA Sasha Ring, presentó en el Auditori su último disc[az]o, LP5, tras seis años de silencio. Sonó grandioso. Fue un show intimista con un tono mas bien melancólico y un claro protagonismo de sus temas más recientes, pero en el que brillaron también piezas ya legendarias como la hermosa ‘Black Water’. ‘IN GRAVITAS’, el hitazo final de LP5 no sonó; una pequeña gran decepción. Ana Conesa
Christine and the Queens
Héloïse Letissier es la encarnación del «new normal». Trascendiendo tópicos sobre género e identidad sexual, su proyecto Christine and the Queens está tejiendo un fino pop tan bailable como intelectualmente gratificante. Habían muchas ganas de verla en el Primavera, donde aterrizó bajo su identidad de Chris («ya nos sobra el «Tine and the Queens», aseguró entre bromas) con un espectáculo impactante, entretenido y artístico. Ella ejercía de artista total, cantando y bailando impecablemente, flanqueada por una banda que reproducía la perfección los sonidos sintéticos de sus dos discos en estudio, en una configuración de segundo plano que dejaba todo el espacio principal del escenario para un cuerpo de baile que ayudaba a Letissier a poner en pie esas coreografías a medio camino entre Pina Bausch y su referente más evidente, Michael Jackson (los calcetines blancos no faltaron a su cita). Con eso y unos cuantos fuegos de artificio tan efectivos como a veces preocupantes (más de uno llegó a creer que se había incendiado un lateral del escenario), se las bastó para certificar uno de los conciertos más memorables del festival. Sergio Miro
Courtney Barnett
Más rockera y áspera que nunca, no sólo en los brotes grunge de piezas como «I’m Not Your Mother, I’m Not Your Bitch» o «Crippling Self Doubt and a General Lack of Self Confidence», sino dotando de músculo a prácticamente todo su set, Courtney Barnett no hizo prisioneros en el Pull & Bear stage. Galvánico y urgente, su generoso show —hasta dieciséis canciones cayeron— tuvo varios momentos a destacar, como la dupla de pegada incontestable de «History eraser» y «Charity», la eufórica en el sonido aunque tenebrosa en su letra «Nameless, faceless», o la mayúscula «Depreston», uno de los escasos instantes de quietud del concierto. Courtney es un peso pesado. Raül Jiménez
Nas
Nasir Jones, uno de los hijos de Queensbridge, descubierto entre las letras de Roxanne y Mobb Deep, también salidos del complejo residencial de Nueva York. El antes conocido como “Nasty Nas”, –el G.O.A.T., el niño prodigio, la mente detrás del ya clásico Illmatic–, desbordó el RayBan sorprendido por la respuesta recibida. La marea que lo enmarcaba cantaba con fuerza y repetía cada palabra, cada pausa, cada letra. Entre temas nuevos y clásicos, Nas nos decía que el mundo era nuestro pero no, Nasir, the world is yours. Cherry Adam
Nitzer Ebb
Qué mejor forma para despedir el jueves que al ritmo de Nitzer Ebb. Los británicos, considerados una banda de culto del género industrial / EBM de princios de los ochenta, ofrecieron un directo enérgico y seductor como una máquina bien aceitada. Sintes afilados, batería electrónica desprendiendo sonidos metálicos, y un beat sincopado y profundo. Por espacio de una hora, el Adidas Original fue un espacio de culto que saboreó y bailó al unísono los temas de una de las agrupaciones de la época dorada del new wave británico. Cherry Adam
Lucy Dacus
Pese a la hora, absolutamente criminal, y el sol de justicia que caía en el Ray-Ban, la oportunidad de ver a la jovencísima —dos discazos y el apabullante EP de Boygenius, junto a sus coetáneas Phoebe Bridges y Julien Baker, con tan solo veinticuatro años— artista de Virginia era demasiado atractiva para dejarla pasar. Y, desde el instante en el que Dacus arrancó con «Addictions», desmenuzando el enorme Historian —unos de los discos del 2018 sin discusión para quien escribe—, rescatando algo parecido a un hit como «I don’t wanna be funny anymore», versionando «La vie en rose» de Édith Piaf, o cerrando con un debut, «I Would Kill Him», demostró que el esfuerzo valió la pena. Y reto a cualquiera a que intente convencerme que el viernes sonó alguna canción más increíble que «Night Shift» en todo el Festival. Inmensa. Raül Jiménez
Birkins
¿Cómo se afronta el reto de versionar nada menos que el Ziggy Stardust de David Bowie? Pues como los Birkins y su ilustre compañía en el escenario —o sauna— del Your Hidden Heineken: con arrojo, energía y esa pasión por la música que no puede impostarse… aunque ahora esté tan de moda. Divertido y palpitante, las canciones recibieron una pátina de inmediatez rockera, incluso garajera, siempre con la voz de Cris Santana en primerísimo plano y una banda perfectamente engrasada, que les sentó como un guante. Y los invitados, Álvaro Suite —Bunbury, Los Labios—, que clavó «Five years» y «Starman», y especialmente el gran Ken Stringfellow —Posies, Big Star y R.E.M., toma currículo—, que electrizó el lugar en una segunda parte sencillamente apoteósica, convirtieron el show en una de las sorpresas y momentos más disfrutables de todo el Primavera. Raül Jiménez
Beak> la banda formada por Geoff Barrow (Portishead) junto a Billy Fuller y Will Young, llevan desde 2009 haciéndonos trotar con su sonido motorik que tanto recuerda en su esencia de bajo-batería a la banda madre de Barrow. De hecho por momentos y con el sol de cara, cerramos los ojos pensando que en cualquier momento aparecería Beth Gibbons. El pasado año entregaban «>>>» y se encargaron poco a poco de ir hipnotizándo a todos los presentes con sus ritmos repetitivos y un tanto psicodélicos. Rafael Piera
Carly Rae Jepsen
La presencia de la canadiense hizo sangrar los ojos de muchos señores cuando sacaron el cartel de este 2019, pero los maricas estábamos encantados, decir que está ha sido la edición más gayfriendly de todas, en cuanto al número de divas programadas. Con un outfit más propio de una inglesa que viene a Lloret a dejarse la dignidad cada noche, Carly no dio tregua y desgrano su «The Dedicaded Tour» con temazos como «Now That I Found You«, «No Drug Like Me» o «Run Away With Me». Destacar y agradecer que vino con banda para darle un sonido más orgánico a su propuesta. ¿como resistirte a «Cut to the Feeling»?. Viva The New Normal. Rafael Piera
Kurt Vile & The Violators
¡No! Por mucho que la tendencia sea denostar las guitarras —casi me atrevo a decir que los instrumentos, el autotune lo engulle todo—, las seis, ocho, o doce cuerdas no están muertas. Eso es lo que demostró Kurt Vile & The Violators en el Pull & Bear, bordándolo con pasmosa naturalidad y esa actitud de letárgica dejadez, tan alejada de las poses y la parafernalia visual que tanto se estila. El de Philadelphia dejó que hablase su hipnótica guitarra, del indie-rock a la psicodelia brumosa o el folk-rock neilyoungniano, dejando picos como «Loading Zones», «Bassackwards» o «Wakin on a Pretty Day» para el recuerdo. Raül Jiménez
Liz Phair
Seré claro, para mí el punto álgido de esta edición era el debut en los escenarios españoles de Liz Phair. Son veinticinco años ya esperando ver a la autora de “Exile in guyville”, auténtica obra maestra y uno de los discos claves del indie rock de los 90, y solo por eso se justificaba el precio de mi abono. Sin embargo, el repertorio totalmente perfecto, la ejecución impecable, el increíble estado de forma de una artista que ya ha entrado en los 50, tuvo que servir únicamente de bálsamo ante un sonido horrible, absolutamente intolerable en un festival de esta magnitud. Aun así, bailar con “Supernova”, emocionarse con “6′ 1»”, gritar hasta reventar las cuerdas vocales la letra de la inolvidable “Fuck and run”, es algo que no se paga con dinero. Palmer
Low
Si había una banda que podía poner a prueba el enfrentamiento entre la vieja guardia primaveral y el nuevo público millennial con ganas de perreo, esa era Low. Su música no puede ni pretende inducir ningún tipo de baile, pero eso importa bien poco cuando lo que ofrece a cambio es un meneo interior, un revoltijo en mente y entrañas, al alcance de muy pocos. Los de Duluth llegaban en formato de trío, apenas iluminados por tenues focos, y flanqueados por tres columnas de neones (una detrás de cada componente de la banda) sobre las que se proyectaban sencillas pero muy efectivas imágenes. Defender sobre los escenarios su maravilloso último trabajo, «Double Negative«, les ha hecho crecer sonoramente, convirtiéndoles en auténticos maestros del tránsito entre el ruido y la belleza, hasta el punto de poderse permitir cinco minutos de auténtico terremoto de distorsiones cacofónicas que tuvo a los muchos asistentes al escenario Primavera con el corazón en un puño. Aunque la guitarra de Alan Sparhawk sigue comandando el lado instrumental del grupo, no podemos hablar de un concierto de Low sin declarar nuestra absoluta devoción por Mimi Parker, por ser la mejor heredera de Maureen Tucker a la hora de crear perfectas máquinas rítmicas minimalistas, pero sobre todo por su capacidad para detener el tiempo cada vez que abre la boca para cantar. Sergio Miro
Amyl and The Sniffers
Lo de Amyl and The Sniffers fue un directo de alto voltaje, incendiario, repleto de ritmos frenéticos, riffs difusos, gritos y cerveza. Da gusto ver a una mujer abanderar una banda de punk y hacerlo con la jeta y la actitud de Amyl. Es arrolladora, feroz, deslenguada, visceral, se la sopla todo. La propuesta de la banda australiana, heredera de la escena sartorial de los sharpies de la Australia de los años 70, fue seguramente de las más frenéticas y divertidas de esta edición. Ana Conesa
Suede
Cómo lo hace es un misterio para mí, pero Brett Anderson ha vuelto a conseguirlo. Tirando sobre todo de los hits de sus 3 primeros e incontestables discos, volviendo a revistar el glam rock desgarrado y pasional de “The drowners”, “Trash”, “Animal Nitrate” y tantas y tantas otras joyas, Suede no necesitaron montajes escénicos ni discos conceptuales modernos, ni nada. Lo que debería ser sobre el papel otro ejercicio de nostalgia, se convierte en pura electricidad cuando Brett salta, grita, maneja al público como quiere y domina absolutamente el espacio. Su carisma oceánico e infalible basta y sobra para llevar su flota de hits a conquistarnos, excitarnos y emocionarnos hasta la locura, y todo ello haciendo lo mismo de siempre, pero incluso mejor. Una estrella de las de verdad. Palmer
Janelle Monáe
La gran triunfadora de esta edición por parte del que suscribe. «Veni. Vidi. Vici.». Asi fue, la americana llegó y ofreció un espectáculo de alto calibre con la presentación de su disco «Dirty computer«. Empoderada a un nivel estratosférico (y no es para menos) con una banda de mujeres y bailarinas que dejaron muy claro que el «pussy» manda. No faltaron «Django Jane», «Pynk«, «Make Me Feel» o recupero clásicos como «Tightrope» con la que todos bailamos, o hicimos lo que mejor pudimos, ya que era imposible llevarles el ritmo. Todos queremos ser Monáe. Rafael Piera
Yves Tumor full band
Qué gran descubrimiento el de Yves Tumor, tan ambiguo y extravagante como inclasificable. Su estética y su música recuerdan a Prince, David Bowie, Arca, Perfume Genius o Serpentwithfeet, pero nada en su show sabe a copia. Glam rock, pop electrónico, R&B, soul, rock, ambient, noise, you-name-it. Todo parece tener cabida en el universo hipnótico de este artista de mil caras que se metió en el bolsillo a un Pitchfork que sonó sorprendentemente bien. Mereció la pena perderse a Kate Tempest. Ana Conesa
Robyn
Bailando con lágrimas en lo ojos, como decían Ultravox, así podría describirse a Robyn. Pero son llantos que pasan de drama y desamor en sus letras a pura emoción y alegría en la vida real. La reina sueca del baile lo hizo todo, lo dio todo: sus imparables hits de dance/synth pop, una presentación elegante y magnética, los cambios de vestuario como buena diva que es, unos bailes que no pedían permiso ni perdón. Y nos regaló quizá el mejor momento de toda esta edición cuando permitió que todos cantásemos al unísono, sin música, el estribillo de “Dancing on my own” antes de empezar la canción. Una fiesta. Un diez. Palmer
Built to Spill
Grupo siempre a reivindicar, la aparición de Doug Martsch y los suyos en el escenario Primavera para interpretar íntegramente el magnífico Keep It Like a Secret, plenamente vigente en su vigésimo aniversario. En ese improbable lugar en el que Neil Young, Death Cab for Cutie y Sonic Youth se encuentran, la banda de Boise, Idaho, desplegó con impecable destreza un set sin altibajos. Ciertamente, no hubo apenas interacción con el público y la sucesión de desarrollos guitarreros quizás provocaron la distracción ocasional de parte de la audiencia —bastante cuchicheo—, pero escuchar temazos como «Center of the universe» o «Carry the zero» en directo, en cambio, invitó a otros a «perdernos» completamente en el sonido. Raül Jiménez
Tim Hecker y el Konoyo Ensemble
Hecker es una de las figuras fundamentales del deep ambient. Tim prefiere que el sonido sea el protagonista de sus paisajes sonoros por lo que sus directos siempre vienen acompañados de un humo denso, que le resta protagonismo al artista para brindárselo a la música. En esta ocasión, el usual solitario y austero productor, estuvo acompañado por la fineza y virtuosismo del Konoyo Ensemble. El trio japonés, armado con instrumentos tradicionales de cuerda y viento, acompañó de manera excepcional los drones del productor norteamericano. Una de las experiencias más extrasensoriales de todo el festival. Cherry Adam
Rosalía
Máxima expectación para ver en directo a Rosalía. en el que pudo ser el concierto más masivo de esta pasada edición. Jugaba en casa y era el primer concierto en Barcelona tras del boom mundial que sucedió en navidad. Quizás los que un año antes la vieron en el Sónar llegaron a presagiar todo lo que estaba por venir. Emocionada y un poco nerviosa, ofreció un show correcto y que sació las expectativas de los allí presentes. Un coro de gitanos, El Guincho y el cuerpo de baile, acompañaron a la del Baix Llobregat para desgranar las canciones de «El mal querer», incluso para rescatar alguna «Los Ángeles». También nos dio ración de sus nuevos singles (mucho más directos y pegadizos) e invito a James Blake para hacer juntos «Barefoot in the park , colaboración en el disco del británico. Asombroso todo lo logrado en un año pero si pule cosas (una banda para los directos), subirá peldaños en el templo de las divas en el que ya está. Rafael Piera
Jarv Is
Sin información previa a excepción de la recién lanzada «Must I evolve?» —también estupenda en directo—, las preguntas eran obvias: ¿qué es Jarv Is? ¿qué Jarvis Cocker íbamos a encontrarnos? El genio de Sheffield no tardó mucho en desvelar el misterio, arriesgando con un set repleto de nuevos temas —prometedoras «Children of the Echo», «Homewrecker!» o «Swanky Modes», totalmente marca de la casa— más algún rescate de sus trabajos en solitario y sólo la pretérita «His ‘n’ Hers» de Pulp. Tampoco faltaron sus melodramáticos movimientos y bailes, o sus hilarantes interacciones con el público. Así que, para cuando se despidió con la épica y tristemente tan vigente «Cunts Are Running the World», Jarvis nos había ganado a todos con su nueva aventura. Claro que nunca nos había perdido… Raül Jiménez
Solange
La americana volvía a Barcelona otra edición con el mismo show con el que ha estado girando 2 años (lo explicó muy bien durante el concierto), la presentación de su disco ‘When I Get Home’. Un trabajo poco accesible para los tiempos que corren de inmediatez pero enorme y con un trasfondo racial muy potente. Una puesta en escena bastante arty que contaba con una estructura en forma de caja blanca que acogía en su interior al batería y unas escaleras por las que los bailarines no paraban de subir y bajar. Los musicazos no solo tocaron de maravillo, sino que eran parte de la performance del show. Con tono completamente reivindicativo nos deleitaron con «F.U.B.U», «Almeda» o la maravilla absoluta que «Cranes in the sky». Su discurso de casi 10 minutos le llevo a pasarse un poco de tiempo en su show parecía que ‘Losing You’ sería su fin, o así lo entendió el que metía los anuncios en la pantalla. Y atropello un poco su bis con «Don’t Touch My Hair». Rafael Piera
Drab Majesty
La alternativa a Rosalía no estuvo exenta de sofisticación y teatralidad. La estética visual es un rasgo definitorio de la puesta en escena de Drab Majesty. Deb Demure y Mona D. —alter egos del artista Andrew Clinco (batería de Marriages) y el teclista Alex Nicolaou respectivamente— juegan a la eliminación de la identidad con pelucas rubias, gafas oscuras, uñas de gel y rostros plastificados. Su dark pop, directamente influenciado por la new wave y la darkwave de los 80, tiene un componente futurista casi esotérico. Una de las joyas escondidas en la letra pequeña del cartel de este año. Ana Conesa
Primal Scream
Bobby Gillespie a veces maneja uno de los mejores directos del mundo. Pero si esas veces aparecía saltando desatado al cuello de la audiencia, está vez tocó una presentación más reposada y sobria. Claro que sobrio cuando hablamos del muro de sonido y el rock´n´roll rave de Primal Scream, es como hablar de cañonazos en lugar de explosiones atómicas. Quizá no arrasó como otras veces, pero cuando te caen encima bombas festivaleras como “Swastika Eyes”, “Country Girl” o “Accelerator” el resultado es prácticamente el mismo. Salta o muere. Palmer
Stereolab
Aunque aprecio su más que interesante acercamiento al pop desde otras ópticas como el krautrock, reconozco no ser un gran fan de Stereolab. Y me temía que esa perspectiva cerebral con la que parecen entender la música pudiese traducirse en un concierto excesivamente frío y meditado. No puedo alegrarme más por haberme equivocado tanto, porque el concierto de Laetitia Sadier, Tim Gane y los suyos fue simplemente maravilloso. Perfecto en su ejecución, pero en absoluto frío o hermético: cristalino y bello en momentos como el lounge pop de “Ping Pong”, urgente y arrollador. Palmer
James Blake
«¿Todavía les quedan algo de energías para este concierto?». La pregunta de James Blake sonaba a complicidad con el público entregado que aplaudía entusiasta desde los primeros compases de su concierto, pero también podía surgir de la genuina angustia que tuvo que vivir minutos antes de salir a escena, al ver la fiesta latina que estaba montando J. Balvin justo enfrente. Y es que lo suyo en ese hueco parecía una extraña y arriesgada decisión de programación. No había por qué preocuparse; lejos de la intimidad melancólica de su concierto en el Primavera del 2015, Blake ofreció un concierto de sonido arrollador y profundo impacto emocional y visual (gran diseño de luces). La liviandad que algunos han criticado de su último trabajo se tornó aquí en oscura contundencia, con unos temas interpretados a trío en una perfecta combinación entre máquina y factor humano. Cada una de las piezas parecía haber sido rearreglada y remezclada para la ocasión, como si hubiese tenido en mente que le tocarían envites tan complicados como el de cerrar la jornada más abiertamente trapera-reggaetonera-popera del festival. Tan buena era la traslación al directo de lo suyo, que consiguió dejar en evidencia a Rosalía, ya que su versión del Barefoot In The Park fue bastante más convincente e inquietante que la que él mismo interpretó junto a la catalana unas horas antes en el supuesto concierto estrella de la noche. Por cierto, que Rosalía no apareció para devolverle el favor, por lo que su voz fue lanzada como las del resto de featurings que forman parte del repertorio de Assume Form; un detalle que en absoluto mermó el impacto de un espectáculo de bandera. Sergio Miro
The Messthetics
Si hay que perderse Stereolab para ver a la nueva banda del bajista y el batería de Fugazi —con el [brillantísimo] guitarrista Anthony Pirog)— duele en el alma, pero no queda otra. No regrets. Madre mía, qué brillantez. The Messthetics ofrecieron un concierto impecable que nos dejó con la boca abierta y las piernas temblando. Preciso, intenso, embriagador. La conexión y cohesión de los tres músicos se percibe en cada nota y cada gesto. Ruido, ritmo y pasión auténtica por la música. No estábamos preparados para algo así. Ana Conesa
Filthy Friends
De acuerdo. El sonido en el CCCB no fue precisamente lo mejor del Primavera —la tarde ventosa tampoco ayudó—. Tampoco las propuestas que hubo que aguantar antes —sin comentarios—. Pero un supergrupo con Corin Tucker de Sleater-Kinney, Peter Buck de R.E.M., y la mitad de los Minus Five —alegrón ver en plena forma y radiante a Scott McCaughey tras su infarto a finales de 2017— no se ve todos los días. Así que la cita era obligada. Vitamínicos a la vez que relajados, liderados por un hiperactivo Kurt Bloch, Filthy Friends dieron buena cuenta de su rock diáfano con vigor e inmediatez. No, no fueron lo más moderno o cool del Festival, pero a tablas y buen hacer es difícil ganarles, poniendo un notable broche al Primavera Sound 2019. Raül Jiménez
Fotos: Carla Rebes
Entradas recientes
- 12 Notas, Quincy Jones (Roca Editorial, 2022) 2023-03-20
- ¡Shazam! La furia de los dioses 2023-03-20
- OMD, La Riviera, Madrid (16/03/23) 2023-03-17
- Alison Goldfrapp anuncia su primer álbum en solitario 2023-03-16
- Eres tú 2023-03-16