Con un cartel que albergó a 33 de los artistas más destacados del panorama musical electrónico y que deleitaron a un público entregado durante 12 horas, Creamfields Andalucía 08 ha sido probablemente una de las ediciones más potentes desde el punto de vista musical. Las sesiones de The Chemical Brothers, Thievery Corporation, Groove Armada, Boys Noize, Alan Braxe, Sven Väth, Wally López, Surkin o Etienne de Crécy se conjugaron para ofrecer una noche en la que los asistentes pudimos disfrutar de todos los estilos de la electrónica en estado puro. Como puntos fuertes destacaron, sin lugar a dudas, las descargas de Thievery Corporation y de Groove Armada con un escenario lleno de músicos y un directo contundente. Tampoco defraudaron Wally López ni Etienne de Crécy (con su espectacular cubo luminoso). La única decepción vino por parte de los cabeza de cartel, Chemical Brothers, que resultaron fríos, previsibles y distantes con un público que pedía mucho más.
Abriendo el festival con un directo de los más trabajado y lleno de colaboraciones llegaron Thievery Corporation. El dúo formado por Rob Garza y Eric Milton nos sedujo con su electrónica abstracta e instrumental, a medio camino entre el trip-hop y el acid jazz, bañada por sones brasileños, dub, reggae, sonidos latinos y hasta algo de música de la India, todo ello bajo su propia manera de entender la música. Por el escenario pasaron un total de seis vocalistas diferentes que acompañaron a unos músicos que estuvieron a la altura de un perfecto arranque festivalero.
Groove Armada representaron la gran descarga big beat destilando energía por todos y cada uno de los poros de su piel. De nuevo en un escenario surtido de músicos nos regalaron un directo alegre, lleno de guiños con un sonido que mezcló el techno y el house con el funky, el ska, el rock y el pop. El público, profundamente agradecido estalló cuando llegó el inevitable Superstylin.
Otra de las actuaciones que más despuntó, fue la impresionante sesión del alemán Sven Väth que cerró el festival. Sven Väth demostró una vez más que está de sobra justificado su imparable ascenso a las partes más altas de los carteles de los festivales de música electrónica. El artista congregó a su alrededor a la mayoría de los asistentes que quedaban en pie a las 6 de la mañana y los mantuvo en vilo en una sesión mítica de tres horas de duración. Se notó que es un veterano de las pistas y que sabía en cada momento lo que hacía, su música fue muy difícilmente encasillable ya que pasó por el mínimal, el house, el techno, el tech-house y el electro con total naturalidad consiguiendo una amalgama de sonidos únicos y llenos de matices. Su actitud con un público entregado fue de cercanía y de conexión, se ganó a los creamfileros sin ningún género de dudas.
La organización del festival resultó correcta, con las copas y la comida a precios razonables, puntos de agua, bancos para descansar, microclima para refrescarse y, sobre todo, mucho espacio para evitar aglomeraciones. Otro de los puntos a favor para la organización (y el medio ambiente) fue la utilización de vasos reutilizables.
Los habituales del Creamfields hemos quedado muy satisfechos con esta edición que ha puesto el listón muy alto a la siguiente. Sin duda, una cita obligatoria cada verano para todos los amantes de la electrónica.
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