Los norteamericanos Crocodiles son muy dados a dejar Madrid fuera de sus giras, pero esta vez tuvimos suerte, porque encontraron un hueco en la segunda parte de su actual gira europea para tocar en la capital. Además, a los de San Diego les telonearon dos bandas de aquí, Celica XX y Deers, que estuvieron a la altura de las circunstancias.

El paisaje no era muy alentador cuando llegamos a la sala Ocho y Medio. Unas cincuenta personas contemplaban cómo los madrileños Celica XX trataban de solventar los problemas técnicos que tenían con su batería. No pudimos ver mucho de su actuación, pero en los apenas diez minutos que disfrutamos de su concierto, comprobamos lo bien que se les da crear capas de ruido y paisajes sonoros cercanos a las mejores bandas de shoegaze. Además, tienen actitud y presencia en el escenario –todo un acierto lo de que un miembro del grupo tocara la pandereta como si estuviera en trance–. Algunos pensarán que esto ya está muy visto, pero sonar bien haciendo este tipo de música no es fácil, y ellos lo hicieron.

Deers lo tienen todo para que los oyentes más escépticos y difíciles no apuesten por ellas: son jóvenes, guapas, simpáticas y a los medios británicos se les cae la baba con sus canciones. Pero solo hace falta ver un pequeño concierto de ellas para darse cuenta de que no son un hype más, y de que saben lo que se hacen. Aparte de unos cuantos problemas técnicos (la típica cuerda rota y algunos acoples), las madrileñas demostraron que saben cómo llevar un concierto importante como este (no es fácil tocar con tus familiares y amigos en la sala) y convencer a los que no estaban muy por la labor (un servidor era uno de esos). Su pop-rock de aires californianos y maquetero funciona de maravilla en directo, y su juego de guitarras resulta realmente atractivo, incluso en una canción como ‘Curling’, tranquila y difícil para empezar un concierto. Además, tienen algo que le falta a muchos grupos españoles: saben cantar (cuando se plantan enfrente del micrófono, no tememos por nuestros oídos). Solucionaron muy bien la papeleta de tocar en casa, convencieron con sus canciones nuevas y triunfaron con ‘Trippy Gum’, ‘Bamboo’ y ‘Castigadas en el granero’, las tres que hay por la red.

Crocodiles dieron un concierto extraño en el que se dejaron algunas de sus grandes canciones y nos obsequiaron, en cambio, con algunos de los temas más desconocidos de su carrera. También tocaron un par de versiones que nos dejaron un tanto descolocados.

Empezaron bien, con una ‘Marquis de Sade’ que sonó casi mejor que el resto del concierto, ya que la hicieron muy limpia y sin muchas capas de ruido. Siguieron bien con lo que parecía ser un tema nuevo, mucho más pop de lo habitual y realmente pegadizo, y con ‘Cockroach’, el que fue el primer single de su último trabajo, que aquí sonó demoledor y contundente. A partir de aquí entraron en una espiral de altibajos un tanto extraña. Consiguieron que el público se animara con los temas más conocidos (‘Mirrors’ o ‘Teardrop Guitar’), pero no dijeron mucho cuando tocaron temas menores de su discografía. Estuvieron correctos y simpáticos, pero eso no sirve de nada si te olvidas de tus mejores estribillos y ofreces tres o cuatro cortes sosos y aburridos (entre ellos, otra canción nueva). Afortunadamente, lo mejoraron un poco hacia al final, cuando se fueron al bis con una contundente ‘Summer Of Hate’ llena de distorsión que dejó sordo a más de uno.

Para el bis esperábamos alguno de sus hits (‘I Wanna Kill’ o ‘Hearts Of Love’), pero tras abrirlo con un tema que un servidor no llego a reconocer, se decantaron por las versiones. Primero, su ya conocida adaptación del ‘Jet Boy, Jet Girl’ de Elton Motello, que a su vez es una revisión en inglés del ‘Ça Plane Pour Moi’ de Plastic Bertrand (las últimas estrofas las cantaron en francés).  Estuvo bien y tuvo su gracia, pero lo de volver a irse y salir de nuevo para hacer el ‘Satisfaction’ de los Rolling Stones, ya no. Ni la versión fue nada del otro mundo (simplemente le añadieron un poco más de distorsión), ni pintaba mucho para cerrar un concierto donde faltaron muchos de sus grandes éxitos.

Fotos: Adolfo Añino