Las ratas que moran en Cincómonos los sábados por la tarde beben vino de ciruela. Y de su embriaguez surgen mujeres tristes, ridículas y solas. La melancolía familiar roe las paredes del escenario pero a la vez refuerza la cautividad de las protagonistas, una comunidad de tres generaciones dividida en dos grupos: las damas celestiales y las terrestres. Unas y otras cubren a Elisabet Assens y a Maripaz Correa escena a escena, sorbo a sorbo, logrando las más atrevidas cosquillear su piel.
De las primeras, oiremos un aletear novato (conmovedora Elisabet madurando en su ilusión un amor de adolescencia que desapareció hace una eternidad) y hasta un alboroto de plumas (desquiciada Assens lanzándose al vacío para reaparecer decepcionada tras un velatorio en su honor).
De las segundas, tocamos la serena resignación (tierna Maripaz animando a las otras a emprender el vuelo) y nos roza el chillido rebelde (estridente Correa atascada en su queja y en la copa de vino).
Las unas y las otras, compareciendo en encantadora procesión bajo la música de Roberto Urbina al ritmo de tragicomedia: agridulce como la pulpa de la ciruela (las escenas crueles e inocentes de las niñas) y en constante alternancia con la rugosidad del hueso (el desgaste de las viejas preñadas de malvivir sentimental).
El conjunto revela cierto desquilibrio al intentar destilar el vino singular (el tono queda desdibujado, la puesta en escena es caprichosa) pero la dirección del entregado reparto contribuye a darle la graduación adecuada. Y las palabras de Arístides Vargas completan el elixir atribuyéndole ese sabor añejo tan agradecido para que la velada no se quede en funcional cata.
Con estos elementos, las ratas son maravillosamente humanas: Empiezan siendo arrinconadas (cuando las actrices les dan caza con tenacidad infantil), para ser atrapadas y posteriormente juzgadas (por una Assens de implacable fiscal y una deliciosa Maripaz como voluntariosa abogada defensora). Y la sentencia la ejecutará el único caballero de la función, de paso inexorable, indolente antojo y democrático porte: el Tiempo, que al final de la representación nos ha unido mágicamente.
“La edad de la ciruela” se representa en Cincómonos Espai d’Art los sábados a las 19 h.
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