Las edades del deseo
Elena Martín Gimeno da un salto enorme con Creatura con respecto a su interesante pero discreto debut cinematográfico, Júlia ist (2017). Dos obras de empaques muy diferentes, en las que se leen, sin embargo, preocupaciones personales similares. Si en su ópera prima Martín Gimeno apostaba por el realismo, el costumbrismo y los tiempos muertos de la vida real para expresar la insatisfacción existencial de la protagonista, en Creatura nos encontramos con una puesta en escena mucho más estilizada y expresiva en la que juega un papel importante la fotografía -que firma Alana Mejía Goinzález-, y aparecen recursos como la cámara lenta, el uso del sonido y de la música -compuesta por Clara Aguilar-.
La directora, guionista -junto a Clara Roquet– y protagonista del film, parte de lo cotidiano para contarnos la frustración de Mila, una joven que no se entiende sexualmente con su novio, Marcel (Oriol Pla). Este conflicto se traduce en tensiones, miedos y sobre todo en culpa, lo que va separando poco a poco a la pareja. La angustia se manifiesta en la piel de la protagonista, como si su propio cuerpo se revelase contra ella. Todo se esto se expresa además en la película de una forma preciosa, a través de momentos expresionistas que se acercan a la frontera con el surrealismo, con lo onírico, con el cine fantástico.
A partir de este planteamiento, Elena Martín Gimeno nos lleva al pasado, para explorar los orígenes del, llamémoslo así a falta de una palabra más precisa, trauma de Mila: la veremos siendo una adolescente (Clàudia Dalmau) y explorando por primera vez su sexualidad en un entorno social más bien hostil ante la idea de que una mujer manifieste su deseo sexual y planteando serias interrogantes sobre el consentimiento; y la veremos también como una niña (Mila Borràs), descubriendo de forma inocente su cuerpo y estableciendo su primera relación con un hombre, su padre -interpretado por Marc Cartanyà en el pasado y por Àlex Brendemühl en el presente-. Otro eje emocional del relato será la relación de Mila con su madre –Clara Segura-, que ha sido casi de rivalidad y que podría haber sido clave para que su historia fuese diferente.
Creatura es una película valiente por los temas que plantea de una forma directa, y emocionante por cómo expresa esas inquietudes a través de unos personajes muy humanos, todo desde la perspectiva -femenina- de la directora, cuyo protagonismo como actriz principal convierte a la propuesta en un salto al vacío irresistible.