Cada vez que me planto ante un nuevo disco de Cosmen Adelaida, no puedo parar de pensar en lo madrileños que son. La influencia de la ciudad que les ha visto crecer es más que evidente, tanto en su música como en sus letras. Lo bueno es que no le dan exclusividad a Madrid; sus canciones son universales. En su segundo álbum se han fijado en el pop que se hacía aquí a principios de los ochenta, y lo han actualizado y fusionado con las influencias anglosajonas que ya estaban presentes en su música. El resultado no puede ser mejor: les ha quedado uno de esos trabajos en los que apenas hay altibajos.

Lo primero que llama la atención de “La Foto Fantasma” es su producción. Carlos Hernández les ha sacado un sonido nítido, pero contundente. Las guitarras y la sección rítmica suenan potentes, pero no se comen las melodías. Es todo un acierto, porque consigue que las canciones de este trabajo entren a la primera. Y es que, salvo algún caso puntual (‘Voces’ no les ha quedado tan bien como el resto del disco), estamos ante un álbum lleno de hits potenciales. Es como uno de esos discos de los ochenta de los que podían salir cinco o seis singles.

El disco se abre con ‘El Parque’, un tema que sigue en la línea oscura que impregnaba “7 Picos” (en esta categoría también podría estar ‘Copenhague’). Aquí suenan más directos, van mucho más al grano, y le dan un toque bailable y una guitarra que suena a gloria. Pero al segundo corte ya cambian el rumbo, y nos dejan el tema más contundente del disco. ‘El Becerro’ es una canción de reproches (“para qué voy a estar siempre detrás de ti, si no me has hecho ganar más que disgustos”) en la que se valen de unas guitarras potentes y de un base rítmica demoledora (atención al teclado krautrock que mete uno de los miembros de Odio París) para conseguir su propósito, que no es otro que el de llevar la rabia de la letra a la música de la canción.

Una de las cosas en las que siempre han sido expertos Cosmen Adelaida es en hacer temas de pop guitarrero y ruidoso, y este disco no es la excepción. Hay varias canciones que podríamos meter en este carro, aunque, una vez más, utilizan nuevos elementos que las hacen diferentes. Ahí está la impresionante Familia/Trabajo, un tema por el que matarían la mitad de los grupos de este país, en la que enfrentan las guitarras limpias con las guitarras más sucias (ganan las primeras); o las juguetonas ‘La Fantasmaja’ y ‘El Viento de Invierno’. En esta última también sacan a la luz su faceta más delicada, que tiene su máximo esplendor en ‘Presión’, una de las canciones más bonitas de su carrera.

A los Cosmen les gusta explorar nuevos terrenos, y es una de sus mejores cualidades. No tienen reparos en hacer un disco ecléctico (sin perderse por el camino) y componer una canción como ‘Dromancia’ en la que se van hacia terrenos hasta ahora desconocidos en su música. En ella dejan el protagonismo a la batería y el bajo, que tienen un toque un tanto jazzy, y solo lo alteran un poco con una guitarra de lo más fronteriza. Es el tema perfecto para comprobar lo bien que se le da a Elisa (su batería) llevar el peso de una canción. Una delicia.

‘Acampada Arqueológica’ y ‘Jo, qué Noche’ hacen que las referencias a los ochenta no sean gratuitas. Sobre todo la segunda, que cierra el álbum con un toque punk muy juguetón (muy de andar por casa). Así, con sabor a Los Pegamoides y a La Mode, cierran un trabajo que espero que esté muy arriba en las listas de finales de año. Se lo merece.