El «clan de los irlandeses» de nuestra querida editorial SajalínSeumas O’Kelly, Gene Kerrigan, Colin Barrett, tres autores de lectura obligatoria—, acaba de ampliarse con la llegada de Corazón giratorio de Donal Ryan. Un nuevo miembro en la familia de lo más singular, con una novela tan breve como energética, de arrolladora estructura coral, que ofrece una vuelta de tuerca, retorcida, caústica pero muy pegada a la realidad del país, a las lacerantes consecuencias de la recesión económica en una pequeña comunidad en el condado de Clare, en las antípodas de la bucólica imagen de la Irlanda rural.   

Nacido en 1976 en Nenagh, condado de Tipperary, Donal Ryan debutó por todo lo alto en 2012  —tras cosechar, según cuenta, cuarenta y siete rechazos previos— con este Corazón giratorio, por la que fue nominada al premio Booker y obtuvo, entre otros, el premio literario de la Unión Europea y el premio Guardian al mejor debut. Publicada en más de quince países, y junto a su segunda novela, The thing about December, permitió a Ryan dejar su trabajo como funcionario en 2014 para dedicarse exclusivamente a la escritura, habiendo pergeñado hasta la fecha dos novelas más y una colección de relatos. Irlanda habrá perdido un servidor público, pero el mundo ha ganado una voz narrativa de lo más poderosa.  

Porqué Corazón giratorio no da tregua y, ya desde el mismo arranque —directo al top de primeros párrafos de una novela, ese demoledor «todos los días me decepciona» es clave—, te introduce en las cuitas de un puñado de hombres y mujeres, representantes de un pueblo en pleno estado de shock, aupado en la ficticia, por extremadamente frágil y artificiosa, ola de la burbuja inmobiliaria, ahora sumido en una crisis —corrijo, estafa, esa que nos debería sonar familiar pero estamos repitiendo como si no hubiera mañana, ¿verdad?— de la que no se ve salida alguna. Y lo hace de una forma audaz, una que permite a Ryan dotar de ritmo, músculo y una notable cantidad de registros lingüísticos a la novela, que afortunadamente podemos disfrutar plenamente en castellano gracias a la traducción de la gran Celia Filipetto. La estructura coral. 

Y es que Corazón giratorio avanza a través de las voces de veintiún personajes y sus respectivos monólogos interiores, cada capítulo un narrador. Dicha polifonía narrativa emparenta a la novela con clásicos como Mientras agonizo de William Faulkner, la Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters —un debe a solucionar, sin duda— o Winesburg, Ohio de Sherwood Anderson, eso sí, en una versión bastante más cafre y plenamente vigente. De este modo, Donal Ryan nos muestra la misma historia desde distintos ángulos. El honesto capataz de la constructora local que se ha ido a pique; trabajadores, irlandeses o foráneos, airados o devastados; preocupadas esposas o frustradas madres solteras; jóvenes cínicos que solo contemplan marcharse del lugar como salida; niños asustados; incluso un muerto, iracundo en vida, compungido en el inexistente limbo. El poliédrico retrato del desconcierto. 

Pero, por encima del devenir de la trama en sí, en la que, además de urbanizaciones fantasma y constructores quebrados —a «lo pocero»— a la fuga, hay un asesinato y el secuestro de un niño —crímenes absurdos, patéticos, acordes con el estado de confusión y desesperación del pueblo—, Corazón giratorio brilla sobremanera en la construcción literaria de la fractura social y el daño infligido a unos seres humanos incapaces de responder, ya sea de forma interna o colectiva, al desastre al que se han visto abocados. Ryan logra maridar los dramas atávicos —la brutal formación paterna, engendradora de monstruos, el papel de la mujer, el proverbial fatalismo irlandés—, con fugas de mordaz humor negro y un miedo con el que es fácil empatizar, rabiosamente contemporáneo, en unos protagonistas absolutamente creíbles en su congoja y desolación. 

Porque la recesión es el trasfondo para hablar, mejor dicho, dejar hablar, a sus damnificados. Y lo que nos cuentan es un auténtico polvorín confesional de deudas, dolores, secretos y mentiras —Mike Leigh versión ácida y en capítulos cortos—. En ese sentido, no hay mejor ejemplo que Bobby Mahon, el personaje ancla de Corazón giratorio, noble encargado de la constructora, admirado y envidiado… ahora héroe caído en desgracia, traicionado por su huido jefe Pokey Burke, víctima de las habladurías y, sobre todo, una carga llevada en penoso silencio, un padre aterrador. Él es el perfecto resumen de la aflicción y la contradicción de unos seres humanos frente a un desbarajuste que ha puesto patas arriba su mundo. También de las dobles vidas que quedan expuestas o se vienen abajo ante la adversidad y la incertidumbre.    

Sucinta y sin cortapisas, todo tuétano literario, Corazón giratorio es una muy original novela testimonial que suena rica y veraz, donde la comicidad, normalmente garañona y ruda, apenas disfraza afiladas cargas de punzante profundidad, y se entrelaza con lo fútil y lo conmovedor. Donal Ryan ha dado con la tecla para crear un artefacto polifónico de lectura espídica que alberga un potentísimo fresco social irlandés en su interior. Recomendadísima.