La historia de los Ramones es una de las más increíbles que servidor conoce en el mundo del rock. No hay grandes excesos -el clásico triunvirato sexo-drogas-rock’n’roll brilla por su ausencia, con las excepciones de Dee Dee y Marky-, ni tampoco un relato de éxito fulgurante seguido por el tradicional descenso a los infiernos del que solo se puede salir de forma gloriosa -vamos, lo que hemos visto mil veces gracias a Hollywood o al programa Behind the Music. Aquí no hay nada de eso. Pero no hace que se pierda un ápice de interés. Al contrario.

Compañero igual de valioso e inseparable del magnífico documental End of the Century, Commando es un testimonio en primera persona a ratos sorprendente, y a otros, espeluznante, porque sitúa estos iconos del punk -de la música moderna- y claro, a su autor, Johnny Ramone, en un plano bastante distinto al que la posteridad les ha situado.

El libro, publicado con todo lujo de añadidos por la editorial Malpaso en nuestro país, es un compendio escrito de las entrevistas realizadas con John Calfiero, a lo largo de sus último años de vida –John Cummings, alias Johnny Ramone murió de cáncer en 2004, a los 55 años- y muestra a un personaje… con muy poco de punk. Ya sé que los fans y amantes de la leyenda me van a querer matar, pero esa es la conclusión. Johnny Ramone y el punk parecen opuestos. Antitéticos.

Y es que el propio Ramone lo dice sin ambages. Él era conservador -usaría otro término para alguien que considera que el mejor presidente de Estados Unidos fue Ronald Reagan y el segundo Nixon, pero no voy a insultar-, y nacionalista de una manera más bien patética -no dejen de leer los pasajes relatos de su gira por Francia o su enfado con Talking Heads en Stonehenge-, de los de “háblame en inglés que no te entiendo y dame hamburguesas”. Un redneck en toda regla. Un punk conservador.

Pero no es solo la ideología. A fin de cuentas uno puede -¿debe? eso merecería un debate a fondo- separar la música/estilos musicales de las opiniones políticas. Es la propia manera de crear, mantener y liderar a los Ramones. El punk es, en teoría, espontaneidad, explosividad y, en cierto modo, caos. Johnny era todo lo contrario: autoridad, control y estajanovismo. Por ejemplo, sorprende sobremanera leer cómo de calculada estaba la cuestión estética del grupo. Los Ramones no eran una familia, eran un trabajo. «Imagino que a los fans no les haría gracia saber que los de su banda favorita se desprecian entre sí» apostilla hacia el final del libro. De esta forma, cuando él consideró que ya había hecho suficiente dinero, simplemente puso punto final a la banda.

Eso sí, Commando es un libro de una honestidad tal que logra sumir en la duda al lector. ¿Qué hubiera sido de Los Ramones sin la mano de hierro de Johnny? A raíz de su relato -que concuerda con el del mencionado End of the Century– parece claro que solo su espartana concepción de la banda la mantuvo en pie tanto tiempo. Y él no engaña. Era así y de esa forma creyó que lograría hacer de Los Ramones una leyenda -lo logró, no con las ventas que él hubiera deseado en vida, pero logró la eternidad-. Igual que pese a sus pésimas relaciones sentencie que “No había Ramones sin Joey, era irremplazable” tras su fallecimiento en 2001, la sinceridad y la extrema sencillez con la que va desgranando su visión, tanto de la vida como de su banda, es genuina. Se comulgue o no con las ideas de su autor, Commando es breve, directa, sin cortapisas e hiper-adictiva. Como las canciones de Los Ramones.