El reconocimiento crítico y el estrellato (en términos alternativos, por supuesto) que han obtenido propuestas como la de Julia Holter o Cate Le Bon nos devuelve fe en la capacidad de la industria para producir propuestas atractivas saltándose normas y apelando a armonías disonantes construidas sobre ritmos atípicos.

Cate Le Bon ha recogido, a muchos efectos, la antorcha Gruff Rhys (ese otro galés entrañable que, no por casualidad, ejerció de padrino de Le Bon ante el mercado internacional), y ha ido ganando solidez en cada una de sus propuestas, sobre todo a partir de una mudanza a Los Ángeles que, más que americanizar su sonido, ha trasladado la inocente excentricidad galesa a California.

La galesa dice haber aprendido la lección de medir lo que implican sus locuras antes de llevarlas a cabo (su compromiso de regalar una taza de cerámica hecha a mano a todos los que comprasen su anterior disco, Mug Museum, la metió en una espiral de trabajo de la que casi no consigue salir). Todos sus esfuerzos y creatividad se han centrado esta vez en construir un mundo musical y lírico que toma su inspiración inicial en una ocurrencia surrealista de su sobrina, quien le propuso crear un “Día del Cangrejo” (Crab day) en el que la tradición impusiera dibujar crustáceos por doquier.

No sale a cuenta cantar tus canciones”, canta como primera frase del tema titular de apertura. El hecho de que, pese a todo, nos las esté cantando, parece una afirmación de que aquí el arte está por encima de cualquier medida lucrativa. Esa llave de permisividad se traslada a todo el disco, interpretado con inocencia aparentemente infantil, pero también con la precisión de unos músicos capaces de ocultar las dificultades del material que tienen entre manos (a la batería encontramos a la gran Stella Mogzawa, de Warpaint, y en los controles repiten Noah Georgeson & Josiah Steinbrick).

Entre las elucubraciones “arties” que dan forma a gran parte del repertorio, encontramos pinceladas de la punk que sigue habiendo dentro de Le Bon, donde su tono a lo Nico luce más claramente (We might revolve sería el mejor ejemplo). Otros temas, como el single Wonderful o Find me nos recuerdan a Courtney Barnett, otra chica que está triunfando bajo sus propias normas. En un mundo aparte, destaca la belleza casi simple de Love is not love, que no desentonaría en el Transformer de Lou Reed, y que invita a intuir que si un día Le Bon decide por arrancar capas de complejidad a su propuesta, será como mínimo igual de fascinante.