Nuestra querida editorial Sajalín sigue a «lo suyo», añadiendo otra pieza, en este caso de postín, indiscutible «caza mayor», a su indispensable colección Al margen. Porque este Carter, la obra más celebrada del británico Ted Lewis, está considerada la referencia fundacional de la novela criminal británica moderna y, gracias a su adaptación cinematográfica Get Carter, con Michael Caine como protagonista —imposible no detenerse a hojear el libro una vez divisada su impactante cubierta— es todo un icono del género negro.

Fallecido con tan solo cuarenta y dos años a causa de una enfermedad derivada de su alcoholismo, Lewis fue publicista y dibujante para series de animación y películas —incluido Yellow Submarine de los Beatles— antes de lanzarse a la escritura. Carter, su segunda novela y el inicio de una trilogía sobre el sicario Jack Carter, fue publicada en 1970, convirtiéndose en best-seller tras el éxito de la película dirigida por Mike Hodges al año siguiente —el libro ha sido adaptado al cine tres veces más, pero de la versión con Stallone mejor no hablamos…—, logro que el escritor jamás volvería a alcanzar en su corta vida. Aunque eso sí, Lewis nos dejó una obra que ya forma parte de la cultura popular. Inspirada en el sonado caso del asesinato de Angus Sibbet en 1967 —conocido como The One-Armed Bandit Murder—, la novela ha motivado desde canciones de Mark Knopfler5.15am, de su disco de 2004 Shangri-la—, a citas referenciales de Quentin Tarantino, pasando por su inclusión en el cómic de Alan Moore La Liga de los Hombres extraordinarios:1969, las recurrentes «resurrecciones» cinematográficas y una influencia indiscutible en el noir. En definitiva, Jack Carter «nació» para quedarse…   

Es fácil entender los por qués de dicha influencia. En la superficie, Carter es una historia de venganza brutal, despiadada, de esas de «aquí va a morir hasta el apuntador». Su trama es también un clásico del género. El desquite de un ser amoral y sanguinario, Jack Carter, matón de la mafia londinense, ante una cuestión de índole personal: el más que sospechoso accidente-suicidio de su hermano, el inocente y recto Frank. Sus conocimientos del mundo del crimen, su relación con Doncaster, el lugar donde creció y al que regresa para enterrar a su hermano, dominado por pequeños grupos gansteriles locales rivales, y el arquetípico, siempre peculiar «sentido del honor» del asesino, provocarán que Carter haga todo lo que esté en su mano para aclarar lo sucedido, conocer la verdad… y obrar en consecuencia.

Hasta aquí los elementos estimulantes, de atracción inmediata a la lectura, aunque de sobra conocidos. Lo que, en cambio y siempre a mi juicio, resulta más novedoso y engancha sin remisión en Carter va por otros derroteros. Se trata, en primerísimo lugar, de la potencia de la narración —que a nosotros nos llega traducida por Damià Alou, toda una garantía—, lacónica, indómita, y, sin embargo, salpicada por esas ocasionales, muy medidas, explosiones descriptivas sobre el aplomado paisaje urbano y los recuerdos que esos parajes ruinosos atesoran para nuestro protagonista. Son, en la magistral definición de otro maestro del noir Dennis Lehane, esas «chimeneas en el infierno industrial» del noreste de Reino Unido que Ted Lewis describe aquí con una desazón tal que podría venir firmada por el mismísimo Ian Curtis.

En segundo lugar, e indisociable del párrafo anterior, tenemos al propio Jack Carter, nuestro absoluto personaje central y narrador. Una primera persona que podría pasar por todo un gentleman, quintaesencia de la flemática actitud británica —«la lluvia llovía», es lo primero que nos «suelta» el tipo—, sobrio, estiloso… sino fuera porque nos hallamos ante un feroz, implacable y frío ejecutor. Algo así como si el asesino a sueldo por excelencia británico, James Bond, resultase por una vez creíble y no una burda excusa para hacer publicidad de relojes de lujo y ropa cara… Jack es un protagonista de altura, difícilmente olvidable.

Y en tercer lugar tenemos la sordidez de la novela. Aunque el desarrollo de Carter a veces puede resultar confuso, a medida que el cruce de mafiosos e intereses criminales, un auténtico rompecabezas, se topan con el objetivo de Jack, ello redunda en una panorámica, sucinta en su exposición pero inusualmente completa, de las ramificaciones del hampa. Sin necesidad de caer en el «destripe» o espoiler, hay un momento en el que la trama de Carter realiza un viraje, sin efectismos pero sin ambages, hacia una cuota inesperada de podredumbre, vileza y desesperación. Como si Lewis quisiera decirnos que el mal se extiende por todos los rincones de esos lugares mortecinos, en apariencia aletargados. O quizás sea al revés. Quizás sea el lugar, su callada, hermética desesperación, el que provoca el surgimiento de dicho mal, arrastrando incluso a quienes, a priori, deberían permanecer ajenos a él. Por eso, para cuando el lector alcanza el «Domingo», el acto final, la revancha de Jack Carter ha adquirido dimensiones de tragedia griega. No puede haber paz para los malvados. Pero tampoco gloria para los héroes. Porque aquí no hay ninguno. Si buscáis un libro para daros un garbeo por el «lado salvaje», Jack Carter es vuestro hombre…