Carmen Villain fue una reconocida modelo en la pasada década (salía en portadas de la Vogue y desfilaba en las pasarelas más importantes del mundo), pero un buen día decidió que lo suyo era la música. Y eligió el camino más tortuoso, ya que en lugar de intentar convertirse en una estrella pop, se ha ido hacia el lado más experimental. “Sleeper” está lleno de paisajes sonoros propios de los Sonic Youth menos amables, de Royal Trux o de los grupos de dream-pop más oscuros. Nadie le puede negar el mérito, pero no ha conseguido plasmar sus ideas brillantemente en estos doce cortes. Por desgracia, el disco solo funciona en contadas ocasiones.
“Sleeper” es un trabajo que juega a descolocar, en el que hay una gran cantidad de guitarras desubicadas, que tira de la distorsión por tirar de algo, y en el que se ha olvidado de lo que es la estructura de una canción. La chica tiene talento, y lo podemos comprobar en una buena composición como Lifeissin (atentos al remix, que es una joya), donde se deja de tonterías experimentales y factura una balada bien bonita. Aquí demuestra que solo le hace falta su voz y una guitarra para que su propuesta funcione, y no necesita meter capas y capas de distorsión. Algo parecido le pasa en Dreamo y Kingwoman, los otros dos grandes temas del disco, donde juega con la suciedad, pero desde un lado más pop. Quizá se le va un poco la mano con la duración, pero son un soplo de aire fresco entre tanta canción sin sustancia.
Si nos vamos al lado más experimental del disco, tenemos que hablar de Two Towns, donde intenta fusionar su lado más pop con su lado más extraño. Es un corte que no está mal, y sorprende, ya que es la primera toma de contacto con su música. Lo que no ayuda es su voz de ultratumba (uno de los recursos más frecuentes en los que no saben cantar), que termina resultando cansina. También se puede destacar How Much, en parte por sus percusiones, que la llevan a lo más alto. Además, va creciendo hasta acabar en una tormenta de guitarras que, en este caso, no están nada desubicadas. Algo que sí pasa en los seis minutos insufribles de Obedience, o en la rayada de Made A Shell.
En la parte positiva están el riesgo que ha tomado y algunas canciones que sí funcionan, pero el resultado final es fallido. Escuchar el disco entero del tirón resulta complicado, y su sonido pesado acaba saturando a cualquiera. A ver si para el siguiente controla sus ataques guitarreros.
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