Podemos dar por inaugurado el verano, Caloncho ha llegado nuestro país. Y no nos referimos al verano que nos marca el calendario, con el que llevamos conviviendo unas cuantas semanas. El disco de Caloncho evoca el verano que tenemos idealizado, el que a veces sólo se materializa en anuncios de cerveza mediterránea, el verano de hamacas, de cócteles refrescantes con sombrillas de papel, de puestas al sol charlando con los amigos, de horas mirando al mar, y de fruta… de mucha fruta.
Este joven de Guadalajara ha ido escalando a ritmo pausado su ascenso hacia el podio de los artistas latinos relevantes. No en vano, lo que ahora llega a nuestros oídos contiene canciones que, en un formato u otro, llevan dando saltos en su repertorio desde 2011. Paso a paso, EP a EP (Fruta Vol. II es la unión de dos de ellos), conquistó su país, pescando por el camino un par de nominaciones a los Grammy Latinos (compartidas con el productor de esta grabación, Siddartha, batería de Zoé y poseedor de una interesante carrera propia en solitario).
Definido por su autor como “la metamorfosis de un garabato” este debut funciona como licuadora de su música favorita: folk, músicas tradicionales mexicanas (La Chora), doo woop (Pasa el tiempo), mucho pop buenrollista y, por supuesto, reggae y demás efluvios caribeños (“conoce a Bob Marley” es uno de los dulces sueños enumerados en la deliciosa Julia).
El mérito de Caloncho estriba en su capacidad de pasar por encima de todos estos estilos, sin que su personalidad se esclavice a ellos. Podríamos imaginarle como un Devendra Banhart más controlado, o como un Jack Johnson latino, o como el primo díscolo de Kevin Johansen.
El otro factor clave en su éxito está en unas letras que, dentro de su sencillez, se muestran evocadoras y juguetonas, repletas de “calonchismos” donde el inglés se cuela con naturalidad (ese “nipple contra nipple” en Chupetazos es memorable y, diríamos, de práctica obligatoria en cualquier momento de frenesí estival)