La estupenda editorial asturiana Hoja de Lata nos invita a descubrir a otra autora canadiense tras el fenomenal El río sin descanso. Sin embargo, en esta ocasión cambiamos la veteranía de la laureadísima Gabrielle Roy por este En busca de New Babylon, celebrado debut de la joven Dominique Scali —semana de autoras emergentes, motivo de especial satisfacción— que nos propone reimaginar el Lejano Oeste americano en el siglo XIX, especialmente su segunda mitad. Así que ensillad los caballos y calzaos las botas. Nos espera un largo viaje. ¡Y no olvidéis el sombrero!

Para su primera novela, la escritora y periodista de Montreal ha creado un artefacto literario de lo más sugerente, arriesgado y audaz. En busca de New Babylon, premiada en el Festival de Primera Novela de Chambéry 2016, nominada en 2015 al Premio de los Libreros de Quebec y finalista en los premios del Gobernador General, el France-Québec y el Gran Premio del Libro de Montreal, es un western sin duelos —aunque hay pistoleros, rifles y violencia—. Un vasto y rico road trip deconstruido, armado y vuelto a desmontar. Una original, refrescante exploración de un territorio y un paisaje tan mitificado y exprimido que parecía imposible no caer en los clichés. Y una «topografía» humana de un cuarteto de personajes cuyos destinos se cruzan, en busca de crear su propio mito… mientras batallan —y recordad es una lucha que casi siempre se pierde— contra su propia historia, pasado y futuro.  

Hay algo poderoso en la prosa de Dominique Scali, esquiva, conscientemente abierta y, no obstante, cercana y rica —que disfrutamos gracias a la traducción de Luisa Lucuix, que ya se encargó del mencionado libro de Roy—, que invita a seguir leyendo los periplos y desdichas de Charles Teasdale, un kamikaze adicto a la sangre y ¿necesitado? de dirección, de sentido; de la joven Pearl Guthrie, obsesionada por casarse; del peculiar Bill el Ruso, quijotesco aventurero y criminal, con ese titánico, dantesco sueño de fundar New Babylon, la ciudad imposible para los desterrados —también podría llamarse Marina d’Or—; o el insondable, arcano, más que dudoso reverendo Aaron, empecinado en escribir el relato de una época, aunque le hayan amputado las manos. Pero no son únicamente los personajes, intrigantes —también algo desiguales en su interés a medida que la lectura avanza— y siempre con algo escondido en sus desdichados procederes. El mérito de Scali es que mientras nos invita a seguir sus peripecias estamos siendo absorbidos por un mapa de los Estados Unidos… polvoriento y en construcción.

Son los USA del «Destino Manifiesto», de ese país por inventar, unido a un discurso imparable y que quedará instaurado «a sangre y fuego» por los siglos de los siglos como la justificación de todas las atrocidades cometidas y por cometer. Una hazaña gigantesca en nombre de la supuesta grandeza y superioridad del hombre blanco… que Scali desnuda sin dogmatismos ni pretensiones historicistas, pero con una claridad pasmosa. En vez de territorios de leyenda, su libro reúne infinidad de ciudades y pueblos reales desolados, intercambiables entre sí, la mayoría construidos a raíz de la «fiebre del oro» y abandonados por culpa de ella. Todos excepto uno, el arquetipo perfecto de la ciudad sin ley… que es inviable. En En busca de New Babylon no hay John Waynes, sino almas en pena en una suerte de penitencia permanente. Por favor, que alguien le ponga este libro en las manos a la gran cineasta Kelly Reichardt, seguro que haría maravillas con él.

Al final la bofetada que Scali propina a esa cosmogonía falsa y artificial, pero mantenida en el tiempo gracias a que la gente siempre va a preferir las confortables y azucaradas palomitas de Hollywood a la dura verdad de Howard Zinn, es de aúpa y convierte a En busca de New Babylon en una lectura que supera el simple entretenimiento de un relato brillantemente escrito pero poco convencional, no del todo aprehensible, incluso algo enmarañado en determinados momentos. Porque el sueño de la ciudad por construir, el oro no encontrado, la sed de sangre no saciada, el matrimonio no obtenido, son las piezas que no encajan de un puzle mucho mayor: la del tradicional mito del optimismo yanqui convertido en tragedia. La de un país que preferirá seguir ciega, cerrilmente hacia adelante, making America great again… cuando en realidad nunca lo ha sido.