Ir a tu aire durante 23 años. Ése es el gran mérito de Doug Martsch y Built To Spill. Vivir inalterable a las modas y a los vaivenes de la industria musical, hacerlo a tu ritmo. Y construir mientras tanto, una carrera sin pretensiones de ser The National (por poner un ejemplo) pero sólida y sin fisuras. Pese a que acarrean un condicionante severo: es imperativo verles en el confort de una sala. A Martsch se le nota al kilómetro que estaría más cómodo en un cepo medieval que tocando en festivales. En nuestro país ya se vio en el Primavera Sound de 2010, cuando se empecinó en desquiciar al público parando un minuto entre canción y canción para afinar y hacer ajustes, o más recientemente durante el Kutxa Kultur Festibala de 2013, donde pasó y nos hizo pasar las de Caín en el Monte Igeldo.

Así que, sabiendo que esta vez la cita era íntima, ni los daños colaterales en asuntos de movilidad provocados por un Madrid-Barça evitaron que en el Teatro Barceló de Madrid se congregase una nutrida presencia de barbas canosas y nostalgia de los noventa, por vividos o escuchados. Más de la mitad del setlist con el que se presentó el grupo de Idaho vio la luz el siglo pasado. Del reciente ‘Untethered Moon’, publicado en julio pasado, extrajeron cinco cortes (‘So’, ‘On The Way’, ‘C.R.E.B’. ‘Never be the same’ y ‘Living zoo’) y apenas se dieron una pasada ligera por el ‘There is no enemy’ (2009), representado por ‘Life’s a Dream’. Con ‘You In Reverse’ (2006), quizá el disco más infravalorado de su catálogo, la cosa fue más sangrante y apenas le dejaron hueco a una maravilla como ‘Liar’.

Es como si Martsch siguiera en una mecedora en su granja, balanceándose y contemplando el poso de la evidente influencia de Dinosaur Jr. Renegando abiertamente del ‘Perfect from Now on’ (1997) que les catapultó, incluyendo únicamente ‘Untrustable/Part 2 (About Someone Else)’ y mimando el ‘Keep it Like a Secret’ (1999) como su auténtica obra maestra y con la que vertebrar una actuación de Built To Spill en el año 2015. El obsesivo músico de Boise reconoce abiertamente que, en su cabeza, lo que fluye es la melodía, no las letras. «El 99 por ciento de lo que escribo son estupideces», ha dicho en alguna entrevista, como pidiendo perdón. Por eso su expresión corporal denota que realmente alcanza el clímax cuando pone tierra de distancia con el micrófono y se entrega a su guitarra. Así lo hizo en ‘Carry The Zero’ antes del bis y con ‘Broken Chairs’, el punto final, dos elementos indispensables de aquel disco con los que el veterano músico, ya completamente absorto, dejó rápidamente de expresarse con la lengua para hacerlo con los dedos hasta aparentar llevar el concierto a una jam session. Pero es perdonable. Built to Spill propone y proyecta sobre un escenario música atemporal, en el mejor sentido del término. Sin atender a modas y sin fisuras.