El rock de estadio puede ser divertido

Bryan Adams es de los pocos artistas internacionales que ha tenido la suerte de llegar a nuestro país sin que la variante Ómicron terminara chafando la gira -al parecer pasó la enfermedad el pasado diciembre-. Todo un punto a su favor, ya que, con la falta de este tipo de grandes eventos que tenemos, el público de Madrid se tomó su concierto como una cita casi única. Y claro, el artista canadiense respondió como mejor sabe: dando un espectáculo enérgico de puro rock, que no fue perfecto, pero sí bastante entretenido. 

El artista de Ontario viene de los ochenta y de ese rock de estadio que tantos adeptos tuvo en aquella década. Y eso tiene sus partes buenas, y sus partes malas. Por un lado, lleva una banda sobresaliente que saca un sonido de lo más potente. Además, él mismo está perfecto de voz y a sus 62 años cuenta con una energía que ya quisieran muchos. Sin embargo, también ha heredado de aquellos años todos los tics de este tipo de grandes citas. Así, durante las dos horas que duró su concierto, no paró de alargar las canciones, de animar al público a que corease los estribillos -mientras él descansaba la voz-, o de dejar que Keith Scott se convirtiera en un “guitar hero” en más de una ocasión. Aunque eso sí, con la simpatía que siempre le ha caracterizado.

Había una posibilidad grande de que Bryan Adams convirtiera su concierto en un recital de baladas, pero, afortunadamente, no fue así. Desde el inicio, donde encadenó “Kick Ass”, uno de sus resultones últimos singles, con “Can’t Stop This Thing We Started” y “Run To You”, ya se pudo ver que venía a dar un concierto potente y más centrado en su faceta rock. De hecho, consiguió que “Shine a Light”, que en su versión de estudio es una canción un tanto blanda, sonara bastante contundente. Y lo hizo con todo el WiZink dando buena cuenta de las linternas de sus móviles, como manda un buen espectáculo de este tipo. Además, la primera de las baladas que cayó fue “Heaven”, que es todo un clásico, y un poco más contundente que el resto de sus canciones lentas.

Condensar en dos horas una carrera tan extensa y con tantos hits como la de Bryan Adams no es nada fácil, pero el canadiense vino con un setlist de lo más equilibrado en el que no se dejó ninguna de sus épocas. Así, cayeron temas de los ochenta, como esa “It’s Only Love” que en su día hizo junto a Tina Turner, o “Summer of ‘69”, la canción que nunca ha podido superar. Pero también de los noventa, como su colaboración con Paco de Lucia, en la que rindió un homenaje final al guitarrista español, o “When You’re Gone”, que sonó de maravilla en acústico. Además de, por supuesto, “(Everything I Do) I Do It For You”, el mayor éxito de su carrera, con el que, por cierto, hizo algo raro, ya que la tocó con todas las luces del pabellón encendidas y la sensación fue de lo más extraña. 

Como dato curioso, uno de los mejores momentos de la noche vino con “Back To You”, esa canción que compuso para su Unplugged de la MTV. Aquí, se hizo con una versión eléctrica de lo más vibrante con la que demostró que es una de las mejores canciones de su carrera y que se merecía una versión de estudio. Pero hubo alguno más, como ese song request que hizo con el público y que nos brindó la oportunidad de disfrutar de una estupenda “Somebody” (gracias, Diego). Además, se fue los bises dejando el listón bien alto con “Cuts Like a Knife”. 

Se podría decir que la última parte del concierto fue la más floja. Y es que, prácticamente tenía todo el pescado vendido, y resulta curioso que lo mejor de estos últimos minutos fuera la divertida “So Happy It Hurts”. Más que nada, porque es uno de sus últimos singles, y lo que vino después fueron dos versiones acústicas de dos de sus baladas. La primera fue “Straight From The Heart”, que sí podríamos decir que es de las mejores de su carrera, pero la segunda, y última del concierto, fue “All For Love”, aquella canción tan simple que hizo junto a Sting y Rod Stewart. Lo que, particularmente, dejó a un servidor con una sensación un tanto agridulce.