La realidad como un trance

Con cada nuevo disco Bill Callahan, el que fuera líder de Smog, avanza en su procesión de barnizar con otras sonoridades la música americana. En formato cuarteto ofreció un concierto con muchos ricos matices y un punto muy jazzy. Influyó el saxofonista que lleva en esta gira, y un baterista con mucho swing. Venía a presentar ‘YTILAER’ (2022), su ‘Reality’ al revés, porque Callahan no se cansa de darle vueltas a la realidad, y sacarle partido a los estilos clásicos, para configurar su propia identidad.

Comenzó desgranando las tres primeras piezas de este brillante último trabajo, y desató la furia guitarrera al final de “Bowevil”, en un arrebato magnífico. Parco en palabras, pero amable con la audiencia, la música presidió un concierto donde sus canciones vuelan libres en un aire de improvisación concertada. Recuperó tres temazos de Smog como “Hit the Ground Running”, de esas que crecen en bucle; o “Keep Some Steady Friends Around”, otra maravilla atemporal, con esa estructura repetitiva que bate el destino, y en la que el violín aporta nervio y con un “Teenage Spaceship” dirigido al infinito, como flotando sobre la realidad.

Sus canciones respiran cada vez más un nuevo pulso que transita entre géneros. Será cosa de la edad pero Callahan no deja de sorprendernos (sorprenderse) en cada nueva aventura musical, con cada nuevo álbum. Y apuntala una carrera sólida abriendo nuevos caminos como con “Partition”, donde invoca a la gravedad, y salta al vacío, en un pulso a la improvisación y nos lleva al lado más alocado. La americana resurge en “Drover” de ese magnífico ‘Apocalypse’ (2011). También revisitó “Small Plane”, otra joya en las que las guitarras perfilan sendas como tránsitos vitales, en los que resuena la tradición. Suena a tradición en “The McKenzies”, apelando al final a ese hijo. “Naked Souls” se adentra en territorios donde el folk sigue su curso en afluentes jazzísticos y rockísticos. Esa manera de cantar como recitando, muy a la manera de la chanson, nos conquista. Mención especial para ese guitarrista que le acompañaba y desataba la furia, o los matices de la pedal steel o el contrapunto del bajo.

En esas canciones que crecen en directo, en esas maravillosas letanías, Callahan explora los límites de la realidad y nos lleva de trance. Ese en el que la vida roza la fugacidad, los sonidos se dispersan para alcanzar una comunión total. Finalizó con “Planets” como si buscara una conexión cósmica, algo que consigue con su música. Se dejó en el tintero “Natural Information” por exigencias del guión de la sala, y eso que no habían dado las 11 de la noche. Cosas del directo en discotecas. Pero Callahan y el trío que le acompañaba nos brindó un viaje a la música en vuelo libre. Poca broma.

Foto: Blanca Orcasitas