Poco se puede decir a estas alturas de Belako que pueda sorprender. El cuarteto vasco lleva un tiempo siendo vitoreado por la crítica, apreciado por los programadores, y aplaudido por un público que no puede quedar indiferente ante sus vigorosos e intensos directos. Pero es que, además, se están convirtiendo en una banda seria, de esas que despejan a base de una discografía sólida cualquier atisbo de hype injustificado. Su tercer larga duración -quinto trabajo si contamos los EPs, y quizás deberíamos- lleva unos meses en el mercado, pero no queríamos que por omisión pareciera que en Indienauta no estamos igualmente convencidos de sus méritos. Más bien, todo lo contrario, así que valgan ahora estos parrafitos sobre el que esperamos que sea tan sólo uno más de los primeros pasos de una carrera destinada a ser realmente grande dentro de la música que se hace en el país.

Sin saber si este es realmente el techo de la banda -porque cuando una evolución es constantemente ascendente hay que esperar a que llegue algún resbalón para saber hasta dónde podemos esperar- sí que podríamos decir que este nueva obra cimienta muchas de las promesas que han ido sembrando por el camino: el poderío punk está aquí -siempre lo estuvo-, la potente voz de Cris sigue apabullando, la banda muestra solidez e inventiva a partes iguales con sus instrumentos, y ahora aquellas tentativas de regar sus piezas con sintetizadores y algún que otro guiño a la electrónica ya forman parte integrada de toda la propuesta. No se trata tan sólo de que aparezcan canciones descaradamente dance como la febril ‘The Fiend Thinker’ o la hipnótica ‘Nice Church’, sino que ya desde el potente poker de temazos que dan inicio del álbum encontramos sonidos e intenciones que conviven con el punto guitarrero y directo que parece formar parte de toda la producción. Así, a nadie ha de sorprender cuando un tema como ‘Lungs’ rompe su aparente simpleza con un interludio entre “bakala” y tribal.

Pero es que también estamos ante una banda que aplica la inteligencia sin que por ello se resienta su visceralidad. Da la impresión de que todo está muy meditado, que nada ha sido hecho a la ligera, ni los arreglos, ni el orden del disco, ni sus revisiones a canciones o a ideas incluidas en canciones (muchas de ellas se presentan en dos partes separadas, con personalidades absolutamente diferentes entre sí, llegando incluso a permitirse rescatar ‘Hedogun Baleak’, dejándola casi irreconocible respecto a la versión que conocíamos de su anterior disco). Es un disco mucho más complejo de lo que podría parecer al principio, que premia la escucha atenta y que se presenta como una unidad creativa indivisible. La atención, la paciencia y el LP como formato son conceptos que hoy en día podrían parecer totalmente anacrónicos, pero que con bandas como Belako podríamos acabar recuperando para la causa.