La primera reseña de la rentrée tras las vacaciones es un apasionante y singular cruce de caminos cortesía de la gran Impedimenta. Se trata de Basilisco, del asturiano Jon Bilbao. Una obra que transita un vasto territorio: de Asturias a California pasando por Utah, Nevada, Idaho o Montana. Del presente más cercano al Far West. Del relato de aventuras y el wéstern a la disección de lo cotidiano y doméstico. De la novela fragmentada al libro de cuentos. De la realidad, de trasfondo autobiográfico para más inri, a la ficción que surge de los mitos más vesperales e indómitos. 

Nacido en Ribadesella en 1972, Jon Bilbao está considerado referente del género breve en nuestro país —mérito especial considerando su maltrato—. Es ingeniero de minas, licenciado en Filología Inglesa, y autor de una ya profusa bibliografía. En el terreno del cuento, con los volúmenes Como una historia de terror, Bajo el influjo del cometa, Física familiar, Estrómboli y El silencio y los crujidos. Y en el ámbito novelesco, con El hermano de las moscas, Padres, hijos y primates y Shakespeare y la ballena blanca. Su obra ha sido reconocida con los premios Otras Voces, Otros Ámbitos, el Ojo Crítico de Narrativa, el Tigre Juan o el Premio Euskadi de Literatura. Actualmente reside en Bilbao, donde ejerce también como traductor.

Basilisco es una obra tan especial que intentar desgranar un argumento «al uso» resulta una pérdida de tiempo. Sobre la superficie, tenemos ocho relatos autoconclusivos que, no obstante, se necesitan unos a otros —a veces, de forma evidente, otras, de forma rocambolesca y aterradora— y alternan entre presente y pasado. Y dos protagonistas. El primero, trasunto del propio escritor, un ingeniero frustrado convertido en autor con no pocas cuitas emocionales y familiares. El segundo, un indescifrable «llanero solitario» epítome del Oeste, John Dunbar. Ambos, sorprendente material literario a la vez que conductores del libro. Realidad y leyenda.   

Precisamente, ese vínculo entre lo mítico, lo histórico —Guerra de Secesión, fiebre del oro— y lo personal converge en ficción de una intensidad inusitada, logrando que Basilisco sea un todo tan absorbente —también por lo inclasificable— como perturbador, pese a la disparidad de enfoques abordados. Así, las historias de Dunbar, forja de la quimera que permanece en el imaginario popular, conviven con inesperada naturalidad con las vicisitudes de esa especie de alter ego del propio Bilbao, sumido en una crisis existencial que afecta a todos los niveles de su vida: conyugal, familiar, laboral…

Basilisco es duro. A sus escenas de terror y violencia, se le suma una visión de las relaciones humanas simplemente desoladora. La desconexión del hierático y brutal Dunbar con la humanidad es prácticamente absoluta —la exhumación materna, o la prostituta, como ejemplos mayúsculos—. Apenas muestra un atisbo de interés por Patrick Clement, el artista fuera de lugar y época —¿juego de espejos entre creador y creación?— en la expedición paleontológica del Capitán Drummond por Utah. Una actitud implacable que le transfigura, literal y mefistotelicamente —otro sobrecogedor pasaje—, en el perfecto e inmortal «fuera de la ley», además de proporcionarle su sobrenombre, título del libro. 

Tampoco le anda a la zaga el escritor, agriado y temeroso frente al mundo, incluidos hijo, esposa, amigo y padres. Solo en el cierre, desesperado retorno al hogar de Ribadesella —nótese la coincidencia— y a la infancia vía obsesión, le vemos superar su estado de irritación e intransigencia permanentes. Pero tanto Dunbar como ese anónimo autor parecen condenados a una existencia de soledad y profundo hastío. Basilisco ofrece una visión muy negativa de la vida a través de los más extraños «vasos comunicantes». 

Porque es posible que, a nivel de puro atractivo literario, los relatos de John Dunbar ganen por goleada al resto de Basilisco. Son piezas de irresistible e inmediata seducción del lector, febriles novelas de aventuras sabiamente condensadas y narradas con maestría incontestable, retazos de vida fabulados mediante una prosa sobria y precisa, siempre avanzando y en tensión. Sin embargo, es la combinación —cuando no su simbiosis—, chocante e inquietante, con los episodios digamos sobre la cotidianidad, lo que lleva a esta obra varios pasos «más allá». 

Y es que, por separado, estos relatos transitan géneros y situaciones más o menos conocidas —los fragmentos más viscerales o pesadillescos serían la excepción, tened cuidado con las arañas—, siendo el mencionado oficio de Jon Bilbao el que los sustenta. Pero es su conjunto lo que transforma a Basilisco en un artefacto literario rotundo y original, no del todo descifrable, incluso desconcertante, lo que redunda en su fascinación, sobre el comportamiento y las relaciones humanas frente a situaciones extremas, ya sean legendarias o realistas. El lejano Oeste nunca estuvo tan cerca…