7.7Score
Final Verdict
Barrie logra dar con un ecléctica y efectiva colección de canciones en ‘Barbara’, el que, oficialmente, es un nuevo comienzo en su carrera.
En tan solo un mes, Barrie pasaron de ser una banda al completo, y con un cierto éxito, al proyecto en solitario de Barrie Lindsey. Y es que, al poco tiempo de editar su álbum de debut, el resto de los miembros abandonaron el barco. Algo que, desde fuera, puede parecer que viene de malos rollos internos, pero lo cierto que las dos partes aseguran que solo había diferencias musicales. Y como prueba, tenemos la colaboración que hizo Lindsey en el álbum de debut de Psymon Spine, el nuevo proyecto de dos antiguos compañeros de banda. Además del evidente cambio de sonido que muestra en este nuevo trabajo.
‘Barbara’ es un disco un tanto ecléctico escrito en pleno confinamiento. En él, la artista neoyorquina, que tan solo ha contado con la ayuda de su mujer, se ha sacado de la manga una colección de canciones en las que encontramos folk-rock, synth-pop, pop algo ensoñador, y hasta un tema con cierto sabor étnico. Y la verdad es que consigue que su propuesta funcione en todas estas facetas. Porque, además, se podría decir que estamos ante un álbum más directo que su debut. Solo hay que escuchar ese himno synth-pop y bailongo que llamado “Frankie”, que es absolutamente irresistible. O esa autentica delicia llamada “Quarry”, en la que se acerca a mundos más ensoñadores.
Uno de los puntos fuertes de este trabajo, es la vitalidad contagiosa con la que Barrie ataca muchas de sus canciones. Algo que podemos ver nada más empezar con esa “Jersey” en la que se hace con un folk-rock de lo más animado. Y es que, al parecer, esa vida feliz que lleva con su mujer le ha servido de inspiración para crear un tema tan bonito como “Jenny”, que la verdad es que recuerda un poco al sonido de su primer trabajo. O “Bloodline”, la delicada balada al piano que cierra el álbum.
Incluso en los momentos algo más escurridizos, Barrie logra dar con algo que hace que la canción entre de la forma más fácil. Es el caso de “Dig”, donde se saca de la manga una canción con unos extraños y estridentes coros étnicos, pero lo bueno es que los baña en unos teclados bonitos y ensoñadores. O la oscura “Basketball”, en la que recupera ese lado más electrónico del primer tramo del álbum, y en la que sorprende con una acelerada y potente percusión en su segunda parte.
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