The Ballet es uno de los secretos mejor guardados de Nueva York; tanto, que llevan tres discos y por aquí siguen siendo unos absolutos desconocidos. Ni siquiera sus letras abiertamente gays (me niego a escribir gais) han conseguido que medios dirigidos al público homosexual se fijaran en ellos, como pasó con The Hidden Cameras. Y eso que este trío tiene muchas semejanzas con la banda canadiense, no sólo por sus letras tan claras (aunque un poco menos salidas de tono), sino también por su forma de ver el pop: son capaces de todo por llevar a buen puerto una melodía y les da igual hacer un tema synth-pop, un corte pop a lo Magnetic Fields (su banda predilecta) o una canción ruidosa al más puro estilo The Jesus & Mary Chain. Lo mejor es que en todas aciertan de pleno.

I Blame Society” es su mejor trabajo hasta la fecha, el más compacto y en el que apenas fallan en un par de canciones. Todos sus cortes suenan de maravilla, gracias a una producción clara y, en muchos casos, muy limpia; algo que no pasaba en sus anteriores trabajos. Sólo hay que escuchar Alright, el tema que lo abre, para darse cuenta. Es una canción que empieza a lo grande, con un base rítmica contundente y un toque soul delicioso, pero acaba con un muro de guitarras que casi les acerca al krautrock. Es buen ejemplo para comprobar lo bipolares que pueden llegar a ser, y que no se acomodan en un solo estilo. Esto de fusionar estilos en la misma canción lo vuelven a hacer en Too Much Time, un corte que empieza como un tema de Belle & Sebastian y acaba como uno de Pet Shop Boys. No hace falta decir que la jugada les sale de maravilla, aunque en principio descoloque un poco.

El disco se mueve principalmente entre dos estilos. Por un lado tenemos las canciones de pop más convencional, con más influencias sixties y más presencia de las guitarras. De este palo destacan Cruel Path, que es de lo más delicada (el cantante casi susurra en lugar de cantar) y que tiene un estribillo de lo más pegadizo, o Difficult Situation. Pero lo mejor lo encontramos en Feelings, que es una auténtica delicia con sus guitarras a lo New Order y su ritmo cercano al dance ochentero. Es el puente perfecto para adentrarse en el otro estilo predominante del disco: el synth-pop.

¿Os acordáis del “Get Lost” de Magnetic Fields? Pues esa es la principal influencia de lo que podríamos llamar la cara b del disco. Nos entregan un pop electrónico preciosista, en el que se sacan de la manga maravillas como Meaningless, un corte en el que hablan sobre las bodas gays en Estados Unidos (“I’ve got no wedding dress, I’ve got no diamond ring… I guess my love is meaningless”) o Is Anybody Out There, el single del disco, que es más Stephin Merrit que el propio Merrit. Que copian mucho es indiscutible, pero lo hacen muy bien, y lo que importa al final es que les salen temas redondos. Además, no todo el disco tira de los campos magnéticos; también se van hacia la pista de baile en Sorry o se adueñan del riff del Sweet Jane de Lou Reed en All The Way, el tema que cierra el álbum como si fuera uno de los hermanos Reid. Es su Just Like Honey particular.

Estamos ante uno de los mejores discos de pop del año. La lástima es que seamos muy pocos los que nos vamos a enterar.