Han pasado ya diez años desde que Merriweather Post Pavillion convirtiera a Animal Collective en la deidad gigantesca que son hoy, ejemplo perfecto para ser esgrimido tanto por los defensores como por los haters de la música independiente del s.XXI. En este tiempo transcurrido, tanto el colectivo como sus dos figuras más destacadas –Noah Lennox (Panda Bear) y David Portner (Avey Tare)- han seguido a su bola, publicando obras oscuras y exploratorias que a menudo podían llegar a desquiciar a los que llegaron a ellos seducidos por los valores pop que en sus momentos más accesibles destacaban por encima del jugueteo lisérgico.

En lo referente a sus trabajos en solitario, Portner justificaba la opacidad como reacción a las turbulencias personales generadas por el abrumador ritmo de las giras de Animal Collective.

Ahorra, desde una relativa calma, y asentado en su nuevo hogar en la bucólica y tranquila ciudad de Ashville. Portner publica su tercer disco como Avey Tare y las cosas se ven (y se escuchan) mucho más claras. Hay una definida intención de darle la mano al oyente sin que por ello se tengan que abandonar las señas de identidad de Portner como creador o de Animal Collective como entidad. No faltan canciones-collage marca de la casa (Taken Boy), ni sonidos encontrados, ni voces alucinadas, ni beats de electrónica que entran y salen sin terminar de llamar la atención sobre su presencia o ausencia, ni esa nebulosa general que nos lleva a dudar si todos los trabajos relacionados con el Colectivo Animal existen realmente o si los hemos soñado. Todo eso está ahí, pero también encontramos un corazón pastoral, casi folk, herencia de una tradición musical que hasta ahora no se había mostrado tan identificable en la obra de Portner.

Incluso la temáticas de las canciones vive de esa dicotomía. Así, nos topamos con canciones de naturaleza muy “voladora” sobre la civilización Maya (Remember Mayan), o sobre la supremacía robótica (K.C. Yours), que denotan la afición perfeccionada de nuestro protagonista por la microdosis como herramienta vital y creativa; pero también identificamos reflexiones más poéticas y mundanas sobre la nostalgia (Nostalgia in Lemonade), sobre los días que consideramos especiales como parte de un ritual (Saturdays (Again)), o sobre el valor del contacto visual (Eyes on Eyes). Esta combinación de elementos, cuyos ingredientes van variando de peso a lo largo del disco, tienen su culminación en la preciosa Hors_, con su melodía casi dylaniania, su ritmo constante, sus ambientaciones líquidas, y esos ecos de música country manipulada.

“¿Qué es? ¿Es? ¿Es? Ni siquiera puedo encontrarlo en el mapa”, es uno de los enigmáticos mensajes que se van plantando a lo largo del disco (en este caso, en el final de What´s the Goodside?). Se diría que Portner quiere situarnos en un lugar misterioso que no tiene sitio en los mapas, pero que al mismo tiempo tiene muy claro dónde está su norte. Sin duda, estamos ante el mejor disco de Avey Tare y, quizás, ante el mejor antídoto para reenganchar a los que se bajaron del carro poco después del Merriweather Post Pavillion.