Casi todas las reseñas que he encontrado en la red de este nuevo trabajo de Anímic hace referencia a su portada. No es de extrañar. En estos tiempos de tanta pose amparada en la estética como única excusa, conviene aplaudir cuando un grupo sabe materializar una imagen gráfica tan en sintonía con la propuesta musical a la que acompaña.
Aparte de su valor icónico, y de esas tonalidades tan oscuras que nos adelantan el enfoque siniestro de los sonidos recientes de la banda catalana, yo quiero ver algo de simbolismo en el esqueleto de elefante de la portada. Muchas de las canciones de Hannibal tienen en su ADN el carácter intimidante y pesado de un paquidermo (de hecho, varios de los riffs podrían formar parte orgullosa del repertorio de cualquier banda de hardcore), pero parecen haber pasado por un cuidadoso proceso de vaciado que las reduce a su más pura esencia, dejando de resultado un esqueleto tan macabro como sugerente; una bestia totalmente diferente, pero bestia al fin y al cabo.
Este enfoque reciente -que viene a resultar un paso más allá hacia las profundidades después de lo que lo que avanzaban en su celebrado Hannah (2011)- nos recuerda bastante a la manera de componer y ordenar sonidos que tienen los británicos The XX, si bien Anímic gozan de una personalidad propia y de un sonido con más mordiente, sobre todo cuando de vez en cuando pisan la distorsión, como en el apoteósico final de Shoot em up.
El peculiar enfoque de la producción hace pensar que se nos han industrializado y que han tirado de bases electrónicas para paliar la marcha del que fuera su batería, Roger Palacín, pero en realidad casi todo el disco ha sido interpretado en riguroso directo, con una Louise Samsom al frente de un kit de percusión primitivo, en el más puro estilo Maureen Tucker.
Tan solo en Rei blanc prueban con la electrónica pura y dura y dan con uno de los momentos más inspirados del disco, dejando abierto un camino que, si les da por ahí, podría depararles (depararnos) grandes cosas en el futuro.
Por cierto, que Louise sigue confirmándose como cantante embriagadora, haciéndose cargo de todas las piezas en inglés, y dejando el hueco protagonista para Ferrán Palau en las canciones en catalán, como viene siendo norma habitual en la banda.
Si hablamos de un grupo que en apenas una década ha pasado del verdeado folk estilo americano a esto que asalta ahora nuestros altavoces, no queda más que aplaudir la capacidad de evolución de Anímic, y permanecer atentos a los próximos pasos de este arrollador esqueleto de elefante.
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