Hay que reconocer que Andy Bell se lo ha currado. A lo largo de tres décadas, no ha dejado de trabajar y siempre ha tenido algún proyecto con el que estar ocupado. Porque, tras la separación de Ride en los 90, supo canalizar toda su energía en Hurricane #1, y un poco más tarde pasó a formar parte de Oasis y Beady Eye, lo que podríamos calificar de un fantástico plan de pensiones. Pero es que también ha producido a unos cuantos artistas, y hace poco editó un disco como Glok, su álter ego electrónico. Lo que le faltaba era publicar su primer trabajo en solitario, y eso ha llegado con la ayuda del confinamiento.  

Buena parte de ‘The View From Halfway Down’ ya estaba compuesto antes de la pandemia, pero estos meses de encierro le han servido al británico para terminar de pulir estas canciones y darles un contexto. Porque, aunque estamos ante un trabajo ecléctico, sí es cierto que no sorprenden sus múltiples facetas. Más que nada porque no toca ningún palo que no haya tocado Andy Bell antes.  

Se podría decir que lo mejor de este disco llega cuando entra en juego el pop de guitarras. Y es que, lo que sí nos ha descubierto este trabajo, es una faceta mucho más melódica del artista británico. Algo que sobre todo se puede apreciar en dos temas. El primero es “Love Comes in Waves”, el corte abre el disco metiéndose de lleno en mundos cercanos al C86, y en el que se fija bandas que fueron coetáneas a los primeros años de Ride, siendo Teenage Fanclub la más evidente. Y la verdad es que es todo un acierto, porque ha dado con todo un himno de pop luminoso de lo más instantáneo. Más pop está incluso en los seis minutos de “Skywalker”, una pequeña delicia en la que un ritmo kraut se fusiona con un combo de guitarras y teclados de lo más brillantes.  

El resto del álbum se divide principalmente en dos facetas: una más psicodélica, y otra más electrónica. De la primera destaca “Cherry Cola”, donde se va hacia un pop psicotrópico, y sixties, de lo más british. Y de la segunda destaca “Heat Haze on Weyland Road”, en la que llena de alma su faceta más sintética, y se saca de la manga una bonita canción instrumental. Además, aparece un saxo por ahí, y eso siempre viene bien. Pero es en la unión de estos dos mundos que nos presenta “Indica”, donde se ven los mejores resultados. Y es que, esa pátina electrónica le viene de maravilla a su lado más psicodélico. Porque, sobre todo, le da frescura.