Entre las primeras novedades del año, tenemos Algo en lo que creer, la tercera novela del norteamericano Nickolas Butler publicada por Libros del Asteroide. Una obra de apariencia, prosa y desarrollo amable, sobre la comunidad y las relaciones familiares, que alberga en su interior una espinosa trama —y de pavorosa actualidad en esta era de iracundos evangélicos apropiándose de gobiernos democráticos o imbéciles defensores de «pines parentales»— acerca del fanatismo religioso. 

Tras el exitazo de Canciones de amor a quemarropa y la muy recomendable El corazón de los hombres, en Algo en lo que creer, Butler vuelve a invitarnos a ese Wisconsin rural que también conoce —aunque nació en Allentown Pensylvania, creció y reside en esa región del Medio Oeste— y en el que todo parece suceder al ralentí. En ese pueblo de armoniosa convivencia  vive nuestro protagonista Lyle Hovde junto a su esposa Peg, disfrutando de una existencia tranquila ahora que ya se han jubilado —Lyle colabora en el huerto de manzanos de Otis Haskell, escenario de algunos de los pasajes más poéticos de la novela—. Además, se encuentran en un momento especialmente dichoso, ya que su hija Shiloh, tras una adolescencia y primera edad adulta bastante turbulenta, ha regresado al hogar junto a su nieto Isaac de cinco años, a quien los abuelos adoran.   

El problema es que Shiloh —adoptada por el matrimonio cuando era un bebé— sigue siendo una fuente de preocupaciones, principalmente porque en sus «años de extravío» se unió a una vehemente iglesia evangélica, relativamente próxima al pueblo, y cuyo más que sospechoso pastor, además de su interés sentimental en ella, está convencido de que el pequeño Isaac es un «sanador», alguien capaz de obrar milagros con los enfermos. Lyle ve como la ya compleja situación con su hija va deteriorándose a medida que ella supedita su familia a sus creencias y su relación con el clérigo, hasta el punto de poner en peligro a su nieto. 

Como ya sucediera en sus anteriores novelas —curiosidad por ver como lidia con la forma breve, esperamos traducción de su colección de relatos Beneath the bonfire pronto—, en Algo en lo que creer destaca la habilidad de Nickolas Butler para enganchar al lector con su prosa diáfana, natural —perfectamente plasmada por la traducción de Álvaro Marcos—, su evocadora plasmación de ese sosegado Medio Oeste americano, tan en las antípodas del oscuro universo redneck que solemos leer por estos lares, así como su mesurada construcción del personaje principal —también un par de secundarios masculinos, Hoot y Charlie, quedan para el recuerdo—. Lyle es una creación redonda, un buen tipo, inmediatamente empatizable y creíble, no obstante lejos del hombre firme y heroíco, que muestra su fragilidad y zozobra frente a la envergadura de los acontecimientos, incluso dispuesto a cuestionarse sus propias convicciones ante la posibilidad de perder a los suyos. 

En cambio, tengo más dudas con la consistencia de la «trama religiosa» en sí, la cual, según la nota final del propio autor, se basa en un luctuoso —y vergonzante— hecho real ocurrido en Wisconsin en 2008. Me gusta la manera en la que Butler se inhibe de juzgar moralmente a sus personajes, dejando que sea la historia, que resulta plausible y atractivamente reflexiva pese a la pátina de afabilidad general, la que exponga todo el conflicto. Pero me resulta difícil creer como esos pueblos tan cohesivos, hermanados, sean tan pasivos ante una amenaza tan palmaria como esa especie de secta. O que Peg, madre y abuela, sea tan rematadamente neutral —eso no es ser sufridora, sino irresponsable— ante lo que le sucede a Shiloh e Isaac. En mi opinión, falta algo de mordiente, de visceralidad, al tratar un asunto tan grave, que apela a quienes somos y a quienes más queremos. No necesito que el asunto vaya por los derroteros de la indispensable El cantante de góspel del maestro Harry Crews, pero ¿la omisión del deber no es un delito?

En cualquier caso, esa opinable «blandura» queda en un discreto segundo plano gracias a un excelente desenlace, en el que se interpela directamente al lector. Y es que Algo en lo que creer vuelve a ser una novela sólida, que se lee con premura y sumo interés, hecho más que meritorio teniendo en cuenta su voluntad disquisitiva, planteando disyuntivas existenciales de tal enjundia —fe y evidencia, espiritualidad y religiosidad lleva al fanatismo, el papel de la familia, cómo afrontamos la enfermedad o la muerte…— que, normalmente, paralizarían la agilidad de cualquier relato. Sin embargo, en manos de Nickolas Butler, esos temas «más grandes que la vida» se engarzan perfectamente, son intrínsecos, al desarrollo del libro, traspasando así los límites de un relato agradable para dejar un cierto poso amargo y meditabundo, junto a varias preguntas fundamentales… eternamente pendientes de resolver.