Era la primera vez que la banda estadounidense Algiers, (de Atlanta, Georgia) actuaba en Madrid, y lo hacían de la mano del ciclo de conciertos Gures is on Tour. Con tres discos en su haber venían a presentar su reciente y tercer último trabajo, ‘There is no year’ (Matador, 2020), editado el pasado 17 de enero bajo la producción de Randall Dunn (productor de bandas como Sunn O))) o Six Organs of Admittance). Un disco que se adentra más en la fusión de rock, soul y sonidos oscuros, y mantiene en parte la senda atmosférica de su precedente, ‘The Underside of Power’ (Matador, 2017), quizás porque, en éste, la producción recayó en Adrian Utley (miembro de Portishead).
El concierto de Madrid fue un tanto desequilibrado y no llegó a ser redondo. Quizás las expectativas eran altas por las buenas críticas recibidas, y más cuando la banda había agotado las entradas. Lástima, porque el grupo tiene elementos potentes: tensión rock, ambientes y atmósferas penetrantes, la voz imponente y poderosa de Franklin James Fisher con esa carga tan soul y góspel. Puede que la culpa fuera en parte del set, en parte porque a Algiers aún le falta encontrar la fórmula en la que su sonido alcance su máximo esplendor, y también luego porque la sala no sonó como en otras ocasiones. Demasiados graves, demasiado embotado. El Berlín es una maravilla para ver jazz, flamenco, folk o incluso blues, pero no sé si todo el aparataje electrónico o la vena rock le sienta o le queda bien.
Si bien el quinteto (el cuarteto venía acompañado de un percusionista) demuestra buenas tablas en directo, le notamos que le faltaba ir más allá: el sonido de la sala no hizo justicia para llevar más arriba la intensidad. El mismo ‘frontman’, Frank James Fisher, soltó enfadado a mitad del concierto, que a ver si le podían cambiar el micro que sonaba de pena. Y se nota que la banda puede dar de sí más en directo. Si bien en disco ya se aprecia su pegada. Algiers atrapa porque incorpora texturas muy interesantes o ambientes opresivos, y es un grupo muy posicionado políticamente en sus letras y en sus entrevistas, muy de defensa de las libertades: dedicaron una canción (creo recordar que fue “Plague Years”) al partido político Vox. Pero algo me falla en la ecuación. Canciones tremendas, buenísimas, con otras más medianas (“Death March”, “We can’t be found” entre otras).
Quizás el momento más álgido llegó con “Void”, “There is no year”, y “Cleveland” donde desplegaron un rock sintético (muy a lo Nine Inch Nails o recordando a TV on the Radio) con tintes de góspel. O con la pegadiza soulera de “The Underside of Power”, que me recuerda a Curtis Harding en una versión más rockera y de oscura densidad. Piezas contundentes, convincentes y enormes fueron “Unoccupied” con unos teclados muy tenebrosos y un riff dark, o la carga soul rock de “Dispossession”. No me convencieron algunas piezas más lineales (“Cry of the Martyrs”) o esas baladas donde a los teclados les falta algo más de consistencia, de ‘chicha’, y no caer en un minimalismo descafeinado (“Hymn for the an average man”).
Los tres bises finales (especialmente con la incendiaria “Hour of the Furnaces”, la rabiosa “Animals” o “Wait for the sound”) fueron casi la mejor guinda al concierto. Para acabar en lo más álgido. Seguro que la próxima vez más y mejor. Esa mezcla de rock con soul, con paisajes densos y opresivos, y con un marcado mensaje cañero, puede llegar aún más lejos.
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