Sabotear la novela de aventuras y el western literario en plena «era Trump» para hablarnos de la soledad y alteridad del «extraño en tierra extraña». Eso es lo que encontramos en A lo lejos, celebradísimo debut del escritor argentino Hernán Díaz que nos trae Impedimenta. Una epopeya anti-heroica situada en la segunda mitad del siglo XIX, que reescribe los relatos dominantes sobre el desierto, la violencia, la relación del hombre con el entorno natural, y la mística alrededor de la conquista del Oeste.
Nacido en Buenos Aires en 1973, Hernán Díaz, hijo de exiliados políticos argentinos, creció en Suecia, estudió en Londres y vive desde hace dos décadas en Nueva York —detalles relevantes respecto a la novela—, donde ejerce de director adjunto del Instituto Hispánico en la Universidad de Columbia, y editor responsable de la Revista Hispánica Moderna. Sus cuentos y ensayos han aparecido en The New York Times, Playboy, Granta o The Paris Review. Pero ha sido esta A lo lejos, su primera novela, publicada originalmente en 2018, la que ha situado al argentino en el «mapa literario» por derecho propio, obteniendo, entre muchos otros, el Saroyan International Prize, o siendo finalista del Premio Pulitzer de 2018 y el PEN/Faulkner a la mejor ficción.
A lo lejos es la historia de Håkan Södertström, un joven sueco que en 1850 emprende un viaje a Nueva York —forzoso, desesperado, la pobreza asola— junto a su hermano mayor Linus. Pero Håkan, superado por los acontecimientos, iletrado y desconocedor del inglés, se equivoca de barco, terminando en San Francisco. La odisea para reencontrarse con su hermano recorriendo EE. UU. pronto se transformará en una más que inusual forma de vida nómada, extremadamente solitaria, de pura supervivencia. Un viaje físico y de iniciación, hacia el este —confusamente—, a la adultez, y a la creación de una indeseada leyenda, relativa a su apodo —en realidad, una mala interpretación de su nombre real— y su porte colosal: «el Halcón».
Inquieta pensar que A lo lejos fue rechazada por muchas editoriales antes de encontrar acomodo, claro, en una editorial independiente. Cierto, su ritmo es meditabundo, incluso parsimonioso. Díaz no teme las frases extensas o la mirada metódica —impecablemente reflejada por Jon Bilbao en la traducción—, no solo a los paisajes esteparios del periplo de Håkan, sino al día a día del anacoreta y sus esporádicos encuentros con otros seres humanos, salpimentando la historia con minuciosos detalles sobre la vida en esa época —armas, ropajes, medicinas, precarias construcciones—. Pero no restan un ápice al devenir de la novela, muy al contrario. Añaden munición y verosimilitud a este poderoso relato de hermetismo y desolador abandono.
Porque ese es el eje principal de A lo lejos. Exacerbar el penoso devenir del foráneo, retratando su perenne desorientación y conflictiva relación con el medio y, muy especialmente, con el «oriundo» —nótese la paradoja, hablamos del caucásico apropiándose de un territorio al que pusieron nombre apenas ochenta años antes de la llegada de nuestro protagonista, exterminando de paso a sus primigenios pobladores—, algo que entronca directamente con uno de los problemas mundiales más acuciantes. La coartada de Hernán Díaz para distanciar al lector del actual drama de la inmigración son unos Estados Unidos aún fundacionales, en plena fiebre del oro y ejecución del primigenio «destino manifiesto». Pero el trasfondo y las sensaciones que transmite la odisea de Håkan resultan plenamente vigentes.
En ese sentido, el enfoque de Hernán Díaz es extremadamente drástico. La acción, espaciada y, con frecuencia, ausente —no son pocos los días en los que nuestro náufrago del desierto puede hacer poco más, y poco menos, que resistir ante los elementos— se torna violencia. Y será precisamente esa violencia, condensada en un episodio crucial para el desarrollo de A lo lejos, la que forjará el mito del «Halcón», a la vez que llevará a Håkan, en parte obligado por la hostilidad del colono —que lo criminaliza, usa como esclavo, también sexual, o busca sacar tajada de su fama—, en parte autoinfligida, una existencia de absoluto ostracismo.
Además, su western antitético permite a Díaz reflejar un país en permanente expansión y contradicción —resumida en la magnífica contraposición de esas dos «visitas» a la ciudad de Clangston, tan distintas en el tiempo—. Tomando prestado el título de la obra magna de Howard Zinn, A lo lejos también es «la otra historia de los Estados Unidos». Abrazando el capitalismo hasta perder la cabeza por las tierras, el ganado o el oro. Gestando unas incipientes instituciones prontas a ejercer la opresión y el control —sheriffs y soldados corruptos, poderosos fanáticos religiosos que siembran el terror—. Derramando sangre. Siempre beligerantes, agresivos con el diferente. Únicamente el contacto de Håkan con la ciencia, a través de un estudioso naturalista o un curandero indio, junto con un par de personajes secundarios harto relevantes, le mostrarán la voluntad de formarlo y, aún más importante, algo parecido al afecto.
Particular en su cadencia narrativa, escaso de indios, vaqueros, hazañas y tipos duros propios del western, el género yanqui por antonomasia, A lo lejos es una novela insólita. Quizá su templanza y quieta «morosidad» le resta inmediatez. Sin embargo, la tragedia del «Halcón» es de las que deja poso, su historia de aislamiento y destierro alberga una callada épica que apela directamente a la naturaleza humana ante la desolación y el conflicto… entonces y ahora.
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