A veces, hay libros que parecen apelarle directamente a uno. Es el caso de 38 estrellas, de la periodista y escritora argentina Josefina Licitra que nos trae Seix Barral. Porque en él se combinan un género literario por el que uno siente especial debilidad, el periodismo narrativo, junto a la crónica histórico-política de un país y un movimiento de particular interés —personal y laboral—, Uruguay y los tupamaros, ofreciendo además una necesaria relectura feminista. El relato de la mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia, ocurrido el 30 de julio de 1971 en Montevideo. Demasiados alicientes para dejarlo escapar…

Nacida en La Plata en 1975, Josefina Licitra escribe para medios como la edición española del New York Times, la revista brasileña Piauí o el diario chileno El Mercurio, además de ser editora de la revista de narrativa Orsai. Ha publicado los libros Los imprudentes. Historias de la adolescencia gay lésbica en Argentina; Los otros. Una historia del conurbano bonaerense; El agua mala. Crónica de Epecuén y las casas hundidas; y 38 estrellas, seleccionado en 2018 entre los mejores libros de no ficción por el mencionado New York Times. Mismo año en que la revista Gatopardo la incluyó, junto a autoras como Mariana Enriquez, Valeria Luiselli o Samanta Schweblin, entre las escritoras latinoamericanas más relevantes del momento.

Y con razón. Como buena periodista, Licitra no tiene tiempo que perder y ya desde el prólogo de 38 estrellas nos pone en antecedentes, detallándonos su planificación, el «cómo fue», a la vez que situando la fuga de la prisión de Cabildo en su contexto histórico-político. Y es que la llamada «Operación Estrella», en la que 38 presas políticas, en su mayoría tupamaras —junto a otras activistas anarquistas y de extrema izquierda— escaparon del presidio mediante un túnel cavado desde el exterior, conectando el presidio con la red de cloacas de la capital uruguaya, es uno de los acontecimientos más llamativos de la etapa más cruenta de la lucha entre el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) y el gobierno de Jorge Pacheco Areco, a comienzos de los años setenta. 

Pero Licitra no se queda ahí, ya que, además, nos hace partícipes de las preguntas que ella misma se planteó y la llevaron a investigar sobre la cuestión. Los motivos tras la ausencia, casi total —apenas otra obra, a cargo de una de las reas más notables, Graciela Jorge, luego escritora y Secretaria de Derechos Humanos de Presidencia durante el gobierno del tupamaro más famoso, José «Pepe» Mujica—, de información sobre el suceso. Todo el libro ahonda en ese premeditado olvido, opacado ante otros hechos —el «caso Dan Mitrione», la fuga de un centenar de hombres del Penal de Punta Carretas, la represión brutal contra el MLN-T durante la dictadura militar de Juan María Bordaberry (1973-1985)—… ni que decir tiene, liderados por varones. En ese sentido, 38 estrellas tiene bastante de reivindicación, de ajuste de cuentas con la historia y los relatos únicos, también promovidos dentro de la propia izquierda…  

Aunque terriblemente tardío, bienvenido sea este acto literario-periodístico de justicia. Porque en 38 estrellas hay personas de extraordinaria enjundia a través de las cuales Josefina Licitra cimenta su reportaje. La combinación entre trayectoria personal, orígenes vitales, inicios y formación en la militancia tupamara, efemérides activistas y situación en el presidio resulta de lo más poderosa. Y así proporciona al lector una apasionante amalgama de perfiles femeninos diversos, entre los que destacan las mellizas Topolansky, «La Parda» María Elía y Lucía —vicepresidenta de la República hasta el pasado febrero y actual senadora, también compañera de Mujica—, la ya mencionada Graciela Jorge, Alicia Rey, América García, la terrible desgracia de Yessie Macchi… Un conjunto de mujeres —si se me permite la broma— «de armas tomar».       

Ese colectivo de individuas guerrilleras permite a la autora argentina exponer no pocas disyuntivas relevantes en 38 estrellas. El de una juventud belicosa, que se debate entre los impulsos revolucionarios y los anhelos emocionales, con la maternidad y la clandestinidad como caras de una misma, harto peliaguda, moneda. El de las contradicciones, de índole ideológico y de enfoque —¿hasta dónde?— de la lucha armada. O el del papel de los cuadros femeninos dentro de la organización, siempre con la sensación de quedar en un segundo plano —en cargos y voz— pese a las acciones llevadas a cabo y las responsabilidades adquiridas. Heroínas intrépidas —o temerarias— reclamando ser escuchadas. 

Son apenas 180 páginas, pero Licitra consigue amalgamar a la perfección contexto y acción, hibridando una crónica vigorosa y ágil. Se nota la labor de documentación y el acceso a información de primera mano, mediante las entrevistas mantenidas con las protagonistas de la fuga —pormenorizadas en el sustancioso epílogo— que se hilvanan con sorprendente naturalidad en la reconstrucción de los hechos. Pero es su exposición narrativa, límpida, incluso admirativa —que no hagiográfica, planea siempre un regusto amargo— y que emparenta el texto con un thriller carcelario de épica contenida, salpicado por partisanos puntos de fuga, la que acaba por arrastrar indefectiblemente al lector. En definitiva, 38 estrellas es magnífica. Una emocionante y trascendente evasión, finalmente reivindicada, y una gran victoria del periodismo narrativo.