Rendez Vous, Razzmatazz 3, Barcelona (15/02/2019)

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Autor: Fernando Curto | Google+ | @curtillo
Los daneses The Raveonettes volvían a Madrid para presentar su último trabajo, el oscuro “Pe’ahí”. Sune Rose Wagner y Sharin Foo siempre han contado con un buen puñado de seguidores en la capital y, aunque esta vez no colgaron el cartel de entradas agotadas, sí que lograron una muy buena asistencia de público.
Para abrir la noche estaban los madrileños Celica XX, de los que pudimos ver toda su actuación (cuando tocaron como teloneros de Crocodiles, llegamos a los últimos temas). La banda practica un shoegaze duro e incómodo que no es apto para todos los públicos, pero tiene una fuerza en directo que hace que atiendas a lo que está pasando encima del escenario. Ellos mismos mencionan a Spacemen 3 o A Place To Bury Strangers como mayor influencia en su música, y su directo, denso y ruidoso, da buena fe de ello. Fue media hora intensa en la que no faltaron los bailes locos de su animador (y panderetero), y el inevitable final de acoples y ruido. Muy potentes.
Cuando llegamos a la sala Arena, nos topamos con un cartel en el que avisaban de que la actuación iba a tener luces estroboscópicas, lo que ya nos dio una idea de por dónde iban a ir los daneses. Apoyados por un batería, y en un escenario de lo más minimalista, el dúo desplegó su faceta más oscura, triste y ruidosa. El que fuera a ver hits se llevaría una desilusión, porque apenas tocaron dos: ‘Dead Sound’ y ‘Love In a Trashcan’. Gracias a esto, vimos a unos The Raveonettes más centrados (sin el peso de tener que tocar los éxitos) y dando el concierto más coherente (y con mejor sonido) que un servidor les ha visto nunca.
Los de Copenhague están muy seguros de la calidad de su último trabajo; tanto, que los primeros cuatro temas del concierto salieron de él. La tristeza que desprenden ‘Sisters’ o ‘Killer in the Streets’ se alía a la perfección con sus guitarras ruidosas y todas las bases electrónicas y loops que llevan pregrabados –quizá el exceso de sonidos enlatados sea la única pega que se les puede poner ahora mismo–. Tras ellas, llegó el primer gran revuelo de la noche: ‘Hallucinations’ y ‘Dead Sound’ encajan de maravilla en este tipo de conciertos oscuros, pero también animan al público a dar palmas y bailar unos minutos. De hecho, la segunda ya se ha convertido en todo un clásico de su discografía.
The Raveonettes le dieron muy pocos respiros a nuestros oídos (menos mal que llevaba los tapones puestos), y salvo ‘If I Was Young’, en la que el batería se retiró y dejó solos a los protagonistas, aquello fue un festival de beats y bajos densos que se te meten en el cuerpo –en ‘My Tornado’ se les fue de las manos y resultó un tanto desagradable para los oídos–. El sonido fue, en general, claro y contundente.
Tras elegir varias de las canciones más oscuras de sus discos (‘Break Up Girls’, ‘Chain Gang of Love’ o ‘Attack of the Ghost Riders’) como parte central de su espectáculo, volvieron a su último trabajo para cerrar la primera parte del concierto. Eligieron ‘Summer Ends’, la canción más amable de “Pe’ ahí”, y ‘When Night Is Almost Done’, que, micrófono en mano, cantaron los dos juntitos.
Lo mejor del concierto llegó en el primer tema del bis, donde impregnaron de tristeza y melancolía la sala Arena de Madrid. La culpable fue ‘Recharge & Revolt’, la canción que abría su “Raven In The Grave”. Su preciosa melodía, y la sentida interpretación de Sune Rose Wagner con el micrófono en la mano y paseándose de un lado a otro del escenario, nos puso los pelos de punta a más de uno. Poco tenían que hacer ya ‘Kill!’ y ‘Aly, Walk With Me’, las dos canciones encargadas de cerrar el concierto. De hecho, en esta última se explayaron demasiado y resultó un tanto pesada.
The Raveonettes demostraron que pueden tirar de las canciones más oscuras de su carrera, y hacer un concierto casi perfecto sin apenas tocar un solo éxito. Por cierto, un negativo para la pesada que le tiró las bragas a Sharin Foo, y que se pasó todo el concierto gritando para que las cogiera. Menos mal que la danesa pasó de ella.
Fotos: Adolfo Añino
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